La perversa reforma migratoria
Octavio Camelo Romero
02 de julio de 2014
Recientemente se ha dado a conocer el viejo problema de los niños migrantes; su deambular hasta llegar con sus padres resulta lógico; son hijos de padres y madres migrantes; son dejados en sus ciudades natales al cuidado de los abuelos; tíos o hermanos mayores; son abandonados prácticamente a su suerte; son sujetos de la violencia social y de la violencia familiar; son buscadores de la protección paternal o maternal según sea el caso. Huir a EEUU en busca del familiar no es lo más adecuado pero es la única salida que se le presenta. México, Centro América y Sur América son espacios dominados por el capital transnacional y lugares donde se han agudizado las contradicciones sociales; la riqueza se ha concentrado, se ha centralizado en tanto que la pobreza se ha diseminado por toda Latinoamérica y el Caribe. La miseria es un fenómeno natural del capitalismo, pero la globalización del capital la ha recrudecido y convertido en estrategia para tener mano de obra en demasía y mantenerla barata. De allí que a los niños abandonados por los padres migrantes no se les presente un futuro promisorio. Huir en busca de sus padres es la única alternativa para ellos.
Sin embargo EEUU no es el mejor lugar para ir. Con el capitalismo global se globaliza el trabajo y los trabajadores. El capital globalmente móvil no está regulado pero el trabajo y los trabajadores sí. El trabajo y los trabajadores están sujetos a órdenes institucionales y al control directo de los Estados-Nacionales. Las fronteras de los países se convierten en mecanismos funcionales para la oferta de los trabajadores y para la reproducción del capitalismo. Los Estados-Nacionales encierran y controlan a sus respectivas poblaciones necesitadas de un empleo. Las restricciones migratorias de los EEUU se convierten en perversas estrategias para abaratar aún más la fuerza de trabajo y obtener mayores ganancias. El prohibir el ingreso en la escuela pública de los hijos de inmigrantes ilegales, el bloquear el acceso de las familias indocumentadas a los servicios de salud, el deportar a indocumentados, el encarcelar a niños, etc., significa imponer condiciones más gravosas, ilegales y perversas al trabajo del inmigrante de modo que los patrones puedan explotarlos y controlarlos más y en caso de insubordinarse, hasta deportarlos con el apoyo del Estado.
Se sabe que desde octubre a la fecha más de 52,000 niños latinoamericanos han sido aprehendidos al entrar sin autorización a Estados Unidos.
La líder del bloque demócrata en la Cámara de Representantes Nancy Pelosi expresó en su reciente visita a la frontera con México que tiene escasas esperanzas de que se concrete una amplia reforma inmigratoria este año. La realidad es que la mentada reforma ha servido de bandera electoral pero las condiciones de trabajo de los inmigrantes cada día se agravan más. La Patrulla Fronteriza en el sur de Texas ha estado muy activa en las detenciones por la llegada de niños no acompañados y de padres con hijos pequeños procedentes de Honduras, Guatemala y El Salvador. Las condiciones de vida de estos inmigrantes en sus respectivos países es tan precaria o más que la de los mexicanos del sureste. Por tal motivo es una mano de obra desvalorizada, abaratada al máximo, exactamente como la requiere el capital transnacional. Esa situación hace que haya una diferencia en la deportación de ellos en relación con los inmigrantes mexicanos arrestados después de entrar a territorio estadounidense sin autorización. A los connacionales se les deporta inmediatamente y en cambio a los de Centroamérica no, argumentando que no pueden ser devueltos tan fácilmente. La tan cacareada reforma migratoria norteamericana no pasa de ser una perversa estrategia del capital transnacional para abaratar más la mano de obra y generar mecanismos más férreos de control de los indocumentados. En fin.
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