Turismo non grato
Sergio Mejía Cano
25 de
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de
Una nota de la redacción del periódico Nayarit Opina, de ayer día 23, en su sección Riviera Nayarit, referente a que será “Otro año sin la presencia de los ‘spring breakers’, así denominados los jóvenes estadounidenses y canadienses que tenían por costumbre llegar a las playas mexicanas, sobre todo de esta región occidental del país, debido a las condiciones negativas generadas por el coronavirus.
Esto trajo a mi memoria cómo se las gastaban estos jóvenes en el bello puerto de Mazatlán, Sinaloa, que fue en donde supe por primera vez de estos estudiantes de los vecinos países del norte que, aprovechando sus vacaciones y el buen clima del noroeste de la costa occidental, venía a hacer y deshacer de las suyas sin que prácticamente nadie les llamara la atención.
Y no nada más hacían sus desmanes en las playas y hoteles en donde solían acudir, sino también viajando en los trenes especiales que alquilaban al entonces Ferrocarril del Pacífico, que los traía desde la frontera norte hasta la región del Pacífico mexicano.
Allá a principios de los años 80 del siglo pasado, cuando comenzaba a repuntar la “Zona Dorada”, al norte de Mazatlán, y cuando estaba en todo su apogeo el conjunto “Valentino’s”, un compañero ferroviario nos invitó a la playa a otros compañeros y un servidor, pues no había mucho trabajo en el ferrocarril por lo que tendríamos algunos días de asueto. Así que ahí vamos en el vehículo de nuestro compañero que ahí residía en el bello puerto.
Llegamos a la zona dorada y cuál va siendo nuestra sorpresa que, como ahí los hoteles los estaban construyendo al nivel de playa, pasamos a la misma a través de un hotel de lujo sin que nadie nos llamara la atención ni a nosotros ni a la demás gente que iba y venía de y hacia la playa. Al preguntarle al compañero mazatleco esto, nos dijo que como las playas eran de todos los mexicanos y como habían obstruido las entradas al Mar, los hoteleros del lugar se habían comprometido a dejar pasar a toda la gente mientras se acondicionaban las entradas, cosa que sí sucedió con el tiempo.
Una vez estando en la playa, nos llamó la atención que ahí andaban infinidad de jóvenes gringos de ambos sexos divirtiéndose a su modo, pues uno que parecía afroamericano, al tocarlo una ola le bajó su short y sin pudor lo levantó en alto, y cuando bajó la marea dejó ver sus miserias, festejándolo por esto otros de sus compañeros. Y al estarse tomando fotos estos estudiantes gabachos, algunas de las muchachas se quitaban el sostén del bikini momentáneamente dejando al descubierto sus chichis, también sin pudor alguno.
Desde luego que comentamos que si fueran mexicanos los que estuvieran haciendo eso, de inmediato llegaría “manotas” y van pa’rriba y al bote. Sin embargo, uno de nuestros compañeros dijo que eso de parar los desmanes de los gringos era prácticamente imposible, pues significaban divisas y que por eso los dejaban hacer lo que quisieran.
Después, al comentar esto con otro compañero, nos dijo que a él le había tocado llegar del norte como conductor, con uno de esos trenes en donde viajaban los mentados spring breakers, y que ya no le habían quedado ganas de volver a viajar en uno de esos trenes, porque los muchachos eran incontrolables, y que ojalá y no lo volvieran a llamara para salir en los trenes que transportaban a esos chicos, por desmadrosos y por el peligro en que se exponían.
Y nos comentó que a él le tocó recibir el tren especial de los muchachos gringos en estación Sufragio, casi en la frontera con el estado de Sonora, saliendo a eso de las 16:00 horas, que muchos de los chicos y chicas ya venían ebrios, caminando de un lado a otro del tren que arrastraba ocho coches de pasajeros; gritando y cantando, y otros más degenerando en los vestíbulos.
Y que ya estaba oscureciendo, cuando el encargado del grupo que era bilingüe, se le acercó para decirle que unas muchachas le habían dicho que uno de los muchachos iba colgando afuera del coche; así que al asomarse, vio que un chico trataba de subirse al techo de los coches, por lo que por radio le dijo al maquinista que se detuviera, diciéndole a la vez al encargado, que le dijera a ese muchacho y a los demás, que podrían ser golpeados por una rama o por algunas de las señalizaciones que estaban muy cerca de la vía férrea.
Al detenerse el tren, hicieron que se metiera a los coches el que iba colgando; pero este señalaba hacia arriba, porque ya estaba otro tirado de panza en el techo de uno de los coches. Bajándolo de inmediato.
Sea pues. Vale.
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