Arturo Manuel “El Guacho” Zúñiga Estrada
Oscar González Bonilla
29 de diciembre de 2014
Muy tarde me enteré del fallecimiento de mi amigo Arturo Manuel Zúñiga Estrada, mucho más conocido por el sobrenombre de “El Guacho”. Me pesó no haber acompañado al cadáver de mi compañero de oficio cuando menos al panteón donde sus restos descansarán para siempre.
Lamenté haber descuidado el uso de la computadora desde la tarde del 24 de diciembre para dar paso al jolgorio navideño entre familia, primero, enseguida en compañía de estimados amigos que me ofrecieron la oportunidad de convivir para celebrar acercamiento con motivo de los últimos días del año.
Entretenido en esos menesteres, escapó de mí el conocimiento oportuno la muerte del Guacho Zúñiga la noche del 25 de diciembre, según difundió por medio del Facebook otro buen compañero que lo es Bernardo Macías Mora, El Venado para sus amigos. Y fue así como se divulgó la noticia que muchos conocieron, menos yo. El sistema de redes sociales a través de la Internet se ha convertido en vehículo eficaz, más que los medios escritos y menos que la radiodifusión, para hacer llegar información.
Conocí la fatal noticia a través de la voz del columnista Francisco Cruz Ángulo, quien notificó momentos antes que fuera sepultado el amigo común en el panteón de Xalisco ¿Por qué allá?, nos preguntamos sin hallar una lógica explicación. Si El Guacho Zúñiga hizo la mayor parte de su vida en Tepic, comenzó en la casa paterna de la colonia Santa Teresita.
Conocí al Guacho Zúñiga cuando ingresé al Diario del Pacífico dos meses después de haber sido fundado el 9 de marzo de 1973. Ya era él un activo importante del periódico que dirigía Andrés González Reyna, que tenía como jefe de redacción a Francisco Cruz Angulo y en la gerencia general a Emilio Valdez Hernández. Los tres compañeros de estudio en la Preparatoria Del Nayar y después en la UNAM, menos El Guacho que se vanagloriaba de haber recibido educación en los mejores cuarteles del país.
Y en efecto, de propia voz en aquel entonces supe que estuvo asignado a un cuartel de la ciudad de México. Era soldado de caballería. Nunca conocí las razones del por qué desertó del ejército mexicano.
Recuerdo que las mañanas, antes del amanecer, El Guacho Zúñiga se encargaba de transportar buen número de ejemplares del Diario del Pacífico a la zona norte de Nayarit, al paso en cada municipio dejaba la cantidad requerida, sobre todo en Santiago Ixcuintla que tenía un voceador que le apodaban “El Lenguas”. Arturo hacia el viaje todos los días en un auto cuatro puertas, pintado de verde bajito y blanco, marca Chevrolet si no me equivoco.
Al mismo tiempo que recogía información de aquellos lugares, reporteaba la fuente policíaca que consistía en hospitales, Cruz Roja, policías municipal y judicial estatal, así como la agencia del ministerio público federal, material con el cual se constituyó la columna denominada Escaparate de lo Funesto que redactaba con especial singularidad Andrés González Reyna.
A pesar de su sobrepeso, El Guacho era una persona muy activa y siempre con la gracia de traer la broma a flor de labios. Parece ser que Arturo comentó algún día, tengo muy vago ese recuerdo, que la hizo de faquir en Sonora o Baja California. De esos tipos que entierran de cuerpo entero, claro con aditamentos para respirar, y que la gente que paga por el espectáculo sólo mira a través de un cristal la cara del enterrado a metros bajo tierra. Por ello Andrés decía que El Guacho la había hecho de todo, hasta de domador de caimanes, al tiempo que soltaba risa burlona.
El Guacho aprendió fotografía, en la etapa de aprendizaje tuvo acercamiento con fotógrafos con mucha experiencia en el arte, entre ellos don Adolfo Meda Quezada y “El Rudi” Navarro, entre otros. Investido como tal, el director Andrés González Reyna lo designó como reportero a la campaña política del Coronel Rogelio Flores Curiel, quien como candidato del PRI en 1975 le disputó en las elecciones la gubernatura de Nayarit a Alejandro Gascón Mercado, candidato del PPS.
Durante casi seis meses que en épocas anteriores duraban las campañas de proselitismo la información del reportero fue fluida al Diario del Pacífico. Arturo Zúñiga y Flores Curiel se entendieron a las mil maravillas, el primero comentaba que la empatía se debía a que los dos fueron guachos, hijos del Ejército.
El Coronel triunfó en las elecciones, tiempo después de haber asumido el poder El Guacho Zúñiga se casó con Martha Rivas, quien había pertenecido a las Topekas (así las denominó el pueblo), grupo especial de mujeres policía que como presidente municipal de Tepic integró Alejandro Gascón Mercado. El gobernador Flores Curiel y América Manríquez su esposa fueron los padrinos de boda, por consecuencia como regalo los recién casados recibieron absolutamente todo el conjunto de muebles, utensilios y accesorios que requiere una casa.
Zúñiga tuvo una entrañable amistad con el doctor Luis Navarrete Zúñiga, además de protector fue su compadre. Y la relación se desarrolló de esa manera porque el galeno desde la Gran Logia Masónica promovió la fundación del Diario del Pacífico, periódico nacido con el interés de defender la institución educativa (ubicada por calle Abasolo, frente al antiguo Jardín de los Constituyentes, a un costado de Palacio de Gobierno) creada por la masonería desde su centro cultural, de los ataques del gobierno de Roberto Gómez Reyes que consideraba aquello como un nido de comunistas.
Y es que allí fue el centro operativo del Frente de Defensa Popular, surgido del pueblo y de manera espontánea contra arbitrario impuesto (cobrar por los metros de frente que tuviera la casa) del gobierno de Gómez Reyes. Arturo El Guacho Zúñiga fue un activista y agitador de los más importantes. La fuerza social impidió que el gobierno estatal cumpliera su propósito, pero para ello tuvieron que pasar días de mucho esfuerzo, desvelo, ayuno, temor, represión, trabajo de organización y muchas manifestaciones.
Son vastas y largas las historias que contar en el devenir de Arturo Manuel Zúñiga Estrada. Todos quienes lo conocieron guardan, estoy seguro, un buen recuerdo de él, sobre todo por la manera tan elocuente del sarcasmo de que hacía gala. Yo puedo aportar mucho más cosas que vivimos juntos, asimismo muchos otros amigos podrán hacerlo hasta para escribir un libro anecdotario.
El Guacho Zúñiga dos veces intentó quitarse la vida. Es verdad, pero hay compañeros que queriendo ser mordaces, como él lo fue, dicen que se arrojó al río Mololoa, pero como no llevaba suficiente agua lo que logró fue atascarse en el lodo. La otra es que la cuerda que se amarró al cuello no soportó el peso del voluminoso cuerpo y se trozó. Finalmente sucumbió al ataque de un tumor canceroso en la cabeza que mal manejo quirúrgico le dieron en hospital del ISSSTE en Guadalajara.
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