Cota, cultura del esfuerzo
Oscar González Bonilla
03 de Septiembre de 2022
La lectura del libro titulado Los Suspirantes 2018 me dio a saber que Miguel Ángel Mancera Espinosa, ex jefe de gobierno de la Ciudad de México y actual senador de la república, nació en un cuarto de vecindad del Distrito Federal. Fue hijo único, su padre tenía otra familia. La madre trabajó sin desmayo para mantenerlo. También al aportar su esfuerzo, Miguel Ángel se abrió paso hasta encumbrarse académica como políticamente, por ello se colocó en la lista de quienes aspiran ser presidente de la república.
Viene a cuento porque encuentro paralelismo con la vida de Manuel Humberto Cota Jiménez, quien en entrevista de años atrás me describió la carrera de su vida. Sólo recuerdo algunos pasajes que con gusto voy a detallar.
Cota nació en Tepic, capital del Estado de Nayarit, precisamente en cuarto de la vecindad que en esta comunidad era muy conocida con el nombre de “El Gato Negro”.
Su mamá Irene trabajaba como afanadora en serie de departamentos ubicados frente a la estación del ferrocarril en la capital nayarita. Esos lugares eran utilizados para que los maquinistas pasaran la noche y al día siguiente continuar la ruta (seguramente la empresa los construyó con ese propósito). Su padre, trabajador del ferrocarril, allí conoció a su mamá y se dio el enamoramiento.
Mi amigo Sergio Mejía Cano, quien por años fue trabajador de ferrocarriles, hoy destacado columnista, me comentó que entre los trabajadores del riel el papá de Manuel Humberto era conocido como “El Cotón”, seguro por la estatura que rebasa el uno ochenta. Este señor tenía su familia en algún lugar del Estado de Sinaloa, de donde se supone era oriundo.
Manuel Humberto Cota Jiménez fue hijo único. Su señora madre también se la partió para sacarlo adelante. En aquella entrevista Cota me dijo que uno de sus primeros empleos fue en Laboratorios Resán, famosos por fabricar un efectivo jarabe contra la tos. Que adquirió conocimientos de Contaduría en una academia particular, pero que posteriormente cursó estudios formales de la carrera en la facultad de Comercio y Administración de la Universidad Autónoma de Nayarit.
Cota, a la par que trabajó y estudió, tuvo tiempo para dedicarse a la actividad política, misma que desarrolló como militante del PRI. Ha sido regidor del Ayuntamiento de Tepic, diputado local, presidente del Ayuntamiento de Tepic, diputado federal, senador y candidato a gobernador de Nayarit. Todas las candidaturas abanderadas por el tricolor. Le ha sido fiel a su partido.
Es ejemplo de la cultura del esfuerzo, ni más ni menos.
¡PÁRALE, PÁRALE!
Nuestra ciudad (Tepic) fue testigo de la presencia, muchas veces intermitente, de un sobresaliente maestro de teatro, pero además intelectual, por consecuencia avezado en la política. Se llamó Guillermo Ibáñez López (GIL), nacido en Mazatlán, Sinaloa, por tanto, vino de allá del mar. Pero para mejores señas era homosexual, y su preferencia sexual no la escondía.
En el Distrito Federal, así nombrado en aquella época, el maestro Ibáñez nos decía haber estudiado artes escénicas con Seki Sano, mientras que obtuvo conocimiento de política y cosas peores al lado de Vicente Lombardo Toledano (fundador del Partido del Pueblo, luego Partido Popular Socialista PPS). En fin, era una chingonería andando.
Un tipo de complexión robusta (gordo), de estatura regular, pelo lacio totalmente albo, sin bigote y con lentes. Acostumbraba hospedarse en la Posada Puebla, precisamente de la calle Puebla entre Amado Nervo y Zaragoza. En las mañanas cuando salía de ese lugar atravesaba la plaza principal y si veía a alguien sentado en banca leyendo la revista en boga Lágrimas y Risas, se la arrebataba de las manos, no importaba que fuera hombre o mujer, para arrojarla al piso. “No lea esas porquerías, no ve que lo hacen más estúpido”, les decía. Y ante la sorpresa del ofendido emprendía rápida retirada.
Yo cultivé larga amistad con Guillermo Ibáñez desde que en 1975 Octavio Campa Bonilla, director de Difusión Cultural y Extensión Universitaria de la UAN, le dio trabajo de dirección de un grupo de teatro al que yo pertenecía. Muchas horas de muchos días platicamos. Recuerdo que GIL compraba el periódico Excélsior de Julio Scherer, apartaba la sección de Deportes, y me decía: Mire lo que hago con sus deportes. A jalones las rompía, haciendo tiras las páginas. Luego las aventaba al rincón más cercano. Le tenía aversión a la publicación de deportes, nada sobre ello le interesaba.
Muchísimas cosas se pueden contar de Guillermo Ibáñez López, pero esta vez me quiero referir una en particular. Para el efecto les recuerdo que el maestro, quien ya falleció, era homosexual.
Gustaba ir a un restaurante nombrado El Nilo, que se ubicaba en Tepic por la calle Durango entre Amado Nervo y Zaragoza, frente a El Volantín, propiedad Manuel Sánchez Valdez, jugador de fútbol profesional con los Coras del Deportivo Tepic. Lo prefería por consumir el platillo que nosotros conocemos como cocido. Yo lo acompañé en varias ocasiones, allí me tocó ver al profe Liberato Montenegro.
Una tarde llegamos a El Nilo el maestro Ibáñez y yo en tiempo de Cuaresma. Él era conocido de la mesera. Le dijo:
-Hey muchacha, qué tienes para comer.
-Hay chiles rellenos, rajas de chile, chiles con queso, chiles…
-Párale, párale.
-¿Por qué, maestro?
-Porque se me está haciendo agua el culo.
Tan tan.
CIERRE: “La política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria”: Voltaire.
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