Tepic, Nayarit, viernes 26 de abril de 2024

300 años de la conquista de la Mesa del Nayar

Francisco Samaniega

22 de Enero de 2022

Paradigma cultural de la humanidad, en punto de las siete de la mañana de este día 17 de enero, el pueblo cora (que a sí mismo se autonombra naayari) ha conmemorado el 300 aniversario de su “reducción” novohispana que, para el caso, correspondió a la conquista española de su capital prehispánica Tzacaymuta, hoy comunidad indígena de Mesa del Nayar, el corazón de un municipio de El Nayar sito en lo alto de la Sierra del Nayarit.

Hecho emblemático ocurrido en 1722, apenas 88 años antes del Grito de Dolores y 99 años antes de la consumación de nuestra Independencia mexicana (pero incluso sólo medio siglo antes a que en esta misma región del Gran Nayar ocurriesen los primigenios movimientos independentistas de la Nueva España: la rebelión de Joseph Carlos Quinto en 1777 y la rebelión del Indio Mariano “Máscara de Oro” en 1801); en franco contraste a la pasada conmemoración por los 500 años de la conquista de Tenochtitlan en la Ciudad de México, ésta de Tzacaymuta ha ocurrido apenas a un nivel comunitario y por entero ajena al interés de los medios, acaso por tratarse esta Mesa del Nayar del actual epicentro de éste que –económicamente- es considerado el segundo municipio más pobre del país.

Pero sí la pobreza económica para nada se traduce aquí en pobreza cultural; tanto el Tatwán o Gobernador Tradicional como su Baastuaana o Consejo de Ancianos de esta comunidad de la Mesa del Nayar -que hoy se autonombra Yöhke- y cuyo territorio por sí sola la haría el municipio de mayor extensión del Nayarit, optaron porque este evento conmemorativo apenas se constituya en el inicio de una jornada anual de reflexión colectiva en torno a su pasado originario que, gradualmente, no sólo se extienda a sus 33 “anexos” o más pequeñas comunidades de su territorio comunal, sino también a las otras cuatro grandes comunidades naayariite o coras que siguen reconociendo a esta Mesa del Nayar como su epicentro, pero incluso a sus vecinos pueblos wixárika o huichol, ódam o tepehuano del sur y meshikan o mexicanero quienes, como desde su pasado prehispánico, siguen reconociendo a esta histórica Mesa como el lugar más sagrado de todo El Gran Nayar: un macro territorio mayoritariamente indígena de unos 50,000 km2 que, ocupando casi todo el extremo sur de la Sierra Madre Occidental, comprende toda la mitad oriental del estado de Nayarit más porciones de los estados de Jalisco, Zacatecas, Durango y Sinaloa.

Acaso desde hace dos milenios, esta Mesa del Nayar es el asiento del centro ceremonial de Tuacamuta en donde un complejo de basamentos orientados conforme a la tradición circular de las Tumbas de Tiro sirve de respectivos centros de culto a cada uno de estos cuatro pueblos originarios mientras que, si más arriba una Cueva Sagrada remite al mito de origen de los pueblos Chichimecas más abajo, en la llamada Mesa del Tonati, sendas pirámides –en uso- dedicadas al Sol y a la Luna remiten su contemporaneidad a Teotihuacán; más aún cuando en su paralelo sitio arqueológico de Cerro del Huixtle, Jalisco, de hecho, sendos hallazgos de los más primitivos chac-mool y tzompantli mesoamericanos parecen asegurar el origen de los toltecas-chichimecas justo en esta región. 

Pero es, sobre todo, aún es la propia Mesa del Nayar la que desde ese mismo pasado prehispánico aún constituye el más importante y complejo centro ceremonial epicentro de una religiosidad que, denominada “El Costumbre”, constituye una amalgama sincrética entre catolicismo popular y religión nativa en la que, su propia traza urbana en la que sus cuatro barrios se agrupan en torno a una traza circular que, cargada de sitios sagrados y de casas-templo (moradas de los dioses); todo su abigarrado conjunto de tecuat (rocas-deidades) giran en torno a una gran plaza ceremonial, al lado de las cuales se halla su Casa Fuerte (Calihuey) como asiento gubernamental, pero su Templo Misional de la Santísima Trinidad donde, monumento barroco levantado por los jesuitas desde 1730, las esculturas novohispanas giran en torno a los restos de la momia de su Hueytlacatl Nayarit: el hoy venerado cráneo de su gran jefe Hijo del Sol “El Tonati” mismo que, como desde su pasado más remoto, sigue siendo el mayor oráculo de todo El Gran Nayar.  

