Credibilidad y oficio político
Marco Vinicio Jaime
05 de Julio de 2016
La realidad contemporánea, es por demás sabido, continúa ofreciendo circunstancias paupérrimas para las mayorías, en términos de calidad de vida, cuando esta última no alcanza siquiera a cubrir estándares aceptables que parten a su vez de criterios establecidos por organismos serios–por su compromiso y estratégica imparcialidad desde el exterior-como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y su preciso Índice de Desarrollo Humano, al igual que los que se encuentran desde hace mucho tiempo en la propia Constitución: salud, vivienda, educación y empleos dignos y suficientes; seguridad y justicia verdaderamente para todos.
Y es que en gran manera, mucho ha tenido que ver ello con la imposibilidad de captar el genuino sentir de la colectividad, cuando se carece de oficio y preparación, de visión, y en consecuencia se recurre a cómodos -pero costosos para el erario-monólogos del “todo está muy bien en unidad”, con su respectivo manojo de datos inconexos y heterogéneos, adquiridos al por mayor, y justificar hasta los “impulsos de una voluntad caprichosa”;de cuando el discurso, por más repetitivo e indigestante en primera persona del singular, no convence porque no posee un mínimo de identificación con la realidad de cada ciudadano, porque es incongruente en un marco de completo alejamiento de la ciudadanía, de beligerancia, intromisión perniciosa en sectores e instituciones, egoísmo y exclusión. De ahí la apatía generalizada del pueblo hacia el tradicional ejercicio de sobreexaltar un entorno que solo las cúpulas y allegados disfrutan, ya sea por simple simpatía o por un singular y remunerador papel de voceador oficial, a falta de una bien estructurada política de comunicación social y política.
No obstante, el costo siempre es inminente, y hasta ahora ha sido pues la claramente demostrada pérdida de credibilidad en la administración pública, en la práctica mal concebida como política, cuando son las acciones de politiquería las que pululan y han enrarecido enormemente el ambiente, reconocidas (muy a su pesar, ante los recientes resultados electorales) por mismas fuerzas y partidos políticos, y en lo sucesivo ineluctables, innegables.
No por nada, el proselitismo de la mayor parte de los nuevos aspirantes a los diferentes cargos de elección, comporta un abigarrado mosaico de actividades, que intenta por todos los medios convencer de forma irredituable a un conglomerado indiferente y desmotivado, porque esto no deja de partir después de todo, del mismo esquema reunión-invitados-simpatizantes, para el planteamiento único y exclusivo de sus propios deseos y concepción del poder, no más, y por lo visto, si no hay comunicación, no hay respuesta, solo el autoengaño de la coacción.
De conformidad, no es casuístico que el Presidente nacional de la Liga de Economistas revolucionarios de México y Director Ejecutivo del FIRCO, Raúl Mejía González, insista en la necesidad de rescatar la esencia política en cada paso del que busca estar al frente en la conducción de los intereses del pueblo, cuando se logra hacer del pueblo -en lo hechos- el principal eje para el desempeño gubernamental, y subsiguiente receptáculo de beneficios intermitentes, de soluciones. Porque ha sido, según sostiene, la politiquería y la falta de comunicación el origen de muchos de los males presentes, y derivado los retrocesos que impactan notablemente en la sociedad.
Y tiene razón, la gente, necesita creer, “tener algo qué defender”, llevársele frente a un nuevo modelo motivacional que le impela a la acción, que le convenza por su factibilidad, lógica, transversalidad y compromiso con la razón -que no atentados a la inteligencia, por su verticalidad lisonjera, paternalista o de limosna-; son los particulares nuevos tiempos pues.
De tal suerte que, Mejía González en un encuentro neurálgico con mujeres el pasado fin de semana – con motivo del 61 aniversario del voto de la mujer en México-, dejó en claro que es preciso partir ya de los “sentimientos de la sociedad”, entablar verdadera identidad con sus anhelos, pero fundamentalmente con lo que necesitan, ese equilibrio entre lo que se quiere y necesita para el desarrollo. Gran apuesta, justo es decirlo, de gran calado comunicacional, que no se adquiere “de la noche a la mañana”, si no que se enriquece y fortalece porque se posee con valores desde el seno de la familia, y se practica día a día, y se retroalimento del contacto permanente con la multiplicidad cultural e idiosincrática del pueblo, es decir, del que sabe dar para recibir, cuando encuentra que hay “más felicidad en dar que en recibir”. De lo contrario, la simulación, el escenario preestructurado de oropel, llega a valer lo mismo que la captura de una imagen sobresaturada de colores, de un producto ficticio, frente a la realidad: se diluye igual que lo pírrico del “triunfo” egoísta (del que se indigesta con el consumo voraz del pastel que nunca tuvo y logró abruptamente tener), y las palabras sin la fuerza de la verdad.
Así, posteriormente en un evento multitudinario con jóvenes y deportistas de los diferentes municipios de la Entidad, Mejía González centró su mensaje en lo indispensable de coadyuvar a la construcción de una nueva generación de hombres y mujeres con valores que vuelvan a creer en el potencial de su participación para la creación de un futuro de mayores oportunidades para todos, objetivo que, de acuerdo a la organización “Chaviza por Nayarit”, y anfitriona del encuentro, es factible con el empeño, la suma y la cohesión de la juventud a partir precisamente de fecundas líneas de acción como el deporte, el cual es y debe ser detonante para el fortalecimiento pues de valores como la disciplina, el respeto, la tenacidad y el esfuerzo, del adquirir consciencia de que no hay triunfos fáciles, sino que la verdadera satisfacción se obtiene de luchar permanentemente y toda la vida, generando beneficios para todos.
Esto es pues, parte imprescindible de una nueva realidad, los tiempos son oscuros y agrios, y solo la credibilidad y el oficio político harán en parte la diferencia. ¿Será posible? ¿Cuánto faltará, y qué tan drástica será la reedificación? Veremos.
Comentarios