Guerra sucia en las campañas y nada de contenido
Octavio Camelo Romero
05 de Mayo de 2017
Las campañas locales en el Estado de México, Veracruz y Nayarit nos muestran la pobreza política con la cual se está llevando a cabo el proselitismo partidista. En ellas están presentes la puerilidad, la mezquindad y desde luego, la ausencia de contenidos y de propuestas de modelos. Las campañas electorales por la práctica de los candidatos y partidos, tienen como objetivo acabar al conteniente a partir de la denostación y la ridiculización, más que convencer al elector a través de una propuesta política, que considere centralmente la situación prevaleciente por la que atraviesan los electores, las necesidades planteadas por la población, los modelos para solucionar las problemáticas estructurales, así como para satisfacer las demandas inmediatas y más sentidas. En su lugar, emerge con intensidad creciente la guerra sucia para cambiar la percepción de los electores y lograr mayorías a modo del más cínico.
Sin duda que la actual situación del proceso electoral es una manifestación más de la crisis del sistema político mexicano y de los partidos que, no obstante, el creciente desprestigio en el cual han caído, persisten en mantenerse en la cúpula del poder o acceder a él, a partir de triquiñuelas mediáticas y la magnificación de los errores del adversario o de plano la invención de casos y situaciones. Una muestra la tuvimos en el primer debate de candidatos mexiquenses en el pasado 25 de abril y seguramente tendremos otra en el primer debate de candidatos nayaritas en los próximos días.
Las campañas electorales se han convertido en luchas de lodo, con lodo y en el lodo. Al no en convencer al elector a través de una propuesta política consecuente, los contendientes se alejan de la congruencia entre lo que dicen y prometen con la realidad indiscutible que los confronta; de esa manera la situación nacional o estatal nada tiene que ver con sus discursos ni consideraciones, no hay compromisos sociales reales para la transformación de la entidad o de parte del territorio nacional. Esta actitud frívola e irresponsable de partidos y candidatos desprecia y le tiene poco o nulo respeto al elector, al cual ven no únicamente como si fuera menor de edad, sino como un instrumento para arribar al Poder Público que, sin sentimientos, pueden usarlo y desecharlo.
Ese tipo de “campañas políticas” convienen al Poder estatuido. Por eso los Gobiernos, las partidocracias, los mercaderes de las noticias, los empresarios, etc., abonan y coadyuvan para que se ahonde en la crisis política y en la apatía de la población a participar en la vida política del país, buscando a cambio, reducir la posibilidad de que los ciudadanos utilicen las contiendas electorales como vías de avances y cambios políticos en la perspectiva de una nueva sociedad. Para ellos esto es el comienzo; en su lógica podrán seguir episodios y etapas no solo de derroche de recursos en burdo clientelismo, de lluvia lodo y montaje de trampas; ellos así están construyendo el camino hacia el fraude y la violencia política que seguramente campearán en la campaña federal del año entrante. En fin.
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