Chisgarabís
Oscar González Bonilla
26 de Agosto de 2018
SALVADOR NO ME SALVÓ
Este miércoles 22 durante la mañana desde “mi oficina” del café Diligencias de la avenida México me comuniqué por teléfono con mi amantísimo amigo abogado Salvador Castañeda O’Connor, militante del Partido de los Comunistas de Nayarit.
Del teléfono fijo en su domicilio particular contestó: Hola mi estimado amigo, qué gusto verte, pero de inmediato rectificó, escucharte. Licenciado, te llamo para solicitarte entrevista. Cuándo sería, argumentó. ¿Te parece bien mañana? Fíjate que mañana tengo consulta médica en el Seguro. Ah, entonces el viernes como a las once de la mañana voy a tu casa. Me parece bien. Allí nos vemos. De acuerdo.
Fiel a mi costumbre preparé mis instrumentos de trabajo y todo lo demás en referencia al aseo personal. En eso estaba cuando en casa advertí cercana la hora de la cita. De balazo caminé hasta la avenida México para abordar desde El Mirador la combi primera en pasar de la ruta que me deja precisamente en el bulevar Xalisco esquina con calle Perú. De allí caminar hasta la Río Pánuco (calle cerrada) donde se ubica su ajardinada casa.
Llegué presuroso. Alcancé con la vista dos perros echados en el césped como raza pastor alemán, antes era nadamás uno. Pensé que al notar mi presencia en la puerta empezarían a ladrar con fuerza al inoportuno visitante. Toqué con pequeño eslabón de fierro adherido a la puerta, mientras que los perros al contrario de lo que suponía empezaron a juguetear, amistosos como todo buen camarada comunista. En tres ocasiones repetí los toquidos, pero ahora aderezados de gritos: Licenciado ya llegué.
Pasaron escasos minutos y aquello permanecía en silencio. Me extrañó porque en ocasiones anteriores Salvador sale de inmediato de donde se encuentre. No. Esta vez apareció una mujer de edad avanzada que camina lento, no sé qué relación de parentesco guarden. Sin más, vi que su andar lo dirigió a un pequeño cuarto al fondo que Castañeda O’Connor ha avituallado como biblioteca, salón de estudios y en silencio hacer uso de su computadora.
Con la misma lentitud regreso la mujer, y desde el pórtico, a una distancia de más de diez metros, me dijo que Salvador Castañeda O’Connor no se encontraba allí. Soltó una andanada de palabras que no escuché (estoy más sordo que una tapia), pero por su expresión corporal entendí que por allí estuvo y que de repente se fue. Muchas gracias, luego me comunico por teléfono, le dije.
Iba a ciegas con la seguridad que haría la entrevista. Castañeda O’Connor es de las personas que no evaden el comentario crítico, es capaz de alzar la voz cuando la inconformidad existe. Pero el gusanito de la duda carcomía mi cerebro: allí está, pero no quiso dar la entrevista. Yo no lo sé de cierto. Lo supongo (dixit Jaime Sabines).
Luego pensé que cometí un error: haber dado por teléfono adelanto de parte del tema central de la entrevista. Ese día le dije: te pido que hablemos del Consejo Consultivo del Ayuntamiento de Tepic (él dice que algunos le llaman Consejo de Ancianos) ¿Ha funcionado? A medias, me contestó.
Dicho organismo es independiente del gobierno municipal, pero se supone que cada mes se reúnen para dar opinión al alcalde de Tepic, Guadalupe Francisco Javier Castellón Fonseca, sobre posibles soluciones a problemas comunes que enfrenta el municipio. Son integrantes honorarios del mismo Antonio Chumacero Gómez y su hijo Guillermo, Octavio Campa Bonilla, Luis Roberto López Arana, Octavio Camelo Romero, José Luis Sánchez González y Benjamín Sandoval Cedano, entre otros.
Ante la experiencia obtenida caminé cabizbajo siempre en mi mente revoloteando las ideas sobre el por qué no logré la entrevista, aunque no es la primera vez que me sucede, pero el sentimiento es más profundo debido a que mi amigo me falló. Sin embargo, a él todo le perdono.
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