Tepic, Nayarit, miércoles 04 de diciembre de 2024

El golpe en Bolivia avisa del salvajismo de la derecha americana.

Octavio Camelo Romero

13 de noviembre de 2019

Lo que pasó en Bolivia puede pasar en cualquier país latinoamericano, en Chile, en Ecuador, en Venezuela, en Brasil, en Argentina, en Uruguay, y hasta en México, etc. La práctica en esencia es la misma; inducir la inconformidad y animadversión hacia los gobiernos, presidentes o políticos democráticos, calentar la plaza con movilizaciones de inconformes, crear una situación de ingobernabilidad, relacionarse con los grupos de derecha de los países cercanos, de los países europeos, de Norteamérica, etc. Por su naturaleza, la ideología de la derecha es, en general, conservadora de la propiedad privada-capitalista y, en no pocos casos, es racista. La derecha se alía a otras fuerzas políticas nacionales y extranjeras para pedirle al Presidente en cuestión, su separación del cargo. En caso de no logarlo, convoca a la resistencia y desobediencia civil, y pide a los grupos de derecha de los otros países su solidaridad y condena a las autoridades nacionales. Tras la renuncia del Presidente en cuestión, se desata una persecución abierta y selecta de los integrantes del equipo presidencial. En términos generales estos son los prolegómenos de los “Golpes de Estado Suave o  Blando”. En el caso de Bolivia, el Golpe de Estado fue, según el expresidente Evo Morales, un golpe de Estado cívico, policial y militar.

En la elección presidencial en Bolivia, el día  20 de octubre, Evo Morales obtuvo una ventaja mayor al 10 por ciento respecto a su más cercano competidor Carlos Mesa. Esta ventaja fue suficiente para evitar una segunda vuelta. La derecha boliviana bajo la bandera de fraude electoral, calienta la plaza con movilizaciones y disturbios. Para amortiguar la desestabilización política que se estaba generando, el Presidente Evo pidió un dictamen sobre la calidad de los comicios a la Organización de Estados Americanos, OEA. Este organismo es un claro instrumento de los Estados Unidos de América, y aconseja que se repitan las elecciones. El Presidente de Bolivia acepta la idea y convoca a nuevas elecciones.

La derecha boliviana se siente respaldada por la OEA y el gobierno de USA y hace alianza con los policías y el ejército para calentar más la plaza generando enfrentamientos con los grupos que apoyan a Evo Morales. Los disturbios se llevan hasta generar el estado de ingobernabilidad y a través de la policía y el ejército se le pide al Presidente Evo Morales que se retire de su cargo. El Presidente es forzado a renunciar a su cargo, a dimitir a la Presidencia de Bolivia.

Tras su dimisión, todos los funcionarios en la línea de sucesión, estos son, el vicepresidente Álvaro García Linera, la presidenta del Senado Adriana Salvatierra, el presidente de la Cámara de Diputados Víctor Borda, también renunciaron y la vida institucional boliviana se colapsó.

La derecha boliviana se sintió arropada por la derecha norteamericana y condujo a sus seguidores a la violencia y como hordas sin control vandalizaron residencias de funcionarios y familiares e incendiaron sedes de varias organizaciones campesinas, obreras y sociales, y oficinas del partido de Morales, el Movimiento al Socialismo, MAS. También destruyeron la embajada venezolana y amenazaron a las representaciones diplomáticas de Cuba y México. Y todo ello con la complacencia de la policía y del ejército.

La derecha mexicana ya empezó a generar inconformidad por el asilo que México dio a Evo Morrales. A través de sus periodistas ya iniciaron la campaña en contra del gasto que generará la presencia de Evo en el país, en lo que respecta a hospedaje, alimentación y custodia. Se alude a la austeridad franciscana, más no, republicana, que fue el motivo del recorte presupuestal. Seguramente las derechas, boliviana, mexicana y norteamericana van a generarle problemas al Gobierno del Presidente López Obrador. En fin.

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