¡Qué brutalidad!
Oscar González Bonilla
18 de Enero de 2018
¡Lo que son las cosas! Este lunes 15, mi hijo y yo nos presentamos en la Fiscalía General de Nayarit para hacer la denuncia del robo de vehículo de nuestra propiedad, pero resulta que el supuesto “robo” lo cometieron policías de corporación al servicio de la propia Fiscalía.
Al enterarnos de la desaparición física del automóvil, apresuramos el interés por presentar denuncia. Desde que salimos de casa, en el recorrido mi hijo buscó en domicilios de vecinos la existencia de cámaras de video que hubieran la madrugada captado en la calle el paso del coche e identificación del conductor. Solo el restaurante de Manuel Estudillo cuenta con el artefacto.
En taxi llegamos al edificio de la Fiscalía. Al interior fuimos de un lugar a otro. Nos pidieron copias de algunos de los documentos que portábamos. Salimos. Entonces conjeturamos: pienso que fue fulano, me decía mi hijo. Muchas de las veces roban los vehículos para cometer ilícitos, o desvalijarlos, le comentaba. Con la creencia que no lo recuperaríamos le dije: pinches rateros de mierda nos obligarán a estrenar auto, no va haber de otra.
Por fin llegamos algo así como a la Comandancia de Robo de Vehículos, lugar semioscuro, se me hizo siniestro. Nos ataja una joven secretaria, quien recibe las primeras notificaciones sobre nuestra presencia en el lugar. La versión llamó el interés de cuando menos tres agentes policíacos de investigación que salieron de un cuarto al fondo, entre ellos soltaron comentarios cuando supieron de qué vehículo se trataba.
Para alivio nuestro nos enteramos que la unidad se hallaba en poder de la Fiscalía General de Nayarit. Sucede que a altas horas del domingo o la madrugada del lunes pasaron por nuestro domicilio policías (antes Policía Nayarit, hoy desconozco cómo se nombran, me parece que Policía Estatal) en rondín de vigilancia. Observaron el viejo auto estacionado (es Tsuru modelo 2008) y avistaron hueco en el lugar del estéreo y en el de las bocinas en la parte trasera también los puros agujeros.
Fue entonces, sin completa certeza de ello, consideraron que el coche tenía reporte de robo. A la central de su dependencia pidieron información al respecto, pero les respondieron que no había tal. Desde allá sus superiores les indicaron que llamaran a la puerta (de nuestra casa) para preguntar si allí vivía el propietario. No hicieron caso y se llevaron el viejo Tsuru.
¿Cómo le hicieron? Quién sabe. Si fue con grúa, suponemos que hubiéramos escuchado la maniobra, pero no, todo fue en el más riguroso silencio. Si fue rodando con motor en marcha, pues son muy habilidosos. Los que saben de estos menesteres sostienen que los rateros tienen perfecto conocimiento de la hora en que más profundo es el sueño de las personas, momento oportuno para actuar.
Pero resulta que el Agente del Ministerio Público encargado del caso, quien en la mañana del propio lunes ya tenía integrado el expediente o carpeta de investigación como le llaman ahora, nos notificó, con base en ese documento, que el viejo Tsuru fue abandonado y encontrado por sus expertos agentes de investigación en una de las calles entre esta y esta (solo se me quedó grabado en la memoria la calle Celso H. Delgado) de la colonia Juventud de la capital nayarita. ¡Qué casualidad!
A lo largo de una mil peripecias burocráticas, el viejo Tsuru nos fue entregado hasta el miércoles después de mediodía en el corralón del Gobierno de Nayarit que se halla por la carretera que conduce al aeropuerto “Amado Nervo”, frente a las instalaciones del lienzo charro El Dorado. Sin pagar un cinco y por fortuna sin que le hiciera falta alguna de sus partes.
Reflexiono: Cuánto le costaría al pueblo de Nayarit -por aquello de que la burocracia es pagada con dinero del ciudadano vía impuestos- un error policíaco de esta naturaleza, al tomar en cuenta el costo en horas que invirtieron todos quienes como empleados de la Fiscalía General del Estado intervinieron en él. Quién sabe.
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