Tepic, Nayarit, viernes 29 de marzo de 2024

De familia disfuncional, quienes robaron en mi casa

Oscar González Bonilla

17 de Junio de 2016

Decíamos ayer….los chavos drogadictos que penetraron a mi domicilio la madrugada del sábado 7 de mayo para robar todo lo que pudieron, pertenecen a la banda que en Infonavit El Mirador y puntos intermedios se conoce como Somos Chingones (SC).

El lunes siguiente al día del atraco, una mujer se presentó a la casa. Sabía del robo, y luego de soltar una serie de ideas, concluyó en que si su hijo tenía responsabilidad en el ilícito, “que se le castigue”. Posteriormente el muchacho acudió a nosotros sin la compañía de su madre, solo. Ubicado en sillón de la sala, el rostro reflejaba vergüenza, al principio dijo que él no había participado en el robo (por la primera delación, sabíamos que sí había intervenido en compañía de los hermanos conocidos como El Pollo y Pancho), pero luego de la larga plática terminó aceptando su culpabilidad, aunque “yo no me llevé nada de lo robado”.

Enseguida a la casa acudió un chamaquito para también platicar sobre el tema del robo. Éste nos comentó su participación como quien afuera de la habitación está al tanto de avisar que alguien llegue, hoy les dicen halcones, pues en la esquina vigilaba de un lado a otro. “La neta, doña, yo sí fumo mota”, le manifestó a mi esposa el chaval como de 16 años. La mamá de éste no sé cómo se enteró del robo, pero regañó a su hijo al decirle: “Cómo serás pendejo, la señora de la casa donde se metieron es mi cliente”. Ella, madre soltera, por las tardes vende tamales yendo casa por casa, mientras que en las mañanas se emplea en Aurrerá. La joven mujer se encargó de traerlo frente a nosotros para decir que estaba dispuesta a llevarlo a la Fiscalía para declarar todo lo que él sabía sobre el robo y los rateros. Alguien la persuadió de que no lo hiciera.

Luego entonces, encabronado dije a mi esposa: quién chingados nos estará enviando a esta gente. A nosotros no tienen por qué venir a darnos explicaciones, deberán hacerlo ante la Fiscalía de Nayarit cuando sean detenidos por los agentes de la Comandancia de Robos al mando del abogado Edgar Veytia una vez concluida la investigación.

Para colmo, luego a nuestro domicilio particular se presenta la mamá de los dos jóvenes drogadictos que participaron en el hurto, siendo acompañada por una hermana. Por ella supimos que su hijo apodado El Pollo como de 20 años de edad, fue detenido y después enviado al centro penitenciario “Venustiano Carranza”. Yo no estaba en casa, pero la acongojada madre pidió a mi esposa cita para hablar conmigo. Quiere que le otorgues el perdón a su hijo, me dijo mi mujer.

En comunicación constante con personal del Fiscal Veytia, en la propia secretaría particular de éste me aconsejaron que no se la pusiera tan fácil a la madre del detenido. Incluso el Fiscal me comentó que las cosas iban por buen camino ante una decena de sus elementos que lo rodeaban fuera de su oficina.

La madre llegó junto con su hermana, una vez que se aposentó frente a mí el llanto fue sin parar mientras exponía razones. Le dije que estaría dispuesto apoyarla en su propósito, siempre y cuando cumplieran con indemnizar por todos los daños y perjuicios que me causaron los tres ladrones, entre ellos dos de sus hijos. Yo pensaba que el Fiscal Veytia me llamaría para presentar denuncia ante el agente del Ministerio Público y una vez corrido el trámite, estaría en condiciones de exigir el pago, pero esto nunca ocurrió.

A la llorona mujer -“no te dejes impresionar”, me expresó mi hijo- hice ver que ella, a la par que el padre del muchacho detenido, es responsable de la mala conducta del hijo, así es que déjese de lamentaciones. Sin más se retiraron, ella todavía con el llanto a cuestas. Pero al siguiente día regresaron, y la misma cantaleta, ahora el llanto contagió a la hermana. Esta vez, la atribulada madre se lanzó de rodillas ante mí, pidiéndome el perdón para su hijo preso con sus manos agarradas a mis piernas.

No hay necesidad de esto, señora, le mencioné. Una de mis hijas presente le dio cobijo espiritual, la levantó tomándole del talle, la abrazó y la depositó de nueva cuenta en el asiento sin dejar de apapacharle, mientras el llanto era más intenso. Frente al espectáculo que me disgustó, decidí salir de la casa y regresar hasta en tanto ellas se hubieran retirado.

Cuando menos cinco vecinas se han acercado a platicar con mi mujer. ¡Dizque les robaron!, es la expresión de entrada a la charla, pero su interés es dar a saber que también ellas fueron víctimas de los jóvenes ladrones que integran la banda de Somos Chingones (SC), aunque no se atreven a denunciar. Pero en el cotilleo éstas han dicho que la madre (mujer como de 38 años de edad) de los dos muchachos drogadictos y rateros trabajó en un centro botanero de la ciudad, donde supuestamente conoció al que luego fue su pareja y padre de los descarriados con fama pública de vendedor de droga y hoy chofer de combi ruta 1 Agrónomos-Universidad. Al tiempo se separaron, y la señora decidió ir a los Estados Unidos en busca de trabajo. Los dos chavalos quedaron bajo la custodia de la abuela paterna, domiciliada en la unidad habitacional El Mirador.

La abuela les daba una vida no recomendable, seguro es que crecieron con rencor social. Mientras tanto, la mamá de los chavos se esforzaba por enviarles dinero desde Estados Unidos con el interés de que tuvieran mejor calidad de vida, pero nunca fue así porque la abuela desalmada empleaba el caudal en otros menesteres. Al mismo tiempo la joven mujer logró construir buena casa en una de las colonias que se ubican al norte de Tepic, rumbo a la salida a Bellavista, con dinero producto de su trabajo en el vecino país.

El Pollo fue el único detenido de quienes directa o indirectamente participaron en el robo. A los cinco días de su aprehensión quedó en libertad, no sé porque artes y oficios. De la Fiscalía nada se me ha informado al respecto, muy a pesar de prometer tenerme al tanto.

Hace como quince días, la madre llorona vino a mi casa, como siempre acompañada de su hermana, para hacerme entrega de la pistola que me habían robado y con la que al parecer, el otro de sus hijos nombrado Pancho como de 16 años de edad, se dio un balazo en la pierna. El arma venía envuelta en bolsa común negra, la recibí y hasta después me fijé que estaba recién aceitada y sin el cargador.

Ahora mi esposa, mi hijo y yo vivimos con temor, encerrados en cuanto aparece la noche, el grupo de jóvenes drogadictos y rateros es el rey del barrio al amparo de la oscuridad, es latente la agresión a cualquiera de nosotros pues son ellos los que se sienten ofendidos.

Esta historia continuará si es que el diablo no mete la pata.

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