Tepic, Nayarit, sábado 23 de noviembre de 2024

“No te vayas sin mi”

Miguel Ángel Casillas Barajas

02 de agosto de 2020

(En esta narrativa Miguel Ángel, mi amigo, aborda con toda crudeza el tema de sus enfermedades que fueron minando su vida hasta llegar al punto final. Además expresa el infinito amor a su madre, se revela como un hijo agradecido y bondadoso. Al publicar este artículo no tengo otro propósito que rendir homenaje a este extraordinario ser ya fallecido)

Aquella tarde que recibí la visita de Margot mi madre, me llenó de alegría. Ella todavía conserva esa energía, lucidez y fortaleza a sus aproximadamente 89 años de fructífera existencia. Digo aproximadamente, porque nadie en la familia sabe con certeza su verdadera edad, ella ha mantenido ese cofre cerrado a siete llaves y como hijos solo nos queda respetar su decisión de mantener en el anonimato su verdadera edad.

En esa visita charlamos de muchas cosas, especialmente de mis enfermedades que se forman haciendo cola como polilla esperando turno para entrar en acción y acabar hasta con mis huesos.

Al final de su visita se despidió de mi cariñosa como siempre, solo que en esta ocasión antes de retirarse me susurró al oído: “Si te vas primero, me llevas, no me dejes aquí”

¡Waw que sorpresa! Sentí un vuelco de alegría en mi corazón al escuchar sus hermosas palabras.

¿Se imaginan Ustedes que distinción y felicidad?

El venir a esta vida a disfrutar de la naturaleza, a conocer las grandes cosas del mundo, a juguetear, brincar, corretear, enamorarse y al final de todo ese disfrute, regresarte nuevamente como al vientre mismo de tu madre? ¿A cuántos seres de este mundo le ha brindado ese honor su madre?

Y vaya que en una familia como la nuestra, Margot siempre ha tenido autoridad y lo que ella dice se hace o sino tiembla el mundo, y yo al ser el segundo hijo de una escala de 11 pelones de hospicio no podía negarme a tal petición. Le contesté a mi madre, ¡trato hecho!, solo déjame organizar el itinerario del viaje para que no sea tan monótono, vi su sonrisa de alegría tatuada en su santo rostro, ella, sabedora que soy hombre de palabra, de ley, ella así me formó.

Mi madre me conoce muy bien, a lo largo de mi existencia nunca he sido el hijo zalamero o hipócrita de esos que llegan saludando de besito a los padres cada vez que se les visita para luego después pedirles algo.

No, es mi caso, el día que tome la determinación de dejar el confortable techo de mi casa familiar por voluntad propia, teniendo la edad de 18 años sabía que iba a afrontar mi propia realidad, cargar con mis sueños y mis propios problemas y me lancé como judío errante a una aventura desconocida como un vagabundo llevando a cuestas tan solo un costal de ilusiones, fui rockero, pintor, caricaturista, escritor y un empresario electrónico exitoso.

Al paso de los años, vinieron como en cascada mis problemas de salud, inicié muy temprano con la madre de todas las batallas a la edad de 30 años, ni hablar, habría que emprender pues, una lucha a brazo partido, y afrontarla con toda gallardía y honor por salvar tu propia vida, y esta pelea si es sin descanso, día y noche y los 365 días del año. Y lógicamente, que como todos sabemos, en una guerra sin cuartel hay altas y bajas, como en todo, perdí un riñón, tres costillas, el bazo, un pedazo de páncreas, mis pulmones colapsados, una operación a corazón abierto y por último llegó inoportuno y sin invitación a la fiesta un terrible cáncer en la garganta que me arrancó mi laringe de tajo y terminó con mis días de gloria en el rock, censurando para siempre mi propio y exquisito placer de interpretar ¡oh Darling! La ópera prima de Sir Paul McCartney. Dios clamaba al cielo, ¿Por qué me has abandonado?

Me desmoroné como morrongo en la cama, había sido el golpe letal del enemigo, su artillería pesada había hecho blanco en el lugar preciso como un francotirador donde más me dolía, ¡dios, que manera de doblar a un guerrero, el golpe había sido cruel, certero, justo en el blanco, con puntería de apache!

Mi madre lo sabía, ella ya estaba llorando por dentro mi propio dolor. A ella le había pegado muy duro, hasta los mismos cimientos de su alma debieron estremecerse…ella estuvo ahí conmigo, juntos lloramos, incluyendo a mi adorable esposa Marisela, ellas mis amores, nunca se separaron de mí, había mucho dolor, era muy intenso el silencio, casi sepulcral, más allá de lo imaginable, incluyendo del que ya no podría salir por mi propia boca, vaya, esa tarde, hasta las aves guardaron respetuosas sus trinos por un instante.

Pero uno debe afrontar las cosas con honor y gallardía, ella, Margot mi santa madre eso nos inculcó de niños, afrontar con valor los retos y las trampas que nos pone el destino y mantener en todo momento sin doblarse ante nada el amor irrestricto a cristo nuestro señor como la luz y el camino a seguir para alcanzar el cielo, y vivir siempre en armonía no importando los traspiés que te pongan, mirando de frente el futuro con alegría.

Entonces cuando mi madre me dio esa distinción de realizar el último viaje juntos, sentí una alegría inmensa, pero ante de emprender ese camino al más allá le pediré permiso al creador para llevarla a ver la Traviatta a uno de los mejores teatros de París, posteriormente iríamos a pisar uvas a los viñedos californianos y saborear y bañarnos con sus esquistos vinos, luego visitaríamos el museo de The Beatles y ya por último cerraríamos con un concierto de Sir Paul McCartney.

Encantado madre de acompañarte a donde quiera que me invites, sabes que soy tuyo en alma, cuerpo y espíritu.

Tu hijo que te adora

Miguel Ángel Casillas Barajas

Feliz día de las madres.

Mayo 8 del 2015.

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