De bares y correrías de un periodista
Angélica Cureño
30 de Junio de 2019
Óscar González Bonilla tiene idea clara de qué es el ocio, el tiempo libre y su disfrute. Ejerce el periodismo con respeto a la profesión y durante buen período dedicó el tiempo libre a frecuentar bares, a uno en particular: El Ferrocarril, el mismo que estaba en la calle Durango y luego lo cambiaron a la calle Abasolo.
Este sitio de bebidas alcohólicas al copeo es antiquísimo, según explica el reportero. Y dice que lo sabe porque su madre, Hilda Bonilla Guerrero, quien falleció en 2014 a los 83 años de edad, en vida le contó que cuando ella estudiaba la instrucción primaria en la escuela Francisco I. Madero, que tenía como directora a la maestra Ramona Ceceña, pasaba todos los días por el Ferrocarril del Güero Solano, padre del actual propietario igualmente nombrado. La familia de Doña Hilda vivía por la calle León casi Mina.
Bonilla, como también es conocido en el medio periodístico, es excelente narrador y acucioso en las descripciones. Al solicitarle me concediera una entrevista accedió con agrado y, para sorpresa mía, hasta entregó información extra. Parte del encanto de esta entrevista radica en el lenguaje coloquial. Así inicia su descripción del ambiente que se vivía en El Ferrocarril:
--Es un ambiente relajado, no hay ni siquiera rockola ¿Mujeres? ¡Menos! no creas que te vas a encontrar borrachos, groseros pasados de copas, nada de eso, pura gente tranquila. Entre muchos otros, allí asiste un viejano que fue jefe de prensa en el gobierno de Julián Gascón Mercado, se llama Joaquín Franco Góngora, también fue gerente de Pipsa en Nayarit, el papel que se vendía a los periódicos locales para la elaboración de los mismos.
Habría que precisar que, efectivamente, Joaquín Franco Góngora fue el jefe de la primera Oficina de Prensa oficial del Estado de Nayarit, creada en el mandato de Julián Gascón Mercado; la dependencia ejercía buena bolsa de gastos, estaba incluida en el Presupuesto de Egresos autorizado por el Congreso del Estado "con una amplia visión de difundir las obras y acciones del régimen", según relata el periodista Brígido Ramírez en la columna Momento Político (http://diariogenteypoder.com/nota.php?id=18019. consultada el 20 de noviembre 2016).
Bonilla cuenta con larga historia y 65 años de vida; sin miramientos reconoce que hubiera preferido ser economista, más que periodista hacia allá estuvo encaminada su meta, antes hizo dos intentos por lograrla. "Me empeñaba en ser profesionista", enfatiza. Ingresó a la Escuela de Economía de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) en 1971, pero enfrentó problemas de dinero; a su papá, músico de orquesta, se le complicaba la manutención de cinco hijos. Ya en el terruño, ingresó a la Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de Nayarit en la época que el licenciado Luis Chávez Padilla fungía como director de la misma.
Pero afortunadamente Óscar tenía una tía generosa de nombre María del Refugio González, hermana de su papá; ella se convirtió en su mecenas, le enviaba 300 pesos mensuales, producto de una tienda de abarrotes que poseía en la colonia Mololoa, frente a la escuela primaria Ignacio Manuel Altamirano. En la ciudad de México, el grupo de compañeros estudiantes egresados de la Preparatoria Del Nayar vivió en una casa prestada por Sergio "El Chivo" Naya en la colonia Condesa, calle Camargo 10; se separó de la pandilla y se fue a vivir con la familia Cervantes Sánchez, parientes que vivían en la colonia Nueva Santa María, delegación Azcapotzalco. Después les consiguió trabajo en la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA), cuyo titular era Augusto Gómez Villanueva, a varios de sus compañeros nayaritas, un señor de nombre Miguel Arvizu Tiznado, dirigente comunero en Nayarit y el país, pero Bonilla no pudo con el pesado ritmo de escuela y trabajo. Hizo seis semestres de Economía y abandonó la licenciatura para regresar a su tierra e iniciar a trabajar en el Diario del Pacífico, invitado por Emilio Valdez Hernández, en mayo de 1973. Admite que no sabía nada de periodismo, pero ahí aprendió rápido y bien.
