La sombra de Elba Esther
Francisco Cruz Angulo
27 de agosto de 2013
Durante varias décadas los maestros agrupados en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) gozaron de privilegios gracias a que sus dirigentes formaban parte de la cúpula priista en el Poder Presidencial.
Esta simbiosis SNTE-Gobierno tenía dos propósitos fundamentales: uno, garantizarle al tricolor millones de votos en las contiendan electorales y, dos, ejercer el absoluto control sobre el sindicato más poderoso del país. El gremio magisterial estuvo subordinado a la plataforma ideológica priista del sistema educativo nacional.
A cambio de esta subordinación sus líderes obtenían puestos de elección popular, prebendas económicas, en tanto que a los maestros de a pie se les garantizaba a perpetuidad sus plazas como patrimonio familiar y hasta podían venderlas al mejor postor.
Fue tal el poder que acumuló su última presidenta nacional, Elba Esther Gordillo que desde el sexenio priista del ex presidente, Ernesto Zedillo, luego en los regímenes presidenciales panistas logró alcanzar el total control del sistema educativo nacional.
En el curso de éste último cacicazgo magisterial emanó desde sus entrañas la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en los estados de México, Guerrero, Morelos, Tabasco, Chiapas y Oaxaca los que entre uno de sus objetivos era la democratización de su sindicato y tener libertad partidista y ser tomados en cuenta en el diseño y orientación de los planes y programas de estudios, es decir, recuperar la autonomía sindical respecto al Estado.
Como todos sabemos el cacicazgo de la Profra. Gordillo concluyó cuando el Gobierno de Enrique Peña Nieto la llevó a la cárcel acusada de lavado de dinero y asociación delictuosa.
El mandatario federal creyó que sin la presencia de Elba Esther en el SNTE tendría despejado el camino para hacer su reforma educativa constitucional. Fallaron sus cálculos. Elba Esther anidó células de insubordinación y agitación en la CNTE, mismas que en la última semana secuestraron las dos cámaras del Congreso de la Unión y cercaron al aeropuerto internacional de la Ciudad de México con el fin de impedir que los legisladores aprobaran las leyes reglamentarias al Artículo 3° Constitucional.
Las huestes de la CNTE lograron que la Ley de la Carrera Profesional Docente no fuera dictaminada en el pasado periodo extraordinario de sesiones nada menos que el corazón de la reforma educativa de Peña Nieto. O sea, lo que no logró hacer Elba Esther con todo su poderío, alrededor de 25 mil maestros ejercieron presión en las calles lograron un primer triunfo al poner contra la pared al Gobierno Federal priista.
Se estiró tanto la cuerda en los dirigentes de la Coordinadora y los líderes de las bancadas del PRI-PAN y PRD respecto a la exigencia de los inconformes de abrogar la reforma al Artículo 3° Constitucional que obligó a intervenir al Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; después de varias horas de negociación se firmó un acuerdo de establecer una nueva mesa de dialogo con los coordinadores de las bancadas del PRI-PAN y PRD, tanto de diputados como de senadores a cambio de levantar el bloqueo en la sede de los dos poderes y en el aeropuerto internacional, mientras que los maestros prometieron replegarse al Zócalo capitalino.
Por cierto, el jefe de la bancada panista en el Senado, Ernesto Cordero fue más papista que el Papa. Durante el amotinamiento de los profesores inconformes en las dos Cámaras exigió al Gobierno Federal y al del D.F que se utilizara la fuerza pública para restablecer el orden y la paz pública. Culpó específicamente al Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera de los hechos vandálicos de los disidentes.
Esa exigencia del legislador panista es como echar más gasolina al fuego. ¿Qué gobernante se atrevería a enfrentar con armas de fuego a una muchedumbre enardecida? Solo un baño de sangre lo lograría.
¿Por qué no hizo ese mismo reclamo al presidente Fox cuando cedió a la demanda de los macheteros de Atenco de no construir un nuevo aeropuerto internacional?
En fin, los gobiernos priistas enfrentan lo que ellos mismos prohijaron en el pasado.
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