Chisgarabís
Oscar González Bonilla
29 de Enero de 2019
Es muy común que platique con uno de mis hermanos: Juan Gonzalo.
En fecha reciente le hacía ver que en Tepic hay demasiadas mujeres bonitas…y bien buenas. Jóvenes las más, pero también entradas en años. Le aseguraba que este caso se da en todo Nayarit.
Creo, le dije, que se ha mejorado la raza con la cruza entre nayaritas con jaliscienses, entre nayaritas con sinaloenses, y viceversa. Hay en nuestra entidad menos personas feas.
En verdad, es un gozo y atracción visual encontrar en nuestras localidades muchas mujeres hermosas, pero además de un físico extraordinario. Le mencionaba que anteriormente las mujeres usaban vestido con mayor frecuencia, por tanto veíamos las piernas para expresar que estaba buena. Pero con el avance de las modas en la actualidad el diseño de la ropa les permite mostrar sus atributos físicos, y hoy la fijación es en el trasero.
Con todo desparpajo Juan Gonzalo me expresó: Lo que pasa es que tú ya estás viejo y cualquier mujer se te hace hermosa y buena.
¡Plop!
ANÉCDOTA
Presente estaba en esa ocasión en el café Diligencias de Tepic (de la avenida México al sur, hay que especificar porque tiene sucursales en la ciudad), solitario a la mesa.
A la entrada llegó un cantante que se hacía acompañar de guitarra. Son en cantidad solistas y conjuntos los que desfilan por el centro de reunión de muchos tepicenses y visitantes de otras latitudes. Estos últimos, sobre todo, van a gozar de la buena cocina del restaurante.
Una vez terminada su participación, el artista callejero se introdujo al local para pedir cooperación voluntaria. Llegó conmigo y le aflojé diez varos, misma acción que observó una mesera con años de trabajo en el sitio y que se hallaba cerca.
Luego, dirigiéndose a los cafeinómanos presentes, a voz en cuello, expresó: “Miren cuanto le dio, diez pesos, y a nosotras de propina no nos da ni un méndigo cinco”.
Chin. Me incomodó el comentario hecho público. Y le dije: Ah, pero existe una gran diferencia. Me aventé al ruedo.
En mi defensa alegué que yo nací, crecí, me formé y me hice hombre de bien gracias a la música. Mi padre, Donaciano González “Shangahi” fue músico, baterista de los buenos. Mi madre, Hilda Bonilla, decía que en aquella época hasta dormido tocaba Mambo. Por esa razón he dicho que al músico siempre lo apoyaré como pueda.
A la mesera fustigué: Tú, ni música eres. No tienes derecho a reclamar.
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