Desde muy joven González Bonilla empezó a visitar, y frecuentar, bares y cantinas. Su trabajo, salario y carácter se lo permitían. Laboró siete años en el Diario del Pacífico, después, junto con Rogelio Zúñiga, tuvo la oportunidad de ingresar a Notisistema, empresa radiofónica de información proveniente de Guadalajara, de la familia Díaz Romo. Esta compañía compró algunas estaciones locales a don Jesús Cortez y Barbosa, invidente originario del municipio de Santiago Ixcuintla, entre ellas la XEOO y la única FM que existía en Tepic.
--Siempre he trabajado en formales empresas de la iniciativa privada y que me han pagado muy bien. Una de ellas es Notisistema, firma que en una época nos hacía el pago salarial de 500 pesos diarios, tomando en cuenta la cantidad total de la quincena. El motivo: la devaluación del peso. En ese tiempo fui millonario, aunque por un lapso corto. Me di ese lujo.
Empezó a trabajar en noviembre de 1980, fecha en que arrancó el sistema de noticias por radio en nuestra entidad, en un departamento acondicionado en la parte alta del edificio Vargas, que en Tepic se ubica en la esquina de las calles Puebla y Amado Nervo, y desde ahí los conectaban para transmitir la señal informativa de Notisistema, programas noticiosos que se transmitían todos los días hábiles por cinco estaciones del propio consorcio: dos de Tepic, Santiago Ixcuintla, Ixtlán del Río y Ahuacatlán.
--Eso nos daba la oportunidad de ir a las cantinas y los bares. Era recurrente ir a Los Arcos por la cercanía al centro de trabajo, pues este bar se hallaba en la esquina de Amado Nervo y Querétaro bajo el servicio de su propietario: don José Ocampo. Luego Notisistema-Tepic cambió su sede a la calle Puebla entre Mina y Abasolo, por tanto las jergas alcohólicas ahora eran en el bar La Alameda, a la vuelta de la esquina, precisamente en Mina y Durango, que inicialmente echó a funcionar Lolo Becerra. En el medio local, ha sido tradición de periodistas acudir a los diferentes bares y cantinas de la ciudad, sobre todo a aquellos que se ponen de moda. Pero no en horas de trabajo. A mí no me ha gustado combinar las dos cosas, o sea, el chupe y luego ir al trabajo. ! No, no! Lo hacía el viernes, una vez terminada la faena, ya relajado.
Bonilla narra cómo los viernes por la tarde, ya sin preocupaciones, se iban a la cantina "y con suficiente dinero, te divertías ahí", dice con una pícara sonrisa.
--Acudíamos a las cantinas con los grupos de compañeros periodistas; tratábamos asuntos de la chamba, de la información, también comentábamos del trabajo periodístico de algunos compañeros; además de la convivencia, del trato y todo eso, jugábamos cubilete; otras veces, pues ya entrados en copas, agarrábamos un trío para cantar.
Y en tono casi confidencial agrega: A mí siempre me ha gustado cantar y a algunos compañeros también, pasábamos un rato agradable en la cantina. Después, cuando se hacía más tarde -y traíamos dinero-, nos íbamos a la zona roja y la seguíamos, pero ya era parranda.
Óscar describe cómo el beber fuera de las cantinas tenía otro ritmo: no era una cerveza ni dos ¡No. No había freno! pero reitera: solo era en fin de semana.
Él, igual que sus compañeros bebían de todo: cerveza, tequila, brandy, wiski y hasta coñac ¡lo qué fuera! "Ya cuando a uno se le pasaban las cucharadas ¡pues lo que cayera! También hace alusión, al igual que otros entrevistados, la época en que estuvo de moda la ingesta del ron Bacardi, solera "quemadito."
¿Cuántas cantinas o bares conociste?
--Aquí en Tepic no te puedo decir tres, cuatro o cinco ¡conocí la inmensa mayoría, casi todas! Y a continuación explica cómo ha cambiado la dinámica de acudir a las cantinas.
--Había en ese tiempo muchas más cantinas, aunque ya hacían presencia centros botaneros. Nosotros íbamos exclusivamente a las cantinas, a los bares.
