Infinidad de medios informativos en severa crisis económica
Sergio Mejía Cano
10 de Enero de 2022
Cuando comenzó a repuntar la era cibernética y que muchos diarios informativos empezaron a crear sus propias páginas en internet a la par de sus periódicos impresos, hubo quien pronosticara que la tendencia próxima a seguir sería la desaparición de las ediciones impresas, si bien no de todos los diarios, posiblemente sí de la mayoría, todo esto a nivel mundial se decía.
Y vaya que en parte, se ha cumplido el pronóstico, pues varias de las publicaciones de periódicos impresos ya no se publican, pues los editores le han estado apostando más a sus páginas de internet que a las ediciones impresas; y más, debido a que gran parte de las nuevas generaciones ya no acostumbran a leer los periódicos impresos, pues están más inmersas en el internet, tal vez por facilitárseles más y porque hasta en los teléfonos móviles pueden ingresar a muchos de los sitios informativos de todo tipo. Así que desde luego esta pérdida de la costumbre de leer medios impresos ha perjudicado a varios medios que, irremediablemente han tenido que dejar de imprimir sus publicaciones; sin embargo, esto ha perjudicado también en forma directa a infinidad de trabajadores de las imprentas de los diarios, lo mismo que a trabajadores indirectos, así como a reporteros tanto de los mismos medios, como a colaboradores independientes que, acostumbrados a recibir apoyos gubernamentales, de funcionarios y hasta de los mismos propietarios de los periódicos, ahora se las están viendo difíciles debido a ya no recibir dichos apoyos como se acostumbraba antes. Y si bien, algunos de estos comunicadores han quedado enganchados con algunos medios o con las oficinas de prensa de los gobiernos en los tres niveles; federal, estatal y municipal, muchos de estos colaboradores han quedado prácticamente en la calle sin saber qué hacer; y más, a los que la edad ya se les vino encima y por lo mismo, no poder encontrar otro tipo de trabajo para poder subsistir.
Pero ahora el problema estriba también en que, varios de los medios que le entraron a la era digital subiendo sus portales al internet, al ya no recibir apoyos de todo tipo, se han visto en la necesidad de cancelar estas publicaciones al no poder sostener el pago requerido para aparecer en algunas de las redes sociales, por lo que se han volcado al Facebook que no cobra como tener un portal en internet; sin embargo, lo peor de esto es que, por la falta de apoyos de todo tipo, quienes más han salido perjudicados son quienes anteriormente colaboraban en la edición de los impresos y posteriormente en los digitales, ya que hoy se sabe que muchos de estos trabajadores ya no han recibido salarios durante varias quincenas y menos recibieron aguinaldo en las pasadas fechas decembrinas. Y si a esto se le añade la crisis económica por la que ya tiene mucho tiempo atravesando nuestro país, y ahora con la crisis de salud generada por la pandemia, pues es obvio que mucha gente no nada más está sufriendo por malestares de salud, sino económicos también.
Allá en el último tercio de la década de los años 60 del siglo pasado, al estar trabajando como repartidores de periódicos de la cadena periodística José García Valseca, que publicaba El Occidental y El Sol de Guadalajara, mientras un servidor y otros compañeros no teníamos reparto, nos pasaban a las oficinas a verificar las suscripciones dándolas de baja o alta, según fuera el caso. En las inmediaciones de las máquinas impresoras, había una bodega llena de periódicos que, según los trabajadores, ahí aglutinaban las ediciones mal impresas, así como las sobrantes que no se vendían, para después venderlas al kilo y otros sitios que después las repartían a los comercios para envoltura. Y ahí fue cuando me enteré de que un periódico no subsiste por la venta de ejemplares de sus diarios, sino por la publicidad, tanto oficial como pública y privada, las inserciones pagadas y los anuncios de ofertas de empleos y venta de diversos artículos, etcétera.
En aquellos años, en los avisos de ocasión que, era en donde se ofrecían empleos, venta y renta de autos, casas y otras cosas, el periódico cobraba .10 centavos por palabra y .15 centavos por las “negritas o mayúsculas”, con un mínimo de diez palabras por anuncio. Las suscripciones dejaban dinero, pero no para mantener el diario; y en esos años “El Occidental” tenía muchos suscriptores porque cada año rifaba una casa entre ellos, por lo que mucha gente se suscribía tirándole a sacarse la casa; aunque obviamente, también por la lectura.
Sea pues. Vale.
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