Hechos fatídicos que se graban bien en el cerebro
Sergio Mejía Cano
23 de Abril de 2019
En una enciclopedia de la revista “Life”, en el libro referente a la conexión entre la visión y el cerebro humanos, en una de sus partes señalaba que bien pueden pasar infinidad de personas a nuestro lado sin que después las recordemos; sin embargo, si vemos que se aproxima un individuo con actitud amenazante portando algún tipo de arma en las manos, esa imagen es muy difícil que se nos llegue a borrar mientras nuestro cerebro esté funcionando bien; pase el tiempo que pase.
Y que lo mismo ocurre cuando acontece una tragedia de proporciones mayores y de gran relevancia, pues el cerebro guarda detalles imborrables que posiblemente queden almacenados de alguna forma pero que en cuanto se oye o se sabe algo respecto a dicho acontecimiento y más cuando es funesto, esos detalles que ya ni tomábamos en cuenta, resurgen tal y como si los hechos que recordamos acabaran de ocurrir.
El 22 de abril de 1992 había llegado un servidor en la madrugada a Guadalajara en un tren de carga. Tengo por costumbre dormir con la radio encendida en una estación de puras noticias, y como a eso de las 11:00 horas entre sueños empiezo a oír voces en la radio alarmadas, voces que no concordaban con lo habitual de la estación de radio, por lo que pongo atención a lo que estoy oyendo y poco a poco comienzo a escuchar mejor lo que estaban diciendo, por lo que me levanto de inmediato y al salir a la sala de la casa, ya está parte de mi familia mirando las noticias en la televisión, y las primeras imágenes que vi me dejaron impactado, ya que eran imágenes que estaba trasmitiendo un helicóptero sobre la zona siniestrada; era pavoroso todo aquello, pues se mostraba la calle de Gante abierta y floreada con vehículos semi enterraros y otros encima de las casas destruidas pero que algunas de sus bardas no habían caído por completo. De hecho ya no puse atención a lo que decían los reporteros, pues con la visión de las
escenas impactantes lo decían todo. Sí veía que tanto el entonces gobernador de Jalisco Guillermo Cosío Vidaurri y el presidente municipal Enrique Dau Flores hacían declaraciones a diestra y siniestra, lo mismo que bomberos y policías todos llenos de tierra, pero por seguir mirando los daños ni atención ponía a lo que decían los políticos.
Podo después de las 12:00 horas tocaron al cancel unas personas jóvenes de ambos sexos, tal vez unos cinco o seis que portaban unos chalecos con el logotipo del H. Ayuntamiento de Guadalajara, y nos decían que teníamos que evacuar porque había riesgo de que hubiera más explosiones en esa parte cercana a la Zona Industrial. Les digo a estos muchachos que ya no anden asustando gente, que eso debieron haberlo hecho antes de las explosiones y no ya cuando todo pasó, pues lo fuerte que estaba comprimido ya había soltado todo y que ya no habría más explosiones o al menos no con la misma intensidad como se veía en la tele. Los jóvenes de todos modos insistieron en que nos saliéramos. Mi familia sí se fue rumbo a Lomas de Polanco, pero yo me quedé en la casa porque mi sentido común me decía que era como cuando alguien se avienta una flatulencia y que la mayor parte de aire sale a la primera y si queda un poco más de aire en las tripas, pues ya no es tanto y puede salir ya no con la intensidad del sonido con que salió la primera vez, tal y como había pasado que lo fuerte fue en la calle Gante y las demás secuelas en el barrio de Las Conchas, en las inmediaciones de la antigua Central Camionera y otras explosiones menores cercanas al parque del Agua Azul.
Al otro lado de la casa estaba una muchacha adolescente y que conocía desde que nació que me pregunta si de verdad se tiene que salir, porque no tiene llaves de la puerta de su casa y que después cómo le va a hacer para entrar porque ni modo que dejara abierto tanto el cancel como la puerta principal; le digo que no se salga porque ya no va a pasar nada, que no se asuste. Los jóvenes que nos sugerían salir volvieron a pasar y nomás se encogieron de hombros cuando nos vieron a la muchacha (hoy ya abuela) y a mí.
Primeramente se culpó a una fábrica de aceite, y posteriormente se afirmó que había sido la Planta de Pemex de la Nogalera; sin embargo, según expertos adujeron que de haber sido gasolina la causante, hubiese habido incendios así estuviera gasificada y no se vio para nada ninguna flama en ninguna parte de las explosiones. Y estos expertos afirmaban que el causante había sido el excremento acumulado en el colector de la Calzada Independencia.
Sea pues. Vale.
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