¿Cuáles eran los bares que tú frecuentabas?
--Por ejemplo el Bar Tepic, el bar la Alameda, La Posta, El Ferrocarril, El Álica…. Era infinidad de cantinas, de preferencia en el centro de Tepic. Otro bar llamado El Obrero por la calle Querétaro entre Lerdo y Amado Nervo. Ya estaba La Recta Final, luego un bar que estaba en el fraccionamiento Las Aves, La Guarida del Zorro. Casi todos los conocía. La Cima, Los Tejabanes, El Bar del Prado también, El Nivel, La Posta, Las Calandrias, Casino (adyacente al Casino Tepic de Lerdo y Durango), el bar del hotel San Jorge en fin, otro al lado del hotel Nayarit por calle Zapata, más adelante el bar de Beto y su hermana Guille, un número interminable. Por cierto, yo nací al otra lado de una cantina, que mi madre me decía se llamaba Arriba y Abajo, ubicada por la calle Juárez, hoy Amado Nervo, entre Querétaro y La Paz.
¿Cómo definirías la experiencia de acudir a una cantina?
-- Bueno. Aparte que vas a tomarte unas cervezas, algún licor, es la convivencia un estado de ánimo muy agradable, relajado. Vas a bromear con los amigos, a convivir no solo con los íntimos sino con los de ocasión que allí conoces.
También se refiere a los clientes asiduos, los que acuden diario. "Ese tipo de gente te la encontrabas ahí siempre, como especie de comunidad de borrachos."
Entiendo que las cantinas son espacios masculinizados ¿Por qué las mujeres no eran aceptadas?
--- Sí había bares con asistencia de mujeres, pero eran muy pocos. Más bien -prosigue- algunos bares contrataban mujeres para el servicio de meseras, por tanto fueron siempre "el atractivo visual”, los bebedores se sentían atraídos por ellas y en consecuencia era mayor la asistencia al tugurio. "Aunque fueran una o dos, es más agradable que te atienda una mujer que un hombre."
¿Cuál es la importancia del cantinero?
--Hay bebedores que no acostumbran sentarse en rededor de mesas junto con los demás, colectivamente, sino que se apartan a la barra. Hay muchos que tienen esa costumbre de estar sentados frente a la barra, en lugar de convivir en grupo de bebedores lo hacen con el barman y le platican montón de cosas: confidencias, porque a lo mejor no tienen mucha confianza a la caterva y se separan. Pero también la gente que está en la barra, dos, tres o muchos más con base en el espacio, platican entre ellos, y el barman escucha todo lo que comentan. Al margen de hacer confidencias en lo particular, él sabe perfectamente definir a las personas por lo que le platican; sabe cuál es la posición económica de esa persona en particular, cuáles son sus amoríos, familia, cuál es su profesión, a qué se dedica, qué negocio tiene, cuáles son sus preferencias sexuales. Todo.
En resumen: el barman es hombre poderoso porque tiene información, incluso privada; aunque también se relaciona con las personas que conviven en las mesas, pero es más distante. En los bares es común que la barra tenga asientos (bancos) individuales que son aprovechados para estar cómodamente y platicar con el cantinero que conoce perfectamente a sus clientes, más si son asiduos.
Otra característica del hombre que prepara las bebidas y domina la escena desde atrás de la barra, es que debe recordar los gustos de cada cliente, ese es el plus, el extra que espera cualquiera para sentirse bien atendido, como en casa.
Las cuatro paredes de la cantina protegen al parroquiano, es el espacio privado por excelencia, donde se hacen confidencias, tratos, confesiones, reclamos o propuestas. Se entrega la confianza al otro mientras se bebe vino o cerveza, y "se baja la guardia", es decir: se abandona la suspicacia y se van perdiendo las inhibiciones. La psicología indica que ahí hay confianza.
--Puedes decir muchas cosas, así, en lo corto, porque en lo colectivo no.
¿Cuándo un barman se vuelve famoso?
-- Cuando permanece bastante tiempo en un lugar. Aquí hay quienes iniciaron de barman y luego compraron su propio negocio de cantina; y las personas que convivieron con él lo siguen, van al nuevo negocio y se convierten en clientes por demás asiduos.
