Nací en Acaponeta, pero no sé ni por qué
Oscar González Bonilla
14 de noviembre de 2019
Perseverante como ha sido en su prolongada vida, pero más que todo atrevido, el doctor en medicina con especialidad en oftalmología Arturo Camarena Flores persiste en su idea de iniciar esta entrevista por el final, sin apego a la estructura común del género periodístico, pero con alarde de conocedor de letras como autor de textos y elevada cultura adquirida mediante la permanente lectura libresca.
Es su deseo que se comience con el conocimiento de su epitafio: “Viví para servir, elegí ser a tener, ya no hay acullá”. Deberá ser esta su inscripción sepulcral cuando sus restos reposen en el panteón Hidalgo de la capital nayarita al igual que los de familiares Camarena que han pasado a mejor vida. Pero pese a sus 83 años de edad, el doctor Arturo Camarena Flores no tiene el mínimo interés de que llegue pronto el final de su existencia. Al solicitarle la entrevista me espetó: “¡Qué crees que ya me voy a morir, o qué!”.
Arturo Camarena Flores considera que su vida es un cuento muy largo, sin embargo acepta que nació en Acaponeta el 7 de agosto de 1936. “Si mi infancia se pudiera reducir a palabras, diría: eterna felicidad. Fui un niño muy feliz y muy aguzado. Es decir, muy avivados los sentidos, listo, precoz, bueno para los mandados y servicial”. Admite también que su infancia fue permanente vagancia. Recuerdo más vívido son los constantes recorridos por orilla del río Mololoa en Tepic desde más allá del “Tornillo” hasta “El Punto” por el rumbo de las ruinas de la fábrica de Jauja.
Por su carácter indomesticable, Camarena Flores cree fue decisión maternal que lo llevó al internado “Hijos del Ejército” (en Tepic donde hoy se ubica el edificio escolar de la Fernando Montaño). En ese centro educativo aprendió disciplina militar que mucho le sirvió para abrirse paso en la vida. “Con enorme cariño recuerdo a mi escuela primaria porque fue la base de mi formación. En aquel entonces tuve grandes maestros que procedían de Guanajuato, Michoacán, Estado de México y Distrito Federal”. Aunque dice tener la particularidad de recordar nombre y apellido de todos sus mentores desde educación básica hasta profesional, desistió nombrarlos porque llevaría horas.
Con franqueza de expresión, el galeno da a saber que su procedencia es de origen humilde. Pero dentro de su pobreza encontró la fortuna de tener dos madres: “una me parió y la otra me crió”. La familia fue numerosa. Por parte de su padre tuvo doce tíos y alrededor de 40 primos-hermanos, entre los cuales hubo de oficios carpinteros, herreros y zapateros. Por el lado de su madre adoptiva también fueron en cantidad los parientes. De estos últimos la actividad principal giró en torno al restaurante “El Mexicano”, ubicado en Tepic por la calle Hidalgo entre Veracruz y México. Además José, hijo de ella, era propietario de un billar, donde Arturo Camarena fue coime. “En el mejor sentido de la palabra, coime quiere decir el que pone las bolas, cobra tiempo, pero además me convertí en experto jugador de billar a la temprana edad de nueve años”.
Cuando se le inquiere sobre su lugar de nacimiento, el Oculista de inmediato responde que en Acaponeta, “no sé ni por qué. Conocí Acaponeta cuando tenía 24 años de edad. Allá no cuento con un solo familiar. Mi padre no sé si se llamó Wenceslao, Ladislao o Estanislao Camarena Parada. Fue arriero, posteriormente policía municipal, como tal fue asesinado a los 32 años de edad en “La Flauta”, un mercado que en la ciudad de Tepic se localizaba por la calle Puebla entre Lerdo y Amado Nervo. Del ayuntamiento capitalino, en el panteón Hidalgo se obtuvo a perpetuidad un terreno de primera clase, donde descansan restos de la familia Camarena”.
