Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Se nos fue doña Inés del alma mía

Oscar González Bonilla

24 de Abril de 2022

Murió doña Inés (del alma mía, le decía mi madre Hilda, su hermana) Bonilla Guerrero. Fue víctima de un derrame cerebral que la postró en cama, inconsciente la mayor parte de los siete días que permaneció en sanatorio privado de la capital nayarita, para finalmente un ataque cardiorrespiratorio terminar con su existencia.

Bien atendida por el personal médico, pero mayor fue el empeño de sus ocho hijos -dos mujeres y seis varones-, sus nueras, nietos, biznietos y hasta tataranietos porque recuperara la salud. Jamás de los jamases dejaron de hacer presencia, por turnos, ante aquella mujer de 83 años de edad, cumplidos el 21 de enero anterior.

Doña Inés fue la tercera de las cuatro mujeres habidas en la casa que encabezaba la pareja integrada por María de Jesús Guerrero Andrade y Aarón Bonilla. Habitaron durante años casa que se ubicaba por la calle León antes de llegar a Mina, al sur de la ciudad.

Precisamente su hogar materno se hallaba frente a la cantina nombrada “El Chabacano” que regenteaba don Ramón, padre de la familia Medina Castillo. De allí surgió el joven Raúl, quien fuera su novio y posteriormente su marido.

Con el apodo de “El Caperuzo” -desconozco las razones- el tío Raúl comentaba que cuando Inés y él se pusieron de acuerdo para irse de huida, como se ha estilado siempre, y luego vivir juntos, lo hicieron a bordo de una bicicleta. Le ganaba la risa, pues al parecer a ella la transportaba en la parrilla, pero se dio el caso que Guillermo, hermano de la mujer, los persiguió a toda carrera para evitar el desaguisado, pero no logró alcanzarlos porque el pedaleo fue muy superior al campeón de una competencia ciclista. Triunfó el amor.

Doña Inés Bonilla fue una mujer amorosa, cariño que destilaba no sólo a sus hijos y marido, sino a todos quienes fuimos parte de su familia. Largos años vivió ella y su consorte Raúl en la esquina de Mina y Mazatlán en la ciudad capital del estado, pero también lo hicieron durante algún tiempo en el poblado Lo de Lamedo, municipio de Tepic, en terreno comprado por “El Caperuzo” y donde construyó finca veraniega. El sitio en la zona rural apacible y cobijado por la naturaleza, ideal para que Raúl Medina Castillo montado en silla de ruedas intentara restablecerse de una cirugía de columna vertebral.

Doña Inés fue una mujer de hogar. La mayor parte de su vida la dedicó a la crianza de sus ocho hijos con el interés de incidir en la supervivencia, el bienestar y aprendizaje hasta convertirlos en adultos responsables. Todos ellos en la actualidad, excepto las mujeres, con maestría en diversos oficios, de mayor realce la cerrajería. Pero, además, fue doña Inés sostén fundamental para que su marido sin sobresaltos pudiera todos los días desarrollar sus actividades.

Raúl Medina Castillo, desde joven aprendió de su padre Ramón a comerciar con bebidas embriagantes. A los 15 años de edad, por la inesperada muerte de su progenitor debido a un paro cardíaco, asumió la responsabilidad de regentear el multiconocido, en aquel tiempo, bar “El Chabacano”, ubicado por la calle León casi esquina con la calle Mina.

Es así como tuvo en propiedad varias cantinas o bares con asentamiento en la ciudad de Tepic, entre ellos, los nombrados como El Titanic, Boca del Río, La Quebrada, El Paraíso y El Sarape. Su hermano Rosendo, popularmente conocido como Chendo, también se especializó en emborrachador. Él aún está vigente.

La colindancia entre los terrenos de las casas propiedad de las familias Medina Castillo y Torres Haro provocaron que surgiera entrañable amistad entre Raúl y José Félix. “El Caperuzo” fue durante 27 años el chofer oficial de la familia Torres Haro, pero su mayor asistencia fue hacia José Félix Torres Haro, a quien acompañó desde que éste hizo sus inicios en la actividad política local. Se le identificó demasiado con él, virtud a que lo conducía hasta el lugar donde se desarrollaban actos políticos con la presencia de mucha gente.

El matrimonio integrado por Inés Bonilla Guerrero (fallecida el 27 de marzo de 2022) y Raúl Medina Castillo (5 de abril de 2010) supo bien aprovechar los momentos de dicha, pero también sorteó momentos de desencanto. Puedo afirmar que fueron capaces de integrar una familia con seres responsables, con talento y cualidades. Por eso hoy disfrutan de las enseñanzas adquiridas de sus padres, tanto Patricia y Teresa, así como Raúl, Ernesto, Benjamín, Guillermo, César y Víctor. Sean felices.
                                                                              

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