López Obrador, entre el acoso externo y la traición interna
César Ricardo Luque Santana
02 de Mayo de 2017
Ningún político -al menos en México- ha sido tan calumniado por sus adversarios (de derechas e izquierdas) y por tan largo tiempo como Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Ninguno ha resistido tantos embates, agresiones y fraudes electorales como él, y lo más sorprendente es que, lejos de perjudicarlo al grado de anularlo o neutralizarlo políticamente, ha mantenido por décadas una popularidad que últimamente va en aumento perfilándolo como nunca antes para alcanzar la presidencia de México en el 2018. Este sólo hecho es digno de admiración, consideración y análisis por parte de todos, incluso de sus malquerientes más recalcitrantes. Lo más llamativo sin embargo, es que las baterías de sus enemigos que se caracterizan en mayor o menor grado por su corrupción endémica e hipocresía, se han enfocado persistente y paradójicamente en acusarlo de corrupción, es decir, del único defecto que no tiene, en un intento vano hasta ahora de mancillar su virtud principal: la honestidad. Este empeño de lo que AMLO llama la “ma
leantada” es tal vez para curarse en salud, es decir, no en un afán de denunciar a un supuesto impostor, sino en la tónica de decir: “ya ven, todos somos corruptos” o “él también es corrupto como nosotros.”.
Si lograran demostrar de manera indubitable, contundente, un solo acto de corrupción de López Obrador -por insignificante que fuera- no sólo lo destruirían políticamente sino que también dañarían lo que él representa de dignidad y esperanza de un cambio verdadero de millones de ciudadanos que añoramos se abata la corrupción del sistema que lacera nuestra sociedad y agudizada por el neoliberalismo rapaz, se saneé a las instituciones de la República y se restaure el tejido social altamente deteriorado por la pobreza y la violencia delincuencial. Me viene a colación lo que llegaron a decir ciertos malagradecidos que otrora se beneficiaron de su popularidad, que Morena no es nada sin AMLO para exhibirlo como caudillo (dándole una connotación peyorativa), olvidándose que ellos ahora son casi nada sin él en sus filas, sin lo que fue su activo más significativo por muchos años. Es decir, tratando de descalificar a Morena por el peso que tiene la figura de AMLO en esa organización, se descalificaron a sí mismos, pero en cierto modo tienen razón, pues si López Obrador fuera desacreditado, Morena y la sociedad también sufrirían una gran pérdida. Es más, ni siquiera matando a López Obrador conseguiría la derecha y sus comparsas de la izquierda lumpenizada o mezquina su propósito porque lo convertirían en un mártir y eso de algún modo lo mantendría como un emblema que alentaría la lucha popular
Cómo explicarse la enorme popularidad de López Obrador y la polarización política que provoca a no ser por su tozudez de opositor real del sistema, percepción que se ha ido instalando en millones de mexicanos en contraste con el entreguismo de la autollamada izquierda civilizada (eufemismo de una izquierda colaboracionista con la derecha). El empeoramiento constante de las condiciones materiales de vida de los trabajadores, el saqueo inmisericorde de las riquezas del país, la corrupción descarada y la impunidad de la clase política, así como la inseguridad pública que sugieren la posibilidad de estar ante un Narco-Estado, son factores que también le han ido dando credibilidad. Pero el punto que deseo tratar es el empeño patológico de la corrupta clase política mexicana de destruir a AMLO con acusaciones falsas de corrupción.
La verdad es que no es casual que se quiera destruir a AMLO atacándolo por su virtud principal, mientras que sus defectos reales o supuestos como su dicción tabasqueña, su terquedad, su liderazgo autoritario como caudillo, el epíteto de Mesías, el rollo del populismo, etc., son usados con menor intensidad. Es lógico que ninguno de ellos ni todos juntos valen tanto como lo sería descubrir aunque se un sólo acto de corrupción de López Obrador. Sería como poseer la kryptonita para anular los poderes de Superman, darle en su talón de Aquiles. Esto explica la necedad en calumniarlo sugiriendo de un modo u otros actos de corrupción que obedecen a la estrategia gobbeliana de que una mentira repetida ciento de miles de veces provocará que las masas la perciban como verdad o al menos les permitirá sembrar la duda. Es cierto que si estas campañas calumniosas no funcionaran al menos parcialmente, seguramente no se insistiría en ellas, y aunque también tiene un efecto de rebote o contraproducente, está dirigida principalmente a millones de incautos y en menor medida a reforzar prejuicios de sus malquerientes habituales y de la maleantada.
