Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

La vida se encarga de separar amistades

Sergio Mejía Cano

01 de Octubre de 2018

En el libro de Mafalda del argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón (Quino), en una de sus ilustraciones se lee –palabras más, palabras menos- que Mafalda le pregunta a su mamá Raquel que si ella también había tenido en su infancia amiguitos como ella, a lo que su mamá le responde que sí, y al cuestionarla Mafalda que en dónde están esos amigos, la mamá le dice que la vida se ha encargado de separarlos por llevarlos al crecer por caminos diferentes; esto molesta a Mafalda que alzando el puño en alto comenta agresiva que si la vida le viene a ella con eso ya sabrá la vida la que le da.

Y es cierto que conforme va avanzando uno en la vida los amigos de la infancia por equis motivos se van dejando de ver; sin embargo, se siguen haciendo tanto en la escuela y posteriormente en el trabajo que por lo regular son estos últimos con los que convivimos más que con los amigos de la infancia a menos que siga uno viviendo en el mismo barrio al igual que todos esos amiguitos.

Ahora con la llegada de las redes sociales mucha gente se ha logrado contactar con amistades que se hicieron en el trabajo y que por azares del destino al cambiar de trabajo se dejaron de ver y de tener noticias de esas amistades; como por ejemplo en el ferrocarril que hasta 1998 convivíamos cotidianamente la mayoría de la planta laboral, pero que al quedar fuera, ahora gracias a las dichosa redes sociales nos hemos encontrado con compañeros a los que teníamos más de 20 años sin saber de ellos y que al entrar en contacto por medio del Facebook  y ya una vez después de obtener el número de teléfono móvil comenzar a platicar y hasta a través del mentado wasap; y lo curioso es que a pesar de haber pasado más de 20 años, al momento de comenzar la conversación pareciera que apenas fue ayer que nos dejamos de ver, y más curioso aún, porque las amistades se reafirman hasta con compañeros con los que no convivíamos de bien a bien o que nada más nos saludábamos y hasta ahí; sin embargo, ahora a través de dichas redes,
lo diálogos se hacen como si hubiésemos sido siempre grandes amigos, no se diga con los que sí lo fueron.

Lo penoso de esto es enterarnos de compañeros que ya nos abandonaron o que están enfermos debido a la edad o por otras circunstancias. Claro que esto es con los compañeros que viven en otras latitudes por donde pasa la vía férrea en esta ruta de la costa occidental, pero también gracias a esas redes y por medio de grupos, ahora la gran familia ferrocarrilera se ha unido desde donde hay vías de ferrocarril por lo que el acervo de conocimiento sobre ferrocarriles se ha incrementado al aportar ideas y conocimientos de todas partes del país, así como conociendo los nuevos sistemas de operación.

Y en esto de ir perdiendo amistades es lo que ha estado sucediendo con los jubilados y pensionados con quienes nos reuníamos cotidianamente en la Plaza Principal frente a Catedral, aquí en Tepic, pues cada día son menos los que se ven como antaño, algunos han dejado de asistir a comer gente y al atractivo visual precisamente porque ya el tiempo les ganó o la indisposición física o porque ya no se atreven a salir por temor a  que les pase algo fuera de lo normal. Pero esto de que ya casi no acudan jubilados y pensionados ferroviarios a la plaza no es nada más privativo de la capital nayarita, sino que compañeros de Mazatlán, Sinaloa y Guadalajara, Jalisco comentan lo mismo de que ya casi o nadie asiste como anteriormente, por lo que las bolitas de compañeros que acostumbraban a asistir un rato a comentar anécdotas al parecer kaput, ya no más.

Sin embargo, lo más triste es enterarnos de compañeros que están en desgracia a pesar de contar con familia, pero por circunstancias solo conocidas por ellos ahora están abandonados a su suerte.

Pero al parecer esto es común y ahora nos toca a nosotros ver y sufrir lo que le sucede a los compañeros, porque recuerdo que cierta vez que acompañé a mi papá al centro y se encontró con varios de sus contemporáneos, recuerdo que sus pláticas eran sobre compañeros enfermos o que habían fallecido; y ahora es a nuestra generación de ferroviarios que nos toca saber o decir sobre compañeros que ya se fueron o que están internados o que ya les cortaron alguna extremidad o que fulano ya quedó ciego debido a la diabetes y un largo etcétera de lo que ahora se han convertido nuestras conversaciones de adultos de la tercera edad o en plenitud.

Triste y doloroso, pero sí: la vida misma se encarga de separar las amistades de siempre. Sea pues. Vale.

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