Sobre su madre que lo parió, el doctor Arturo Camarena asegura se llamó Ángela Flores Amador, originaria de Colima, pero sostiene que jamás le conoció pariente alguno. “Me contaba que tenía una hermana que trabajaba en Correos y un hermano que era joyero. De adulto visité Colima. No conservo ninguna foto de mi madre ni de mi padre, solamente tengo una foto de mi madre adoptiva, Soledad González, propietaria del restaurante “El Mexicano”, negocio que llenó una gran época en Tepic de 1940 a 1980.
A tierna edad de meses, Arturo Camarena por sus padres de crianza fue trasladado de Acaponeta a Tepic, lugar donde desarrolló la mayor parte de su vida. Del aquel tiempo tiene fijo en la memoria la estación del Ferrocarril del Pacífico con dos restaurantes, uno de Don Juan Ortega junto a la vía y el de su mamá Chole (Soledad González), pero a diario los andenes se convertían hasta en diez puestos de comida con mesas movibles.
La competencia era despiadada, por tanto doña Chole decidió emigrar para situar su restaurante cercano a la carretera Internacional, hoy el punto se ubica por la calle Herrera y Colima, contraesquina del hotel Nekie. El negocio tenía de vecindad al barrio de El Molino, donde vivían obreros del ingenio azucarero con capacidad económica para el consumo. Además favorecía la cercanía de la zona roja (Siete Esquinas) con la presencia de vastedad de comensales.
A la declaración antedicha, el doctor Camarena añade a pregunta expresa que en la ciudad de Tepic su barrio inicial fue en la calle San Luis sur entre avenida Juárez y Miñón. Dice que en ese domicilio no sólo transcurrió su infancia sino hasta que se marchó a la ciudad de México (1958) para cursar estudios profesionales de medicina humana.
Sabedor de que un mediano bienestar tranquilo es preferible a la opulencia llena de preocupaciones, el Oftalmólogo, en la actualidad en retiro por la pesadez de los años -ser viejo es difícil-, desde la inocente niñez comenzó la tarea de realizar diversos oficios con la fe puesta en ganar dinero. “Yo fui aprendiz de todo y oficial de nada”, expresa con explosivo sarcasmo.
En su narración observa le causó extrañeza que siendo brillante alumno de primaria, primer lugar en quinto y sexto, declamador oficial y otras virtudes, hubo un maestro de estrecha cercanía a él le aconsejara no entrar a la secundaria. Seguramente porque emocionalmente estaba inmaduro, expone Camarena. Sin embargo, ingresó en 1949 a la secundaria federal, pero en segundo año desistió, se fue.
¿Por qué? “Tenía la disyuntiva de una madre pobre y una madre rica. Mi madre pobre la cocinera, era una persona muy enferma, tenía asma crónica. Entonces, no se me hacía justo estar yo cómodamente sentado y mi madre batallando. Me salí de la secundaria para trabajar”.
Tuvo múltiples quehaceres. Trabajador de talleres como cajista en el periódico Sol de Tepic, en oficinas administrativas de la estación de ferrocarril local, cajero del restaurante “El Mexicano”, también tuvo empleo en la gasolinera Uribe de las avenidas Juárez y Galicia, Cigarrera La Moderna (fue pagador de la constructora Maya), Tabaco en Rama, luego Tabamex, entre otros tantos. Además aprendió mecanografía en la academia Pitman.
A la vuelta de tres años, Camarena intentó ingresar de nuevo a la secundaria federal para concluir estudios. “Cuando me presenté, textualmente me dijo el señor director J. Jesús Ruiz Aguilar, santo varón: mira niño, mientras yo esté de director tú no entras a la secundaria. Comprendí que tenía razón, era yo un diablo”. Comenta que pasado el tiempo tuvo acceso a la secundaria, y su máximo orgullo es que con satisfacción concluyó estudios. En 1955 entró a la Preparatoria que cursó sin contratiempo alguno.