Lo más indignante de esta estrategia de difamación contra un hombre honrado es que proviene de los corruptos que se han enriquecido hasta la saciedad de manera ilegal a la sombra del poder y al amparo de la red de complicidades que les garantiza la impunidad. Es el mismo grito de “al ladrón, al ladrón” que grita el mismo ladrón señalando a un inocente para despistar a la policía y salirse con la suya, de ahí que la maleantada vocifere, suelte diatribas, mienta con desparpajo, se rasgue las vestiduras cínicamente contra quien representa una amenaza real a sus turbios negocios y privilegios indebidos. Destruyendo a su principal y más auténtico opositor, podrían seguir saqueando las arcas de la nación con total impunidad y entregando las riquezas naturales del país a los extranjeros perniciosos.
Lo que algunos malquerientes de AMLO -que lo son por propensión ideológica de derechas, por su inveterada corrupción o por simple ingenuidad- no se preguntan y menos se explican, es por qué un hombre que durante unas tres décadas ha sido un opositor tenaz y un candidato altamente competitivo, no ha podido ser exhibido como corrupto, toda vez que sus poderosos enemigos que lo odian con ferocidad y que tienen las instancias e instrumentos necesarios para demostrarlo (y sobre todo las ganas). El gobierno federal pudiera en efecto demostrarle enriquecimiento ilícito, casas blancas, cuentas bancarias sospechosas, etc., pero lo único que han podido hacer es montar burdos y ridículos montajes videograbados de gente de algún modo relacionada con AMLO que les ha permitido solamente hacer insinuaciones sin poder demostrar nada. Es como esos videos o fotos trucadas de supuestos extraterrestres o monstruos como “Pie Grande” u otros que están desenfocadas, borrosas, etc., que permiten especular toda clase de cosas pero que en esencia no aportan nada firme. ¿Por qué recurrir a trucos baratos que causan risa a la población si técnicamente podrían demostrar la supuesta corrupción de López Obrador? La respuesta es obvia.
No obstante estas inconsistencias lógicas, van a insistir en seguir calumniándolo y van a multiplicar casos como los de Eva Cadena (que me parece se prestó deliberadamente al teatrito). Es de esperarse que más Evas y Bejaranos aparezcan videograbados recibiendo dinero pues por desgracia en Morena hay algunos dirigentes y candidatos impresentables que se sospecha han incurrido en actos de corrupción y que podrían prestarse o ser utilizados para reforzar la idea de que AMLO recibe sobornos a través de testaferros. Es obvio que si López Obrador buscara beneficios personales ya los hubiera obtenido de un modo u otro sin necesidad de terceras personas, por ejemplo, en los 12 últimos años hubiera sido diputado federal y senador reiteradamente y por la vía plurinominal si así lo hubiera querido, pero este recursos es usado por otros que no sólo se benefician de esta vía (porque no pueden por otra) sino que también favorecen a sus familiares e incondicionales. O simplemente, prestándose a respaldar el régimen apoyando sus reformas estructurales a través de las cuales han implementado el nocivo neoliberalismo.
Desde luego que AMLO sólo puede hacerse responsable de su propia conducta pues es imposible tener un control pleno de lo que hacen sus correligionarios, incluidos los que son más papistas que el Papa. Sería saludable no obstante que al menos estuviera bien informado de la mala fama pública de algunos de sus candidatos y correligionarios y no tomara los señalamientos públicos que se hacen obre ellos como simples chismes o habladas, propias de choques políticos internos en Morena (que también puede ser), pero sobre todo, creo que para blindarse en cierto modo en lo personal y también respecto a Morena de posibles malas prácticas de malos elementos y traidores, es que todos los dirigentes municipales, estatales y nacionales de Morena, así como sus representantes populares y funcionarios emanados de su organización, firmen un documento donde explícitamente se hagan responsables de su conducta, donde les quede claro que son ellos los que pagaran las consecuencias de recibir dinero de procedencia ilícita o dudosa o por incurrir en cualquier otra forma de corrupción que perjudique la imagen pública de AMLO y Morena. En este sentido, serían personalmente responsables de sus actos tanto ante las normas de Morena como en lo dispuesto en las leyes.
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