La libre autodeterminación de los pueblos
Sergio Mejía Cano
25 de Enero de 2019
Desde luego que el mundo es mundo debido a la diversidad de pensamiento entre la humanidad, ya que lo que no le parece a alguien a otros les podría parecer bien; sin embargo, en cuestiones constitucionales, se supone que debería haber unificación de criterios debido a que nuestra Carta Magna es la que rige a todos los mexicanos, nos guste o no.
Todo servidor público antes de tomar posesión de su cargo hace un juramento respecto a que respetará y hará respetar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen; pero por lo regular lo que hacen es no tanto respetarla y hacerla respetar, sino cambiarle los artículos que los ayuden a gobernar de acuerdo a sus propios intereses y de grupo, más que para beneficio de la población en sí.
Con el conflicto que está pasando en Venezuela, ahora han surgido voces diciendo que la llamada Doctrina Estrada, plasmada en la Constitución en su artículo 89 está desfasada, que ya es obsoleta y que nuestro país debería intervenir en las controversias que el Grupo de Lima ha emitido para desconocer al mandato constitucional del presidente venezolano Nicolás Maduro, aduciendo que esta doctrina ya es cosa del pasado porque el mundo se ha globalizado y que nuestro país debería de tomar una postura firme al respecto de lo que está pasando con los venezolanos, etcétera.
¿Cómo puede ser que ya no diga nada la no intervención, la libre autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de las controversias? Y peor aún, que para algunos mexicanos, posiblemente conservadores ya no signifique o quizás jamás haya significado nada para ellos la frase tan emblemática que se le atribuye a Benito Juárez de que “El respeto al Derecho ajeno es la Paz”. Desde luego que esto no puede ni debe de pasar de moda, al menos entre nosotros los mexicanos, porque esto de la no intervención tiene mucho fondo y buenas bases, porque ningún país tiene la calidad moral para criticar oficialmente la forma de gobierno de otro; y al respecto lo que refieren quienes están en contra de esta resolución de la no intervención señalan que es esconder la cabeza como los avestruces, diciendo algo así de que “no te critico para que no me critiques”; sin embargo, no es así, porque no se puede intervenir en un asunto que compete única y exclusivamente a los venezolanos y a nadie más, en el entendido de que según se dice que los pueblo tienen los gobiernos que se merecen, y si tienen los venezolanos a Maduro, por algo será, y si ya un sector de la población no lo quiere, pues que lo resuelvan ellos mismos.
Pero da el caso de que no es en sí Maduro el problema, sino el que no se haya sometido al mandato del gobierno gringo para que les ceda la riqueza de su subsuelo. Así que esos venezolanos que no quieren a Maduro, deberían de preguntarse por qué los gringos estuvieron de plácemes cuando Carlos Salinas de Gortari reformó nuestra Carta Magna en sus artículos 27 y 28 y que ahora con la reforma energética, Enrique Peña Nieto desconoció por completo la expropiación petrolera encabezada por el Tata don Lázaro Cárdenas del Río, para entregar el petróleo nuevamente a manos de la Iniciativa Privada tanto extranjeras como nacionales, y el gobierno gringo tan campante, feliz por esta nefasta decisión que doblegó la soberanía nacional de fea forma. Por lo que queda claro que esos venezolanos y mexicanos que critican que la actual administración se esté apegando al principio constitucional que señala en artículo 89, se podría considerar como vasallos de los dictados del gobierno estadounidense y nada de patriotas.
Es claro que si se respeta el Derecho ajeno, nada ni nadie podría rebatir esta determinación, porque respetando ese Derecho, ¿con qué cara se podría atacar a quien respeta ese Derecho?
¿A quién le gustaría que sus vecinos intervinieran en sus asuntos familiares inmiscuyéndose de cómo maneja a su familia y sus finanzas?
Lo que sí queda muy claro es que la mano del gobierno de Donald Trump está metida hasta el fondo en este asunto venezolano; y no nos debería de sorprender esto, ya que es habitual de los gobiernos gringos intervenir en otros países cuando sus presidentes no son afines a sus gustos e intereses. Lo vivieron nuestros antepasados con el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, presidente y vicepresidente constitucionales mexicanos del siglo XX, en donde la mano del entonces embajador estadounidense Henry Lane Wilson fue quien dirigió el llamado cuartelazo.
Sea pues. Vale.
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