La mancha depredadora
Sergio Mejía Cano
31 de Noviembre de 2018
Hasta como el año 2005 o 2006 aproximadamente existió un predio en la acera norte casi al final de la calle Hidalgo al oriente de la ciudad, entre la calle Guadalajara y el callejón Lerdo, ya casi llegando a las vías férreas. Dicho predio de aproximadamente 50 por 40 metros de largo y ancho, respectivamente, estaba lleno de árboles frondosos y por ende hábitat de cientos o quizás miles de aves. Sin embargo, este solar tuvo que desaparecer para edificar un coto habitacional y el Archivo Judicial del Estado de Nayarit.
Al atardecer y anochecer de cuando comenzó el derribo de los grandes árboles que tenían ahí décadas de existir, las casas del entorno de este predio se llenaron de aves de todo tipo tal vez buscando sus nidos y polluelos o huevada. Estas aves se veían muy atribuladas por su piar y desenfreno con que andaban de un rincón a otro de las casas donde se habían metido en su desesperación y tal vez esperanza de encontrar a los suyos.
Fue un espectáculo que en verdad generó pesar en la mayoría de los vecinos que de algún modo querían sacar de sus casas a esas desesperadas aves; comentaron en su momento otros vecinos que nada más se cuidaban de no ser golpeados por esas aves, sobre todo las de más tamaño, pues había de todos colores y sabores que, al regresar de sus labores cotidianas y no encontrar su nido, debieron haber sentido que su mundo se derrumbaba, pues así era: su hábitat por generaciones había desaparecido para siempre.
Desde luego que hubo voces a favor y en contra por este terrible derribo de muchos árboles que era en donde moraban esos cientos o miles de aves de variados tipos. Las voces a favor aducían que ni modo, que era un mal necesario para dar paso a la urbanización y obviamente casas-habitación u otros inmuebles, que así había sido siempre y bastaba recordar que anteriormente todo ese entorno había tenido que ser acondicionado para construir viviendas como cuando no existía la colonia Sandino, la Tierra y Libertad y cuando lo que ahora es la privada Hidalgo era un sembradío, etcétera. Claro que quienes estaban en contra del reciente derribo de árboles ya no tuvieron nada que alegar, pues comprendieron que para que su casa se haya construido se tuvo que acondicionar el terreno y que por este motivo, también se había afectado a varias especies que ahí moraban antes de que se construyeran las casas que hoy habitan los humanos.
Lo que pasó es que como los vecinos de este predio en comento vivieron la adversidad momentánea de lo que significó para muchas aves el que se hayan derribado los árboles en donde tenían su nido, fue que se tomó en cuenta y no como cuando ve uno un lote ya listo para comenzar a hacer los cimientos de lo que será un inmueble ya sea habitacional o de comercio. Y es en casos así cuando se acuerda uno de aquello de que ojos que no ven, corazón que no siente.
Recuerdo que algún vecino comentó en aquél momento que para las aves que llegaron y ya no encontraron su árbol, era como si nosotros al regresar de nuestro trabajo y al bajarnos del camión en la esquina de nuestra casa o más allá y que de pronto viéramos o miráramos que nuestra casa ya no estaba como la habíamos dejado porque había sido destruida o derribada con todas nuestras pertenencias dentro y que ahora formaban parte del escombro que antes había sido nuestro domicilio; pues algo así o peor debieron sentir aquellas aves y tal vez más fatal, porque debieron estar sus polluelos o huevada dentro del nido que jamás encontrarían ya.
Lo triste del caso es tener que reconocer que para nuestra comodidad y gusto se tienen que afectar a otras especies desapareciendo sus hábitats, pareciendo la humanidad como una mancha depredadora que se extiende sin tomar en cuenta el daño ecológico que se ocasiona; pero qué se le va a hacer si es un mal necesario porque en algún lugar debemos de pernoctar.
Pero más triste aún es el pensamiento de muchos jóvenes de las nuevas generaciones con lo que he tenido oportunidad de platicar respecto al tema del momento: el Lago de Texcoco, pues la mayoría de los jóvenes con lo que he conversado al respecto, como puestos de acuerdo, dicen estar de acuerdo con la construcción del nuevo aeropuerto porque dicho lago ya no existe; y al cuestionarles sobre el daño ecológico, la mayoría aduce que cuál, que eso ya no importa y que se debe de progresar. Sabrá qué cosas les estén enseñando en la escuela hoy en día para que digan esto de que no importa el daño ecológico en aras del progreso.
Sea pues. Vale.
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