Tepic, Nayarit, jueves 18 de abril de 2024

Nayaritas del centenario

17 de agosto de 2020

“Yo amé el teatro por mi bisabuela. Cuenta la leyenda que mi bisabuela llegó a Tepic en burro desde Colima. Era una mujer con un carácter muy fuerte. Era muy estricta pero también tenía la sensibilidad para las artes. Había en Tepic una carpa que se llamaba Tayita, en donde se presentaban obras de teatro. Mi bisabuela me llevaba caminando hasta la Mololoa, que era donde estaba la carpa y veíamos un gran repertorio, diario cambiaban de obra: Los árboles mueren de pie, No vas a ser madre, El seminarista de los ojos negros, El manto sagrado y después se hacía una gran fiesta. Nací en la ciudad de Tepic, en el barrio de El Purísimo. Aquí somos de barrios, yo me crié en El Purísimo. Cuando tenía 10 años formamos un grupito de teatro para sacar fondos para la iglesia de El Purísimo Corazón. Yo dirigía el grupito. Más adelante, hubo aquí un grupo de teatro experimental. Era un teatro para unas ciento cincuenta personas, pero que con gran éxito montaba las obras. Me presentaron con el maestro Alfredo Castilla, quien dirigía el teatro, y con él hice como veintidós obras de teatro y un monólogo que se llamó La novia. Teníamos mucho éxito, nuestras obras podían durar hasta una semana. Teníamos un público constante. Nos fuimos a un concurso a Colima y Oaxaca, yo iba como primera actriz representando a un personaje que se llamaba Matea. Tenía como 16 años, la Cruz Roja de Guadalajara nos compró cuatro obras de teatro para sus fondos, éramos un grupazo. Me vieron actuar en Guadalajara y fueron a buscarme a Tepic, a decirme que tenía talento para irme a estudiar a la Ciudad de México. Mi mamá me tenía estudiando mecanografía, pero pues yo estaba metidaza en el teatro. Me fui a la Ciudad de México entre los cincuentas y sesentas. Me subí al autobús y recuerdo todavía la cara de mi bisabuela y mi madre, toda la familia pegada a los vidrios del autobús. Llegué y me inscribí a la escuela de teatro, hice el examen de audición y me aceptaron. Mi primer maestro de actuación fue Javier Rojas; él iba a montar una obra y siendo alumna de primer año me invitó. Estando en la escuela también hice otra obra con Fernando Wagner para Bellas Artes que se llamó La llorona y luego hice otra obra con otro gran maestro de teatro que se llama Salvador Novo. Hice una prueba para hacer radionovelas y me quedé con unos papelazos. Con mi timbre de voz me tocaban los papeles de mala, pero pues eran unos papelazos. Hice muchos Kalimanes que todavía pasan en la radio. Eso fue una gran escuela para mí. La radio te enseña muchísimo a darle una gran importancia a la palabra, te enseña a matizar y el matiz en el teatro es muy importante. Terminé mi preparación en la escuela de Andrés Soler y me casé con un actor ya fallecido. Él se tenía que ir a hacer una película a España, entonces quedamos de vernos en Roma. Canté casi un año en la Ciudad de México. Cantaba en un bar muy bonito, canté para pagar mi viaje y me fui. Me fui y planeamos un viaje de cuatro meses y me quedé casi nueve años viviendo en Roma. Mi marido se regresó, añoraba trabajar en México, era película tras película y en Europa apenas empezábamos. Estábamos en la época del espagueti western y las películas western. Hice seis películas western y después me fui a Egipto a hacer otra película. Hice seis películas en Roma. Un 15 de septiembre, me llevaron a la embajada de México en Italia a oír El Grito. Hubo un trío, me invitaron a cantar y ahí estaba un director de orquesta cubano. Se me acercó para invitarme a cantar con su orquesta en Japón. Yo nunca había cantado en una orquesta. Estuve en Japón durante un año. Teníamos un repertorio de canciones en inglés, francés, en alemán y así una especie de vuelta al mundo. Había gente de todos lados; el baterista de España, músicos de Turquía y así. Estuve también en el desierto del Sahara, haciendo una película en donde yo cabalgaba entre las dunas. Con los años volví a México. Cuando empecé a dar clases en el CEA me habló la señora Carla Estrada para que dirigiera Quinceañera, fue mi primera telenovela. Nunca había dirigido telenovelas, hay que saber de cámaras y de técnica para la televisión. Como artista eres artista en todas partes, pero hay técnicas. La televisión tiene su técnica, el cine tiene su técnica y el teatro la suya. La televisión es muy difícil, se hacen treinta o cuarenta escenas diarias. Cuando tú diriges telenovelas llegas a dormir un promedio de dos horas, o a veces ni duermes. A la fecha he dirigido veintitrés telenovelas. Hice María Isabel, que ha gustado mucho por el tema de los huicholes. Hice El manantial, Amor real y muchas más. Con Carla Estrada hice dieciocho telenovelas, luego ella se fue al programa Hoy y yo me fui a dirigir con el Güero Castro la telenovela Teresa, con Sebastián Rulli y Angelique. Después de eso dirigí La tempestad y La imperdonable, con Salvador Mejía. En diciembre terminé de hacer una película en Veracruz con un personaje mágico y muy bonito, indígena desde luego. Los personajes indígenas son maravillosos, por eso los acepto. Me ha inquietado siempre la idea de que exista en Tepic una escuela de teatro. He hablado de mis inquietudes en otros gobiernos. Mi deseo era formar una escuela de actuación en donde se estudiaran mínimo cuatro años. Impartir clases de historia del arte, de actuación, de danza moderna, de danza clásica, de inglés e invitar maestros ya jubilados para que no se lucrara con las clases. Que fuera en una casa antigua, un espacio bonito que te invitara al silencio y al arte, que tuviera su biblioteca y cafetería. No fue posible porque supuestamente no había presupuesto para eso. El proyecto ahí quedó. Hay un proyecto grandioso para rescatar Bellavista en las artes, yo quisiera que mis ojos todavía tuvieran chance de verlo.”

Mónica Miguel, 80 años. Murió el 12 de agosto de 2020.
Actriz, cantante y directora.
Ella es #nayaritadelcentenario

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