Ya dieron inicio las precampañas electorales conducentes a la elección presidencial el día primero de julio del año próximo. Hay, hasta ahora, sólo tres candidatos respaldados por coaliciones electorales a menudo disímbolas, ideológicamente enfrentadas, pero unidas por un elemento esencial de la lucha electoral: la ambición desenfrenada por el poder.
Compiten las coaliciones Morena-Partido del Trabajo-Partido Encuentro Social al amparo del lema: “Juntos haremos historia”; la coalición del Partido Acción Nacional, el Partido de la Revolución Democrática y el Movimiento Ciudadano, al amparo de la bandera: “México al Frente”, y la coalición del Partido Revolucionario Institucional con el Partido Verde Ecologista de México y el Partido Nueva Alianza. Es dable esperar la participación de dos personajes más que seguramente conseguirán el número de adhesiones necesarias para que sus nombres sean incluidos en las boletas electorales: Margarita Zavala y Jaime Rodríguez, alias El Bronco.
Serán elecciones sin precedentes en la historia mexicana. El primero de julio estarán en disputa 3,406 cargos de elección popular: tres elecciones federales: presidente de la república, 128 senadores y 500 diputados. Se celebrará simultáneamente 30 elecciones estatales, para elegir 9 gobernadores, y 2,768 cargos concernientes a diputados locales, ayuntamientos, juntas municipales, alcaldías y concejales. En fin, una conglomeración de cargos muy disímbolos pero organizados por una misma autoridad: el Instituto Nacional Electoral que estará obligado a instalar 156 mil casillas de votación donde estarán casi un millón de urnas. ¡Una locura! ¿A quien se le ocurrió tal barbaridad? Los promotores de instituir este sistema fueron los panistas encabezados por Santiago Creel, ex Secretario de Gobernación en tiempos de Fox.
Hasta ahora, las pre-campañas son insípidas, desprovistas de vigor, de mensajes capaces de interesar a los votantes, de conmover las conciencias, de alentar esperanzas sustentables. Son los primeros escarceos de un largo proceso plagado de dimes y diretes destinados a descalificar al adversario pero muy pocas propuestas de políticas públicas realizables.
Hasta ahora, solo se han expresado algunas ideas lindantes en la ocurrencia. Por ejemplo, el señor Anaya ha formulado la propuesta de proporcionar a todos los mexicanos un ingreso mensual básico como medida para corregir la terrible desigualdad que nos abate. Sustenta su propuesta en números inconexos, en cifras presupuestales dispersas, en ideas expuestas por algunos economistas de la Universidad de Lovaina. Sin embargo, no ha tenido la oportunidad de acercarse a quienes han formulado en México propuestas acerca del sistema universal de pensiones no contributivas y han formulado las estimaciones financieras pertinentes.
Por ejemplo, en su libro “Buenas Intenciones, malos resultados”, Santiago Levy propuso establecer un sistema de pensión universal para quienes en los años venideros tendrán más de 65 años de edad y que, al carecer de trabajo o pensión, quedarán condenados a vivir de las dádivas callejeras. El limosnerismo puede llegar a comprender a más de 15 millones de ancianos en los años 30. Con el propósito de crear un sistema de seguridad social universal, Levy propuso generalizar el IVA y concentrar en este proyecto todas las subvenciones públicas vigentes bajo los programas de desarrollo social, muchos de los cuales solo alientan la informalidad. Cálculos posteriores demostraron la inviabilidad financiera del proyecto.
Por su parte, la Fundación Espinosa Yglesias convocó a diversos especialistas a efecto de estudiar la viabilidad de implantar la pensión universal no contributiva en México para las personas mayores de 65 años. Llegaron a la conclusión de que sería preciso constituir un fondo equivalente a la mitad del PIB y aumentarlo anualmente con aportaciones del orden del 2% del PIB. Esas son las realidades; las demás son simples ocurrencias, jocosidades oportunistas, como aquella de la pensión “rosa” para todas las amas de casa, postulado por el candidato del Mazo en su calidad de candidato a gobernador del Estado de México.
Antes de hacer cualquier propuesta, los candidatos deben examinar a profundidad el problema financiero del Estado Mexicano cuya capacidad recaudatoria está catalogada entre las más deplorables del mundo. De paso, explorar como se pueden aumentar los ingresos estatales y municipales, porque los gobiernos locales sobreviven gracias a las ubres del gobierno federal. Y finalmente, como se deben sanear los sistemas de pensiones en México, sin afectar aún más a los futuros pensionados.
Estos son temas de fondo; lo demás son simples piñatas electoreras.
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