Tepic, Nayarit, sábado 23 de noviembre de 2024

Agua va, agáchense o quítense

Sergio Mejía Cano

18 de Junio de 2021

En la mayoría de los medios locales, se ha informado que el todavía presidente municipal de Tepic, Francisco Javier Castellón Fonseca, le delegará varias obras inconclusas a la hoy presidente electa, Geraldine Ponce Méndez, y entre otras obras será la conclusión de una plaza para los comerciantes ambulantes en el especio que llegó a ocupar el edificio del Desarrollo Integral de la Familia (DIF), en la esquina de las calles Amado Nervo y Puebla, costado norte de la Presidencia Municipal. 

 Sin embargo, algo que se requiere de inmediato y a la voz de ya, es el saneamiento del río Mololoa; y si bien correspondería más bien al Gobierno Federal, por ser catalogados los ríos como pertenecientes a la zona federal, aun así, una de las promesas como legisladora federal de Ponce Méndez, fue gestionar por todos los medios posibles ayuda y apoyo para el saneamiento de dicho río. Así que todo indica que sí se le pondrá atención al Mololoa ya una vez que entre en funciones la señorita Geraldine Ponce como presidente del municipio de la capital nayarita, pues lo más probable es que no la dejen colgada de la brocha ni el próximo gobernante de Nayarit ni el mismo Gobierno Federal, y menos porque siendo aún diputada federal, Geraldine Ponce invitó a la señora Blanca Jiménez, directora de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) y otros funcionarios federales pertenecientes a dicho organismo, para plantearles el asunto en cuestión e inclusive se habló de que aparte del saneamiento del río, se podría llevar a cabo una reforestación y renovación tal, que buena parte del río se convierta en zona turística.

 Sin embargo, hasta el día de hoy, gobiernos de los tres niveles han ido y venido y el río Mololoa cada vez está peor de salud, y más con el crecimiento de la mancha urbana tanto a ambos lados del rió como a todo lo largo de su cauce y, que como suele suceder no nada más en Tepic, sino hasta en gran parte del mundo, los ríos y arroyos se aprovechan para descargar sobre ellos los desechos humanos y, con el crecimiento de la industria, aguas residuales y contaminantes de todo tipo; y si bien Tepic no cuenta con una industria galopante, sí cuenta con talleres y negocios de diversos tipos y giros que “tradicionalmente” vierten sus desechos que, muchos de ellos, podrían ser tachados como altamente contaminantes, pero lo peor es que existe la posibilidad de que los drenajes de la mayoría de los asentamientos humanos que se han generado, y los de antes también, tengan sus drenajes conectados al río; pues el aroma nauseabundo que despide el Mololoa es cada día más fuerte y penetrante, y ya no nada más en determinadas zonas del río, sino que se extiende este fétido olor a todo lo largo del río que atraviesa gran parte  de la ciudad de Tepic.

 Y si bien se dice que ya existen plantas de tratamiento de aguas negras en las inmediaciones de una plaza comercial, y que por lo mismo se ha extendido el pestilente hedor, tal vez no sea suficiente y se requieran más, precisamente por ir creciendo la cantidad de desechos que se vierten al río Mololoa.

 Se nos ha dicho muchos de nosotros, que los nómadas errantes dejaron de serlo y llegaron a establecerse a las orillas de ríos, arroyos, lagos y lagunas, para pasar a ser sedentarios, y así ir creciendo día a día hasta conformar las grandes ciudades que hoy existen y que están precisamente en dichas orillas.

 Aquí en nuestro continente, se dice históricamente que nuestros antepasados autóctonos aprovechaban el excremento como abono y tenían un sistema de drenaje que iba a dar a fosas sépticas; pero con la invasión española y su dominio posterior sobre las naciones ya establecidas, se deshizo gran parte del sistema de los nativos y, como los europeos desconocían los sistemas de drenaje o si los conocían les dio flojera construirlos, así que acostumbraban a aventar sus desechos orgánicos a media calle que, por gravedad iban bajando paulatinamente y más rápido en temporada de lluvia hacia los cercanos ríos, arroyos, lagos y lagunas, contaminándolas poco a poco. Se ha documentado que la palabra tan arraigada que tenemos los mexicanos de ¡aguas!, viene de aquella costumbre de los europeos de aventar sus orines y excremento por la ventana gritando a la vez: ¡agua va! Y a agacharse o hacerse a un lado los que iban pasando por ahí.

 Como dato curioso, se dice según los que saben, es que el olor llega por medio de partículas de las que se impregna la nariz; pero no nada más la nariz, sino la comida también.

 Sea pues. Vale.

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