López Obrador y su talón de Aquiles

La debilidad de López Obrador es su soberbia, su egolatría, su individualismo, su caudillismo. Él cree que la historia de México comienza con él y que su partido, Morena, es el único que existe en el mundo. Es parte de sus limitaciones teóricas, pues, no se debe desconocer que su formación tiene profundas raíces del priismo, formador de cuadros de “media cuchara”, con todo el respeto a nuestros hermanos, los obreros de la construcción.

La egolatría de López Obrador lo conduce a no percibir aspectos fundamentales en la lucha por la sucesión presidencial. Son cuestiones que un cuadro político que aspira a gobernar un país como México, siempre debe tener presente, tal y como fue el caso de Fidel Castro y Salvador Allende, grandes visionarios y conductores de procesos históricos, que honda huella dejaron en América Latina y el mundo entero.

Lo primero: la unidad de la izquierda nacional está en los objetivos prioritarios por construir en este proceso, rumbo al 2018.

La unidad de la izquierda, de toda la izquierda mexicana, es lo primero por plantearnos y, que, se debe construir, insoslayablemente. En México hay muchos cuadros anticapitalistas y prosocialistas, por consecuencia, un gran movimiento de masas que proclama y se propone el cambio revolucionario, estructural, en este país.

López Obrador, definitivamente, no está en esta estrategia ni estimula esta estrategia, ni la busca, ni la promueve, no la construye. La soberbia lo domina y lo aparta de esta línea indispensable para alcanzar la victoria, gobernar y cambiar radicalmente la realidad mexicana. Craso error.

El tabasqueño no aprende de otros procesos, incluso, que se suscitaron por medio de la violencia revolucionaria, tal cual, lo fue, el cubano, dónde Fidel, lo primero que se planteó, fue la unidad orgánica con el movimiento de clase, obrero, jefaturado por el líder comunista Lázaro Peña, gran dirigente del proletariado de la isla, definitivo en la victoria del 1 de enero de 1959 con la huelga nacional y, ya no hablemos de la causa chilena en los años setentas pasado, cuando Neruda, el comunista, Premio Nóbel después, declinó a favor de Allende, el socialista, justo y precisamente para cuidar la unidad entre las dos corrientes históricas de la democracia del país sudamericano, ambas, decisivas y fundamentales en el marco de la estrategia de la Unidad Popular para lograr la victoria y rescatar el patrimonio de la nación vinculado estrechamente al interés social, cuyos objetivos, se alcanzaron durante los tres años de gobierno popular.

La unidad debe ir, por añadidura, más allá de la alianza comunista-socialista, hasta tocar las fronteras progresistas, con el fin de reclutar a los diversos sectores de la clase media, los cuales, juegan un papel determinante en el tránsito democrático, tal y como es, la necesidad del presente histórico mexicano, que tenemos que unir a todos para ganar las elecciones de 2018 y gobernar este país desde Los Pinos y Palacio Nacional.

Es la estrategia que debe seguir y aplicar al pié de la letra López Obrador. De otra suerte, le hará un flaco favor al sistema priista imperante y, de este modo, frustrar una real posibilidad histórica, resultado de su enorme y colosal egolatría, creyendo, equivocadamente, que él y Morena, solos, podrán con el paquete, cuando del universo de 120 millones de seres humanos que poblamos el país, se ha forjado un sinfín de estructuras ideológicas, políticas y sociales, que obligan a tejer muy fino en el tema de las alianzas y la gran unidad nacional.

El caso Nayarit es sintomático. Evidentemente, aquí, el morenismo trabaja abiertamente para favorecer al PRI gobierno, negándose sistemáticamente a participar en la Alianza PRD-PT-PAN-PES, única posibilidad para derrotar al oprobioso y desfasado PRI.

La egolatría y soberbia, pues, es el talón de Aquiles de López Obrador. En el tiempo que falta para la sucesión de 2018, ojalá rectifique y la humildad política, guíe sus pasos.