Por eso es que el folleto conmemorativo éste día repartido a todos los náayariite conlleva la frase “Bastión de América” que remite a la función paradigmática que conlleva esta Mesa del Nayar: el no sólo haber resistido más de 200 años más que las grandes capitales azteca e inca de Tenochtitlan y Cuzco, o al menos 30 años más que la última capital maya en Tayasal (hoy Flores, El Petén, Guatemala) sino que, a diferencia de todas éstas o cualesquiera otra, el que esta capital nayarita de Tzacaymuta ha logrado llegar hasta este siglo XXI todavía como una capital epicentro de poder y religiosidad, básicamente, amerindias. Como no hay otra igual.

Fue por ello entonces que, aunque desde 1532 el conquistador Nuño de Guzmán había asegurado una dominación nominal de este Gran Nayar para un Reino de la Nueva Galicia gobernado desde la actual Tepic, para 1540 había sido desde este Gran Nayar donde se había gestado la Guerra del Mixtón para ser aquí mismo en donde dos años después sus últimos combatientes encontraron seguro refugio del conquistador Pedro de Alvarado y del mismo virrey Antonio de Mendoza; idéntica situación que cumpliría este Gran Nayar durante la larguísima Guerra Chichimeca para cuyo final el mismísimo capitán Pedro Caldera habría de venir a entrevistarse con el “Rey Nayarit” para pactar la paz. Así pues, si a lo largo del siglo XVII esta Mesa del Nayar sería la región de refugio de cientos de amerindios, africanos y asiáticos huidos del durísimo régimen colonial de las minas zacatecanas y duranguenses o de las haciendas ganaderas nayaritas o sudsinaloenses, para inicios del siglo XVII dicho “feo lunar” prehispánico en la general cristiandad de la Nueva España obligó a que el virrey Marqués de Valero invitase al entonces Hueytlacatl de esta Mesa del Nayar, el Tonati, para ser recibido en la Ciudad de México a donde, último monarca mesoamericano en lograrlo, fue recibido con todos los honores en el mismo palacio en los que antes gobernasen Moctezuma II o el mismo Hernán Cortés. 

Más, no aceptando el resto de los coras los términos finales de dicha negociación, fue que la guerra devino en este acto de Conquista que ahora conmemoramos. “Reducción” le llamaron las entonces autoridades novohispanas por considerar que la Conquista de México sólo había sido la de Tenochtitlan y Tzintzuntzan (como hoy mismo historiadores mexicanos, como Pedro Salmerón Sanginés, omiten esta última conquista de la capital cora como referente postrer de la de toda la antigua Mesoamérica); una larguísima serie de rebeliones posteriores demostraron a los españoles lo lejos que aún se hallaba la final pacificación del Nayarit. Incluso hoy se afirma que el apoyo de éstos a Manuel Lozada durante su larga guerra, 1855-1873, fue la que conformó a esta actual región (el gobernador firmante de nuestra invitación al Presidente AMLO, gobernador de esta Mesa del Nayar en 2021, es descendiente de Dionisio Gerónimo el entonces jefe lozadeño de todo El Gran Nayar); pero es de todos sabido que la Guerra Cristera halló, por la cuarta década del pasado siglo XX, igualmente su último reducto en esta misma sierra del Nayarit.