El doctor Arturo Camarena Flores, días previos a la entrevista, hizo el ensayo de escribir en libreta de apuntes los episodios de su larga vida. Postergó el encuentro con el propósito de que se revelaran los recuerdos y, entonces, capturarlos. Son muchísimos, en tanto necesitaba tiempo y bastante calma. Fueron varios los encuentros con el reportero, y en distintos sitios. Después de todo el Oculista se convenció que para él mucho mejor sería dar respuesta a preguntas del periodista, como finalmente sucedió. “Pregúntame, pregúntame”, decía con ese gesto de humor agradable, gracia natural muy seductora.
Luego entonces, en una de esas citas con actitud prevista sacó un libro de su autoría titulado La Medicina y Tus Ojos. ¿Ya lo leíste?, preguntó. No, la respuesta. Con la dedicatoria respectiva lo puso en mis manos. Aquí encontrarás interesantes pasajes de mi vida. Enseguida, enérgico advirtió: tú debes antes investigar sobre las actividades del personaje a entrevistar para que no llegues al encuentro con las manos vacías, con la mente en blanco. De esa manera me obligó leer un texto de 204 páginas con valioso contenido y plagada erudición.
Con personalidad individual que se diferencia de los demás, Arturo Camarena Flores, joven de 22 años, con firmeza dirige sus pasos a la ciudad de México con el propósito de cursar estudios profesionales de medicina humana en la UNAM. Nace la vocación en su deseo inmenso de auxiliar a su madre Ángela Flores en sus diarias crisis asmáticas, pues el ataque a la enfermedad es una sensación inminente de muerte.
Otra motivación, considera Camarena, fue la existencia en casa de bastantes libros de medicina de su hermano de crianza, Salvador Benítez, quien terminaba la carrera de Medicina cuando el declarante cursaba la secundaria. Durante su estancia en la Preparatoria ya había leído cantidad de textos de la especialidad, por ello cree que se le facilitó su ingreso en 1958 a la facultad en la UNAM.
Luego de siete años de estudios de medicina general, Arturo Camarena confiesa que nada sabía de Oftalmología. Sostiene que un año después de haberse recibido (1964), realizó internado rotatorio en el Hospital Juárez y le llamó la atención que en uno de los silenciosos veinte quirófanos había un paciente despierto y cooperador. “Aquel ojo abierto cual almeja reina sin derramar el jugo, aquel dominio de la situación por el cirujano, me hicieron comprender que era el trabajo que podría desarrollar con eficiencia. Tal vez porque en mi adolescencia fui ayudante del relojero de Lupillo Luna Olmos, además aprendiz de telegrafía, especialidades que desarrollaron mi tacto, pero además tenía paciencia para esa labor. La descubrí y mucho me gustó, entonces ya no hubo ninguna duda: sería cirujano oculista”.
Se tituló el 15 de junio de 1965, mientras que la especialidad la hizo en el Hospital General de México de 1968 a 1969. Como médico general logró plaza en Petróleos Mexicanos, por tanto radicó en Minatitlán, Veracruz. Se casó en 1969, a la edad de 33 años, cuando se sintió debidamente preparado y suficientemente sano para dar ese paso. En 1970 vino a radicar en Tepic e instalar enseguida óptica para desarrollar trabajo profesional. Cobró fama de buen oculista, lo que considera logró por su constancia y suerte.
Forma matrimonio con María Cristina Meza Vargas. Tienen cinco hijos: Alejandra, María Cristina, Arturo, Gonzalo y Víctor.
El doctor Arturo Camarena Flores fue maestro de la Escuela de Medicina de la Universidad Autónoma de Nayarit, ha escrito dos libros: La Medicina y Tus Ojos, así como Los Premios Nobel de Medicina del Siglo XX.
Con la curiosidad de mil ojos, el doctor Camarena expone que las ideas no envejecen, podrán pasar de moda o ser incluso superadas. Asimismo sostiene que el hombre sin fe es hombre sin confianza, sin seguridad, sin personalidad. Finalmente se asume como el Quijote: yo sé quién soy.
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