El cobro de factura de la Madre Naturaleza
Sergio Mejía Cano
17 de diciembre de 2020
Un tema recurrente entre familiares, amigos y conocidos, es el porqué hay gente que por más que se ha cuidado cumpliendo con todas las medidas de seguridad dictadas confinándose en sus domicilios, guardando sana distancia, portando el dañino cubre-bocas, etcétera, y aun así resulta contagiada o mínimo da positivo al covid-19. Algo que pareciera inexplicable en cierta medida y más, cuando se informa de personajes de la vida política, la farándula, del deporte y que coincidentemente la libran, pero no así otras personas que no son conocidas públicamente.
¿No querrá decir todo esto que estamos en el camino equivocado a pesar de estar cumpliendo con todas las medidas de seguridad adoptadas y de todos modos nos infectamos o estamos propensos a contagiarnos?
Si bien no es ético escribir de asuntos personales en una columna de opinión, en ocasiones es necesario para tratar de enfocar determinado asunto a tratar.
A principios de los años 90 del siglo pasado, uno de mis cuñados requirió someterse a terapias de hemodiálisis, por lo que tenía que acudir a una clínica del IMSS cotidianamente para recibir ese tratamiento. Mi cuñado, que por cierto ya falleció, desde que se hizo novio de una de mis hermanas, gustaba mucho de ingerir refresco de cola, le encantaba y le satisfacía mejor que el agua, según sus propias palabras de respuesta al preguntarle cierta vez si no tomaba agua, aunque de vez en cuando si bebía agua natural; pero prefería más el nefasto refresco embotellado.
Un día le solicité de favor que si les podía preguntar a los otros pacientes que iban a la hemodiálisis, si tenían los mismos hábitos que él de preferir tomar refresco en vez de agua. Y sí, me comentó que la mayoría de los demás pacientes de hemodiálisis que coincidían a la terapia junto con él, le dijeron algunos que porque no les gustaba mucho el agua y otros que lo preferían el refresco en vez de agua natural; y más, a la hora de los alimentos, pues no comían a gusto si no tenían su refresco de cola a un lado de su platillo del día.
Así que ahora, con tantos fallecidos atribuidos al coronavirus, por qué no se hace un estudio respecto a los hábitos alimenticios de esos muertos, para ver si coinciden en cuanto a las costumbres alimenticias; y si bien ya se ha dicho que muchos de los ahora desaparecidos fueron por comorbilidad, complicaciones con otros padecimientos como diabetes, hipertensión y, en algunos casos, obesidad que, al juntarse con el covid-19 contribuyó a que se agravaran los pacientes y fallecieran. Si se investigara a fondo, tal vez también se llegaría a comprobar que muchos de los fallecidos tenían desnutrición, anemia debido a la forma en que se podían alimentar estas personas y, si bien algunas sí tuvieran los medios para alimentarse sanamente; pero que a la mejor no les gustaba comer frutas, verduras, vegetales y legumbres de todo tipo, prefiriendo comida enlatada y pan embolsado y, desde luego, bebidas embotelladas o en su caso, preferir comida rápida también considerada como comida chatarra, así como fritangas industria
lizas que, tal y como se ha documentado, todos los ingredientes químicos que se le añaden tales como conservadores, colorantes y saborizantes artificiales, etcétera, han resultado altamente dañinos para el organismo humano.
Me comentó un amigo, que podría existir la posibilidad de que todas estas enfermedades que están apareciendo, así como las que han comenzado a resurgir, podría ser el cobro de factura de la Madre Naturaleza, debido a los granos transgénicos, pues al modificar genéticamente el maíz, la soya, el trigo y otras gramíneas, podría ser el resultado del colapso de nuestro organismo, de ahí que este mal llamado covid-19 y otras epidemias se hayan extendido entre la humanidad; porque además, ahora se anuncia sobre otra posible enfermedad que está en la India.
Así que existe la posibilidad de que sea la química artificial que hemos estado consumiendo ya desde hace varios años la que nos esté diezmando y no una bacteria o un virus que ya se ha documentado también, no pulula en el aire ni va matando gente nomás porque sí, sino que el mal no está en el aire, sino que es la química industrial la que se aprovecha de organismos con defensas orgánicas bajas y he ahí las consecuencias.
Ya es muy raro que en zonas urbanas hoy en día nos alimentemos sanamente, porque la mayoría de los productos que consumimos son tratados químicamente, frutas y verduras de invernadero; pollos y huevos de muy dudosa calidad.
Sea pues. Vale.
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