Los estragos económicos de un gobierno errático
Octavio Camelo Romero
06 de marzo de 2015
Como se ha dicho con anterioridad en este espacio, con la globalización México y su normatividad jurídica tienen necesariamente que ajustarse a los requerimientos del capitalismo mundial. Las Reformas Estructurales del país representaron un gran paso en ese sentido, sin embargo aún faltan algunos ajustes económicos. Los capitales aunque han perdido la nacionalidad al mundializarse, sus matrices conservan todavía su residencia en cierto país. Ya no se puede decir como antes que determinado capital es norteamericano o inglés, aunque su matriz empresarial resida en dichos países. La mundialización del capital se da cuando varios capitales provenientes de distintos puntos geográficos del planeta convergen en una empresa para formar entre todos un gran capital. Empero aún persisten pretensiones de ciertos estados de autoproclamarse fuerzas hegemónicas del planeta para salvaguardar los intereses del capitalismo global. Tales son los casos de dos bloques formados uno por EEUU, el Reino Unido y la Unión Europea y el otro constituido por China y Rusia. Sin embargo el mismo gran capital hace inversiones en ambos bloques sin importarle la ideología o cualquier cosa parecida a ella.
La políticas públicas globales se discuten en Davos en la reunión del Fondo Económico Mundial y se bajan a los Estados nacionales transnacionalizados a través de los organismos transnacionales de financiación, a especie de organismos supranacionales. Los gobiernos nacionales se comportan simplemente como administradores de tales políticas dictadas por el capital transnacional. Todo este acontecer no es un asunto de voluntades, es una necesidad objetiva del capital transnacionalizado, del capitalismo global. Y México no es más que una pequeña pieza del todo. El gobierno mexicano no se sustrajo cuando pudo y hoy menos se ha podido sustraer de esa tendencia de dominación mundial del capital. Por ello se antepone el interés del capital global frente a los intereses de todos los mexicanos.
En México se han constituido dos circuitos económicos. Uno, el de capital intensivo y escasa mano de obra se dedica a producir bienes de producción y de consumo orientados hacia el mercado internacional, hacia el mercado norteamericano en lo fundamental. El otro circuito es el de micro, pequeños y medianos empresarios absorbedores de mucha mano de obra y de escaso capital orientados a los mercados locales, regionales y nacional. Las políticas públicas dictadas por el capital transnacional de reducir el gasto público en programa sociales, de reducir la capacidad adquisitiva de los trabajadores mediante el incremento del salario nominal por debajo del índice inflacionario, de privatizar todas la funciones de gobierno, de privatizar hasta el agua, todas esas políticas afectan al mercado interno porque los grandes compradores en el país son las familias de los trabajadores y los micro, pequeños y medianos empresarios. Si a esta situación le añadimos la devaluación del peso mexicano como consecuencia de la caída internacional del precio del petróleo, entonces es muy bien explicable el desplome del 41.5 por ciento en las utilidades de las principales empresas que sustentan la economía del país. Según la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) las utilidades del cuarto trimestre del año pasado sumaron 37 mil 355 millones de pesos contra 63 mil 869 millones del último trimestre de 2013. Y a esto se añade la previsión de crecimiento de la economía mexicana que especialistas del sector privado nacional y extranjero hacen para este año de 3.29 a 3.08 por ciento. Con estos gobernantes del país no se puede esperar nada bueno. En fin.
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