La pena de muerte no inhibe ni desalienta totalmente
Sergio Mejía Cano
26 de febrero de 2020
Todavía hasta principio de los años 90 del siglo pasado, cada vez que sucedía un desafortunado accidente en un crucero a nivel con las vías férreas en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, la mayoría de los ciudadanos clamaban para que se sacaran las vías del ferrocarril del área conurbada de la perla tapatía y demás municipios que la conforman. Pero con la realización de pasos a desnivel, así como superiores quedó resuelto el problema en los principales cruceros, quedando solamente unos cuantos a nivel en los municipios de Tlaquepaque y Tlajomulco de Zúñiga.
En forma similar, cuando en los medios informativos se le da cuerda a asesinatos, violaciones y demás tipos de agresiones a mujeres y niños, surgen los clamores para que legalice la pena de muerte en nuestro país para los supuestos homicidas, violadores y agresores, respectivamente. Pero solamente cuando se hace mucho argüende mediático, porque queda claro que no a diario aparecen justicieros de escritorio y de pantalla que claman por la pena de muerte, sino solamente cuando hay oportunidad de sobresalir y llamar la atención, aunque no sea por ningún modo de justicia, sino nada más para mover el agua y llevarla a su molino.
Obviamente que el dolor de perder a un familiar en alguna de estas formas podría llegar a ser insuperable y que ese dolor pida a gritos que se le aplique la pena de muerte al supuesto implicado en los hechos; sin embargo, es de suponer que la mayoría de los que cada vez que se da un tipo de esta clase de infames noticias, y que no les ha ocurrido en su entorno familiar nada parecido, pero que aun así salen a gritar pidiendo la pena de muerte tal vez no toman en cuenta el sistema de justicia penal de nuestro país que deja mucho qué desear o se hacen patos al respecto.
Porque por desgracia, en nuestro México lindo y querido a diario se dan asesinatos de mujeres, niños y ancianos, y desde luego de gente de todas las edades, con la salvedad de que muchos de estos crímenes no salen a la luz pública o si salen no se les da la cobertura necesaria para que los conozcan o sepan de ellos la mayor parte de la población, aunque sí de algunos otros homicidios que tal vez se escapan de las manos de las autoridades o por medio de ellas se les da a conocer a la opinión pública, y más ahora que son las redes sociales las que más han contribuido para que salgan a la luz pública infinidad de crímenes y desde luego, abusos policíacos y de todo tipo de gente que antes quedaban en la total impunidad; aunque desde luego que ahora muchos delitos siguen quedando impunes así se sepa de ellos, pero esto se da obviamente por la complicidad de algunas autoridades.
Para toda persona con dos dedos de frente le resulta claro que el hecho de impartir la pena de muerte de nada sirve, porque si sirviera de algo y como ejemplo a seguir, únicamente una sola ejecución hubiese servido para desestimar a alguien más a cometer un delito que mereciera dicha pena; sin embargo, a lo largo de la existencia de la humanidad ha quedado claro que por más ejecutados que haya habido a lo largo de esta existencia, de poco o nada ha servido más que para puras estadísticas.
Está documentado que en los países en donde se aplica la pena de muerte, sus cárceles están llenas de sentenciados a esta pena, ¿y? Aún así cada día hay más y más sentenciados a esta pena capital, lo que indica que de nada ha servido haber ejecutado al primero que se sentenció a esta pena.
Ahora bien: se dice comúnmente que nadie tiene el derecho de privar de la vida a otro ser, y lo curioso es que muchos de los que se pronuncian ahora porque se aplique la pena de muerte, se dicen creyentes religiosos y aun así claman porque se les quite la vida a quienes ya privaron de la misma a alguien más, y además tachan al criminal de lo peor, pero al desearles la muerte obviamente que se están poniendo al mismo o más bajo nivel del asesino; más bajo porque posiblemente en algunos casos el asesino u homicida no llevaba la intención de privar de la vida a su o sus víctimas; sin embargo, los que piden la pena de muerte ya lo están haciendo con conocimiento de causa y con la plena convicción de desear la muerte de otro ser humano. Además, se podría decir que matar a un malhechor sería como perdonarlo, pues al quitarle la vida prácticamente se le está liberando de todo tipo de sufrimiento que la vida misma lo podría llevar. Ya no tendrá ningún dolor por alguna enfermedad ni padecerá diarrea, dengue, influenza
ni coronavirus.
Sea pues. Vale.
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