Es el caso de Rogelio, en la actualidad dueño del bar El Obrero de la calle Querétaro en Tepic. Él se inició en El Charro, cantina de Insurgentes y Veracruz (donde hoy se encuentra un restaurante carnes en su jugo). Rogelio se hizo famoso y ahora su clientela la tiene en su propio negocio. "Por su trato diario con la gente y porque conocen exactamente la ganancia que deja la venta de bebidas alcohólicas".
Pero como en todo "hay cabrones que se pasan de listos", comenta Óscar, y a la hora de pagar la cuenta alteran los precios y cobran de más, "pero ni modo de decir que no, si uno se encuentra borracho y más si te hayas acompañado de una dama con quien quieres quedar bien", dice y suelta la risa.
A propósito del lema "nunca te vayas con la finta", hace algunos años Óscar me platicó una anécdota muy original relacionada con el esparcimiento, los amigos y las parrandas. En esta ocasión, durante la entrevista, le pedí comentara su mejor recuerdo, una anécdota, de una parranda o de una cantina. Lo agarré de imprevisto porque no pudo, en ese momento, recordar alguna en especial.
Entonces le recordé lo que me había platicado aquella vez en el Congreso: en la ocasión, ya enfiestados, él y “El Chivo” Sergio Naya (qepd) siguieron la parranda en el lugar llamado El Nivel, sobre avenida Insurgentes, cerca del parque La Loma.
Luego a bordo del auto de Naya de casualidad pasaron por el casino María Magdalena, en la colonia San Antonio, y llegaron porque escucharon buen ambiente. En ese momento había terminado la elección de Miss Gay ante el jolgorio de numerosos homosexuales. Pero como todos vestían, peinaban y lucían como mujercitas, para los briagos fue muy fácil el engaño. Ambos se hicieron de chicas de muy buen ver que aceptaron la invitación a echar algunas copas, según las describió Óscar. El plan era seguir la fiesta en otro lugar, porque "ya andaban entrados" es decir, pasados de copas.
Subieron al automóvil de su amigo y agarraron rumbo. Lo malo de las bebidas alcohólicas es que provocan continuas ganas de orinar. De ahí que tuvieron que detenerse y bajar a liberar la vejiga en plena calle. Pero cuál sería la sorpresa de ambos cuando también bajó una chica del auto y sin más puso las piernas en escuadra se levantó su faldita para mear. ! Ahí se rompió el encanto! Pudoroso, “El Chivo” Naya, las abandonó en el acto. Cuando me confió esta historia reímos mucho. Recuerdo que estábamos sentados en la oficina de prensa del Congreso del Estado, en la planta baja.
Para concluir la breve conversación Óscar González agrega que tal vez el gusto por frecuentar bares hubiera sido herencia de su padre, Donaciano González “Shanghái”, músico de oficio ya fallecido en 1987, también con la costumbre de asistir a bares y cantinas.
-- En ese tiempo conviví mucho. Me agradaba andar en ese ambiente porque me gustaba cantar y cuanta oportunidad me daban de hacerlo, cantaba; cuando a bares arribaban los músicos, un guitarrista o el trío, yo cantaba, más porque los compañeros reporteros me pedían que lo hiciera. Recuerdo les gustaba que interpretara la canción Collar de Perlas. Y empezó a canturrear: Siento en el alma unas ganas inmensas de llorar; tú me haces falta y juré no decírtelo jamás…
-- Es canción que me enseñó mi mamá, agregó momentáneamente nostálgico.
--Hoy ya no asisto a las cantinas, es muy raro que lo haga. --¿Por qué? --Porque en primer lugar, después que me operaron en el 2000 para quitarme un tumor en la cabeza, siento que después de tomar unas cervezas me mareo y si tomo un poquito de tequila me emborracho. Lo hago muy de vez en cuando, me tomo unas tres cervezas y hasta ahí.
--Ahora, en lugar de dedicarle ese tiempo de ocio a la cantina, me dedico a leer y a redactar lo que tengo pendiente. Ya ves que esto del periodismo no termina, siempre tienes que estar en superación constante. Ya estoy viejo, tengo 65 años. Eso de andar tomando y en busca de mujeres se acabó.
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