Llegó la era de la austeridad
Sergio Mejía Cano
17 de Julio de 2018
Es de suponer que el plan austero anunciado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) causó escozor en más de alguno de sus posibles colaboradores que tal vez creyeron que todo seguiría como antes en cuanto a las prebendas que se ha otorgado la casta política durante años; a la mejor si entrevieron la reducción de salarios, pero en una de esas les dejarían seguir disfrutando de gastos médicos mayores, telefonía gratuita, vales para gasolina, pagos de viandas y un largo etcétera que salen del erario y no de sus bolsillos.
Y si bien muchos aplaudían los pronunciamientos del ahora ganador de las elecciones para la Presidencia de la República, posiblemente en su interior se decían a sí mismos que no lo podían creer pronunciando mentalmente el clásico mexicano de “no mames”; sobre todo aquellos quienes ya han estado en alguna o varias administraciones públicas, cuantimás los que traen en la mente la tan socorrida frase de “no pido que me den, sino que me pongan donde hay”. Obviamente que también estarían presentes en este discurso gente nueva que por primera vez dejará de vivir en el error y que, probablemente aconsejados por amistades que se sienten conocedores del teje y maneje de lo que es ocupar un cargo público, les metieron la idea de que ahora es cuando, que el hecho de llegar a dejar de vivir en el error, es decir, fuera del presupuesto, es para hacerla gacha y que nomás su chicharrón será el que truene.
Aunque también es obvio suponer que como en botica, habrá de todo y desde luego personas que entrarán por primera vez o que ya estuvieron desempeñándose en la administración pública sin mácula en su currículum o el menos posible, tal vez salpicados por otros, pero simplemente por haber sido víctimas de las circunstancias y por no poder evadir ser alcanzados por la ola de la corrupción sin querer queriendo.
Sin embargo, al parecer lo que será un hueso muy duro de roer para la idea austera del próximo presidente del país, será tener que enfrentarse a la tozudez, renuencia y berrinche de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y demás funcionarios públicos que hoy en día ganan ostentosos y ofensivos salarios que bien podrían considerarse como una burla a la población de a pie, pues estos ministros y funcionarios públicos consideran inconstitucional el que se les reduzcan sus salarios, pero paradójicamente no se les hacen inconstitucionales para nada los sueldos que percibe la mayor parte de la población que no llegan a los cuatro mil pesos al mes.
Se ha dicho hasta la saciedad que los ministros de la SCJN ganan más de 500 mil pesos al mes y además con infinidad de prebendas que hacen que no desembolsen un cinco de sus salarios para los gastos comunes en los que sí apechugan los comunes mortales. Un sueldo que alcanzaría cada mes para que dos proletariados se compraran una casa de interés social cada uno y al contado; de esa magnitud están los sueldos que se embolsan dichos magistrados.
¿Con qué fin y para qué pagarles tanto? Está bien que reciban salarios profesionales y que obviamente no tienen por qué ganar lo que gana un cargador del mercado de abastos; pero no que ganen lo que prácticamente podrían ganar por lo menos 200 obreros cada mes; porque hay mexicanos que ni trabajando dos vidas podrían alcanzar a ganar esos más de 500 mil pesos; claro que hay trabajadores que podrían ganar anualmente hasta 50 mil pesos, y otros con una profesión hasta un poco más, pero que un ministro de la SCJN se embolse en un mes lo que devengan diez mexicanos en un año, pues como que no va, y menos en un país en tan crítica situación económica para el común de sus habitantes, que no para esos ministros.
El meollo del asunto es que AMLO se basa en nuestra Carta Magna para reducir los salarios de los ministros, y estos a su vez también toman como base la misma Constitución Política que en su artículo 94 señala que sus salarios no pueden ser reducidos durante su encargo que dura 15 años; sin embargo, lo esencial es que según la misma Constitución afirma que ningún servidor público ganará más que el propio Presidente de la República y esto desde luego es lo que tiene más peso, lo único que falta es que se aplique, así, simple y sencillamente.
Se dice que los ministros tienen que tener esos altos salarios para que no sean corrompidos, pero como humanos que son, también son susceptibles de que sean vencidos a cañonazos de dinero; no por un simple mortal, sino por un potentado ya sea nacional o extranjero.
Sea pues. Vale.
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