Tepic, Nayarit, viernes 19 de abril de 2024

La vacuna cubana, una esperanza para Latinoamérica y el mundo

Sergio Mejía Cano

13 de Julio de 2021

La semana pasada se dio a conocer en diversos medios de comunicación que en la Hermana República de Cuba se había dado a conocer una vacuna contra el covid-19, denominada como “Abdala”; y aunque Cuba tiene otras vacunas como “Soberana 2”, la de Abdala ha demostrado tener una eficiencia de al menos un 92.28% de efectividad, contra un 91.2% de la Soberana 2-

 Ahora nomás falta que el gobierno gringo le ponga trabas como lo está haciendo con la “Cansino” de fabricación china, pues no la acepta en los viajes que utilicen sus líneas aéreas o en viajantes que quieran ingresar a los Estados Unidos; y más coraje para los gringos, porque la vacuna cubana se consideraría más bien regional, pues podría estar destinada a países latinoamericanos, como Venezuela que ya adquirió varias dosis de esta vacuna Abdala, así como Irán, y esto último menos le pareció al gobierno estadounidense que, por alguna extraña razón, pone en entredicho a la vacuna china, país con el  que tiene por el momento serias controversias comerciales, ya no digamos con Irán, con quien podría tener hasta un conflicto bélico.

 Por más detractores que tenga la mayor de las islas antillanas, Cuba, nadie ha puesto en duda de que esta isla caribeña tiene un Servicio de Salud de primer mundo, por lo que su vacuna podría ser de lo más confiable, pues ya México está listo para su adquisición, algo que podría darse en un plazo corto; aunque no le parezca para nada al gobierno gringo.

 Esto de que Cuba esté en los primeros niveles del mundo en cuestión de la medicina, por supuesto que no les cae nada bien a su detractores y menos a los gobiernos gringos que por décadas han bloqueado en muchas formas a Cuba, y no han podido acabarla y menos convencer a la mayoría de sus ciudadanos de que viven bajo un régimen totalitario y dictatorial y supuestamente violador de los Derechos Humanos, sin embargo, el comandante Fidel Castro Ruz, lo señaló en su momento diciendo que qué más derechos humanos que los de la salud y la educación, algo que cuesta mucho a la mayoría de los estadounidenses; y si de derechos se trata, el auto llamado y censor de otros países en cuestiones de libertades humanas. Los Estados Unidos es uno de los países que menos libertades les dan a sus ciudadanos que consideran de segunda, como los afroamericanos, latinos, asiáticos e indios, y menos a los nativos de esa parte del continente que hoy se conoce como América, a quienes relegaron a reservaciones en lugares inhóspitos y casi inhabitables. Y son los gobiernos gringos que se han dicho, se dicen y se dirán los adalides de los derechos humanos, sin poner un gramo de muestra.

 A muchos de los que hoy somos adultos de la tercera edad o como dijera el pasmarote de Vicente Fox: “adultos en plenitud”, nos atrapó la Revolución Cubana, más que la mexicana, pues la nuestra dio de sí volviendo a estar, en ciertas formas, como estaba todo antes de la revolufia: ricos, pobres, grandes potentados, esclavismo disfrazado, represiones, discriminación y desprecio por las clases populares en las que, se podría decir estuvieron basadas desde siempre, las luchas intestinas del país, pero que ya una vez pasado el conflicto, vuelven a su estatus relegado de siempre.

 A principio y mediados de los años 60 del siglo pasado, en la mayoría de los hogares populares no se dejaba de hablar de la Revolución Cubana, y por ende de Castro Ruz, incluso en centros de trabajo y precisamente hasta en las escuelas, principalmente en las secundarias y preparatorias y, posiblemente en las de educación superior, por ser un tema casi mundial, debido a por cómo Cuba dejó de ser el burdel de los Estados Unidos haciendo salir a los cubanos a quienes no les gustaba trabajar tumbando caña ni cortar tabaco.

 Luego viene el bloqueo gringo dejando a los cubanos sin suministros a los que estaban acostumbrados. Así que al preguntarle a mi papá, a su modo nos dio a entender diciéndonos a sus hijos que, si por ejemplo, el señor de la tienda de la esquina ya no le quisiera vender nada ni los demás tenderos del barrio en toda la colonia, y como él tenía la obligación de mantenernos, pues tendría que ir a buscar a ver quién le vendía víveres y demás cosas que se ocuparan para la casa; y si un abarrotero del otro lado de la ciudad estaba dispuesto a surtirle todo y hasta traerlo a domicilio, pues obviamente que a los abarroteros del barrio les iba a dar coraje y tratarían de impedir que aquel tendero del otro lado de la ciudad nos surtiera lo necesario.

 Sea pues. Vale.

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