Pleito de ambiciones en el PAN
Francisco Cruz Angulo
02 de abril de 2014
Los candidatos a la presidencia nacional del Partido Acción Nacional, Ernesto Cordero y Gustavo Madero ensucian sus campañas con descalificaciones, acarreo de gente a sus eventos proselitistas y por los diversos medios de comunicación se acusan mutuamente de tramposos, corruptos y que no tienen la capacidad para ser factor de unidad en el partido. Gustavo Madero durante su gestión como líder nacional y que hoy busca reelegirse en el cargo fue el principal promotor para que en los nuevos estatutos de su partido se cambiaran las reglas de la competencia electoral al interior del blanquiazul de manera que sus militantes eligieran por voto universal, directo y secreto a sus dirigentes nacionales, estatales y municipales. Este paso lo consideró como histórico y que ya no sería la cúpula partidista la que decidiría las candidaturas ni la dirección nacional del partido.
En cambio hubo una férrea oposición a esta reforma de parte de los corderistas identificados con el calderonismo. Dijeron que eso era abrir la caja de pandora. La militancia panista no tiene la cultura del ejercicio de la democracia directa dentro de su partido. Desde la fundación del PAN les fue más funcional la elección interna por delegados a la asamblea nacional, lo que le dio la capacidad de mantener la unidad interna.
Al PRI durante décadas le funcionó muy bien este método de elección interna. Sin embargo cuando vino la exigencia de la base militante de una mayor participación en los procesos de elección interna la cúpula priista primero la ensayó en las entidades y finalmente en la elección a su dirigente nacional entre Roberto Madrazo y Beatriz Paredes. Recordamos que esta elección abierta a militantes y simpatizantes fue un total desastre.
Enseguida vino la elección del candidato del PRI a la presidencia de la república en el año 2000. De igual manera la candidatura se abrió a consulta directa y universal a la militancia y simpatizantes de ese partido. Colapsó y dividió a ese partido, lo que provocó que Roberto Madrazo y el PRI se fueran hasta el tercer lugar en los resultados de la votación nacional cuando ganó la elección el candidato panista, Vicente Fox.
A los dirigentes priistas les costó un huevo recuperar la silla presidencial hasta el 2012 con Enrique Peña Nieto. Durante 12 años de gobierno panista aprendieron la lección.
Si bien es cierto que dieron una mayor participación a la militancia en la elección de sus liderazgos y puestos de elección popular no fue un gran avance en la vida democrática interna de ese partido porque a falta de una cultura política ciudadana para que la democracia fuera una forma de vida cotidiana en la toma de decisiones que fomente la responsabilidad y la ética política, la consulta abierta en los procesos internos para elegir a sus dirigentes y a los puestos de elección popular fue una simulación. Todos conocemos que aquellos grupos que tienen el control de la burocracia y financiera del partido decidirán los resultados de la elección.
Esta misma situación la vivió en sus procesos internos el Partido de la Revolución Democrática (PRD). En sus procesos de elección interna, incluso presumía que era el único partido que abría las candidaturas no solo a su militancia sino a toda la ciudadanía. Como se recordará todas sus consultas provocaron divisiones internas a consecuencias que sus candidatos se tiraron lodo en vez de propuestas. Algunas de esas hasta tuvieron que dirimirse en los tribunales electorales.
Después de esa amarga experiencia en el PRI y el PAN sus dirigentes nacionales optaron por rectificar volviendo a la elección por delegados, lo cual le había dado buenos resultados.
En cambio el blanquiazul está pagando un alto precio político por su novatez en la elección abierta de su presidente nacional a su militancia. Ambos contendientes están enfrascados en una lucha parricida. Por el contrario ninguno de ellos respeta las reglas del juego y provocan enfrentamientos entre panistas. Continuar por este pedregoso camino erosionará inevitablemente a su partido.
En tanto no haya una nueva cultura política ciudadana será un camino muy escabroso estatuir la democracia interna dentro de los partidos. La democracia se construye desde abajo no desde las cúpulas de poder o por decreto presidencial.
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