Covid y muerte, y el 2021
Marco Vinicio Jaime
24 de junio de 2020
Con una clara tendencia a la alza todavía, los números de infectados como de muertes por Covid-19 en México, siguen comportando una severa amenaza para la población, aunada a la hecatombe económica colateral que ha recrudecido a su vez la disyuntiva de un gran segmento: quedarse en casa y resguardarse del mal que pulula en el exterior, pero sucumbir a la escasez y el hambre del interior, o salir a ganarse una mermada subsistencia y quedar a merced de la enfermedad y la muerte -ello sin contar los que en definitiva tengan o no motivo, poco o nada han guardado confinamiento y han sido causa importante del elevado índice de contagios-, aún con todo y que el "semáforo" epidemiológico del Gobierno Federal, ya esté marcando mejoría en el país, para la consecuente reapertura económica y nada más, la que le es urgente pues, en virtud del otro caos que se percibe devendría por el terrible daño que recibió el sector y la productividad misma ante la parálisis del “Gran confinamiento”.
No obstante, como resultado de un mensaje impreciso, cabe decir, pletórico de claroscuros y hasta de incongruentes acciones desde el plano federal para definir el fin de la “Sana distancia”, ésta se ha interpretado por otro numeroso sector como un regreso a la “antigua normalidad”, a continuar en donde todo se trastocó, con sus mismas costumbres, rutinas y patrones de comportamiento, sin aceptar que ese escenario que buscan ya no existe, y en su lugar hay otra realidad, totalmente distinta e incompatible, y por lo tanto están en un gran peligro: de caer infectados, infectar al prójimo (amigos y familiares), y con un alto riesgo de morir.
Así, es claro el enorme desafío que conlleva la situación para los distintos poderes y órdenes de gobierno, que empieza no solo por diagnosticar con precisión y entender cabalmente causas y evolución de las necesidades ciudadanas de la "nueva normalidad", sino de descifrar la encrucijada de proteger la integridad física de los propios gobernados con su participación razonada, con pleno convencimiento y comprensión del trance que se vive, al tiempo que se pone en marcha la maquinaria que asegura poder adquisitivo y consecuente cobertura de sus derechos básicos a educación, salud y vida digna: casa, vestido, sustento, servicios públicos de calidad, según las ‘dimensiones’ que conforman el Índice de Desarrollo Humano (IDH), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
“La nueva normalidad”, pues, es reconstruir, unificar, decodificar el sentir colectivo, comunicar y ser comunicado eficazmente, todo contracorriente, en una lucha titánica fincada en la corresponsabilidad transversal contra la propagación del virus y la muerte.
De conformidad, la búsqueda del poder, la renovación de los diferentes espacios de elección popular que tendrá lugar el próximo 2021 (15 gubernaturas, ayuntamientos y congresos locales en por lo menos 30 entidades, y diputaciones federales), tendrá por característica esos nuevos cánones de interacción con la ciudadanía antedichos, no antes -con futurismos fallidos y trasnochados ni maltrecho proselitismo que reparte miseria- ni después, todo en el momento preciso, partiendo de la prioridad que es la salud y la vida, en un imprescindible equilibrio garante de respuestas eficaces que facilite el cometido: prácticamente con muestras tangibles ipso facto, y compromisos de fondo -auxiliados con una imagen y trayectoria debidamente manejada con comunicación política y consecuente proyección de hechos que lo prueben- que hoy más que nunca serán verificados y filtrados por una sociedad en verdad necesitada de soluciones para las cruentas carencias de una nueva realidad.
Justo es reconocerlo, no será posible acceder al nuevo ciclo con acciones aisladas, improvisación, escasez de oficio político, o de plano ignorancia, ambición, hambre y egoísmo, de quienes se asuman como aspirantes a representar al ciudadano en el poder.
Por ello, la preparación para entender, además del tiempo y las circunstancias imperantes, la valía de la verdad, la lealtad y la honestidad en la noble labor de servir a la sociedad con hechos de probada eficacia, en este nuevo capítulo, será elemento imprescindible para consumar exitosamente el tránsito consabido, mano a mano con la ciudadanía. ¿Cuánto de ello se habrá de comprender, y cuántos habrán de superar el reto de prepararse y triunfar en una competencia eleccionaria inédita que impone pues la “nueva normalidad”? Pronto lo sabremos; mientras, veamos con atención el desenvolvimiento de los acontecimientos.
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