Chisgarabís
Oscar González Bonilla
30 de Septiembre de 2021
EL POETA Y LA LLAVE
El 29 de agosto fue cumpleaños de mi amigo Octavio Campa Bonilla. Hace como diez años que Octavio y yo pertenecemos al mismo grupo de teatro que tiene como director al hijo de éste: Octavio Campa Hernández.
Esa mañana Campa Bonilla me dijo: estamos citados a las 4 de la tarde. La convocatoria era en el microforo “Jorge Ramírez” de la avenida Allende entre Veracruz y Puebla en Tepic. Sí, contesté, espero llegar cuando menos quince minutos antes de la hora. Luego entonces me retó a que así fuera, sabedor de que la mayoría de las veces llego después de la hora.
Con motivo de su cumpleaños, con anticipación se programó Tertulia Poética para ese día homenajear al vate santiaguense con lectura de algunas de sus obras del vasto trabajo literario que le ha merecido premios locales, nacionales e internacionales.
Hice el propósito de abordar el transporte público media hora antes de las cuatro. Por suerte con 20 minutos de ventaja arribé al lugar de la cita. Observé que el pequeño teatro aún permanecía cerrado, por tanto a la sombra de la tarde me senté a esperar en una de las dos bancas metálicas en la banqueta de la avenida Allende, cercana al microforo, pero más al edificio de la escuela “Presidente Alemán”.
Minutos más tarde llegaron al lugar Martha, esposa de Campa Bonilla, Octavio y un infante, al parecer nieto de ambos. Para que se dieran cuenta de mi presencia, desde la banca les eché un grito. Se dieron por enterados. Pero pasó un rato y ellos permanecían en la banqueta, sin ingresar al local.
Enseguida el poeta caminó hasta el sitio donde yo me encontraba. Sentado escuché sus alegatos. A esta mujer se le olvidó la llave, dijo. Suele suceder cuando nos alcanza la vejez, argumenté. No debe ser así, yo reúno las cosas que voy a necesitar antes de salir de la casa, hay que ser precavidos, sentenció.
Luego me señaló que después de los reclamos por el olvido, Martha le indicó: Bueno, está bien, ¿pero qué quieres que haga?
-¡Pues que te conviertas en llave para abrir!, le espetó Campa.
-Ja ja ja ja, solté la carcajada. Pero de inmediato le manifesté: A ver, tú conviértete en víbora en este momento.
Al refunfuñar se retiró para ir en espera de que su hijo llegara llave en mano, lo cual sucedió enseguida.
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