Primero habrían de ponerse en los zapatos de los demás
Sergio Mejía Cano
22 de julio de 2020
La frase atribuida al presidente norteamericano, Abraham Lincoln (1809-1865), de “Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, y que se toma como uno de los fundamentos principales de la democracia, podría tomarse con algunas lecturas referentes a que en cierta forma se ha desvirtuado, al menos en eso de “gobierno del pueblo”, ya que por lo regular, en los últimos años han gobernado personajes no emanados en sí del pueblo, sino que han sido descendientes de otros gobernantes o servidores públicos que tal vez algunos de ellos sí emergieron del pueblo o que les hizo justicia la Revolución, pero que artificiosamente se enriquecieron y así, les heredaron a sus hijos la posibilidad de llegar a gobernar al menos en alguno de los tres niveles de los Poderes de la Unión.
Del pueblo, porque ha quedado muy claro que, mientras un gobernante no emane del pueblo, no sabrá prácticamente nada de nada de cómo vive el pueblo, por desconocer fehacientemente los pormenores de cómo se busca el sustento diario, lo que es no saber si podrá comer al día siguiente, vivir en un cuarto de láminas de cartón y techo de palma o de la misma lámina, en un espacio de no más de cuatro por cuatro metros de extensión; muchas de las veces sin agua entubada, sin luz eléctrica y, desde luego sin lo más indispensable como una estufa, una plancha, un lavadero convencional, y sin saber siquiera lo que es tener piso de mosaico y en algunos casos ni siquiera de cemento.
Por eso, al desconocer muchos de los gobernantes o funcionarios públicos cómo masca la iguana en la mayoría de los estratos de la sociedad, se les hace de lo más fácil dictar medidas que la mayoría de la gente más pobre no puede cumplir en lo más mínimo; y menos si toda su vida ha llevado un estatus de movimiento cotidiano de tener que andar de aquí para allá buscando la papa, sin tener la certeza absoluta de si la llegará a encontrar.
Pero no nada más son los ricos de alcurnia que han llegado a gobernar de algún modo, los que podrían desconocer lo que es la pobreza o la pobreza extrema, sino lo peor es que funcionarios menores, aunque provengan de clases sociales bajas, al llegar a dejar de vivir en el error, se les olvidan sus orígenes o a la mejor para no incomodar a sus jefes que son ricos de abolengo, acatan caprichos y dictados más parecidos a gobiernos dictatoriales que humanistas.
Hay un dicho popular que a muchos de nosotros se nos llegó a decir en ciertos momentos de nuestra existencia por parte de nuestros ancestros, profesores o algún vecino o conocido, cuando nos oyeron despotricar en contra de alguien por equis actuación de ese alguien, por lo que ese dicho puede resultar efectivo para mucha gente, pues antes de criticar, cuestionar u ordenarle a otra persona algo, primero “habría que ponerse en los zapatos” de quien estamos criticando, cuestionando o tratando de que haga algo que no entiende el porqué; porque también se dice que “nadie sabe lo que pesa el muerto más que el que lo va cargando”; sin embargo, al parecer esto de ponerse en los zapatos de otra persona o criticar por qué no acata medidas y dictados si es “por el bien de la salud”, es muy difícil de comprender para quien está del lado del mango del chirrión o que tiene la sartén por el mango, nada más ordenando cosas que en sí, no cuentan con ningún estudio científico o bases sólidas y, si acaso tienen el sustento de alguna comprobación con esas bases, precisamente el desconocimiento de cómo vive o supervive la mayoría de la gente del pueblo, tergiversan todo al interpretarlo a su manera que no ve más allá de su burbuja de cristal. De ahí que con motivo de la supuesta pandemia que nos ha perjudicado a la mayoría del pueblo, no tanto en salud, sino económicamente, la mayoría, si no es que todas las medidas adoptadas han estado enfocadas a perjudicar y fastidiar más a las clases más necesitadas que a la gente pudiente o para los que tienen su quincena asegurada, y que sean éstos últimos quienes no comprenden y llaman hasta irresponsables a las demás personas que, por necesidad, por fuerza tiene que salir de sus casas y, que precisamente por lo mismo, no pueden acatar esas medidas que pareciera están tomadas más bien con el hígado que con el cerebro bien centrado; así que por más que quiera el pueblo cumplir eso de “quédate en casa”, pues cómo, si en sí hay quienes no han recibido ningún tipo de ayuda gubernamental, más que puras órdenes y restricciones muy difíciles de respetar a cabalidad.
Sea pues. Vale.
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