Por eso la fascinación que ella ha provocado y provoca entre los investigadores de México y el mundo, y fue justo por eso que esta conmemoración se gestó cuando, justo hace un año, la editorial mexicana Siglo XXI logró la primera edición en castellano del  magistral libro “La Expedición al Nayarit” que, obra del antropólogo ruso-germano Conrad Theodor Preuss desde 1918, apenas sí había sido publicado en idioma alemán. Así, tanteando una posible entrega de juegos de sus tres grandes tomos a la mayor cantidad de comunidades náayariite o coras por encargo tanto del doctor Jesús Jáuregui, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, como de su director general Jaime Labastida; originalmente esta conmemoración fue por mí platicada con don Julián López Cánare, integrante del Consejo de Ancianos de la Mesa del Nayar, como un evento de retorno de dicha obra antropológica a su pueblo de origen.

Más a la distancia, aunque no habiéndose podido lograr tal inicial objetivo, el compromiso de hacer entrega de un ejemplar de “La Expedición al Nayarit” al Gobierno Tradicional de la Mesa del Nayar fue efectivamente cumplido por parte de un servidor, Francisco Samaniega; sumando a éste una serie de cinco juegos de mi libro “Historia General de El Nayar”, para ser entregados a cada uno de los otros cuatro gobernadores tradicionales coras, a más de la ya referida edición y reparto masivo del folleto conmemorativo titulado “17 de enero de 2020: 300 Años de la Conquista de Tzacaymuta, la Mesa del Nayar” y cuya lectura sirvió como discursos alusivos justo a las siete de la mañana en que, en el contexto de su Casa Fuerte, leímos de él el correspondiente parte militar de conquista, escrito por el capitán zacatecano Juan Flores de San Pedro aquel día de 1722.

Luego de ello, con los bastones de mando de sus correspondientes manos, nos trasladamos tras del Gobierno Tradicional al histórico templo misional jesuita para un pequeño acto religioso encabezado por el párroco Gustavo López, de la Prelatura Nullius de El Nayar (cuyo titular el Obispo Jesús no vendría a este mismo sino hasta dos días después para la celebración de una misa conmemorativa).

Retornados entonces a la Casa Fuerte para iniciar el diálogo acompañados de cigarros de makuchi (tabaco nativo), luego de ello el mariachi tradicional y el baile de tarima completaron esta conmemoración.

Cabe finalmente agregar que sí la carta de invitación al evento, dirigida al Presidente de México Licenciado Andrés Manuel López Obrador y entregada personalmente en el Palacio Nacional de la Ciudad de México desde un mes antes, sólo encontró una respuesta de negativa pero felicitación vía internet y por parte de su Oficina de Atención Ciudadana; esto no resultó sino motivo de interés para ahora enfocar los esfuerzos comunitarios en lograr una más efectiva vía para entrevistarnos con la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, con vistas a que nuestra también conmemoración del próximo año 2023 por el 300 Aniversario de la Destrucción de Quema del Rey Nayarit y de la Piedra del Sol de la Mesa del Nayar, ocurridos en dicha capital novohispana por inicios de 1723, pueda igualmente ser un evento que nos sea debidamente permitido y apoyado en aquella capital del país.

Pero, así mismo, esta conmemoración tampoco omite que la posibilidad de diálogo directo con el presidente AMLO aún pueda ocurrir pues, como lo hizo antes con los pueblos yaquis en el sur de Sonora, de lo que esto se trata es de un acto de dignidad. Uno que ocurre enmedio de este país y mundo convulso por la más inédita de las pandemias pero misma que, los náayariite lo atribuyen a la eficaz acción de sus dioses, apenas un minúsculo puñado de infectados y víctimas son sólo las que ha visto esta Sierra del Nayarit.  

Acaso entonces, por mandato presidencial pero sin que esta pandemia siga siendo un pretexto, se atienda por fin el semi derrumbe que, como efecto del pasado huracán “Pamela”, desde el pasado 12 de octubre de 2021 provocó graves afectaciones a dos secciones del histórico templo jesuita de esta Mesa del Nayar; siendo la más grave y peligrosa de mayores daños, la que aún afecta la antigua sacristía en la que se resguarda y rinde culto al cráneo de la otrora momia del Hueytlacatl Nayarit. Aquel cuya figura y descendientes Hombres-Sol gobernantes de Tzacaymuta, La Mesa del Nayar, pudieron resistir la conquista española incluso más de 200 años después de los aztecas, pero hasta el día de hoy…    

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