Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

De los cien problemas que tengo, noventa y nueve son por metiche

Lorena Orozco

15 de Noviembre de 2017

Hace unos meses llegó a mi WhatsApp una lista de máximas que se le adjudican al filósofo de Güemes, personaje mítico de Tamaulipas, mismas que me hicieron reír a carcajadas, pero también me hicieron reflexionar extensamente.

El proverbio que me quedó como anillo al dedo es este: “De los 100 problemas que tengo, 99 son por metiche” (Juar); y recordé algunos episodios de mi vida en los que he salido con “premio” por mi proclividad a meterme donde me llaman, y donde no, también.

Siendo muy pequeña, de cinco, o seis años a lo sumo, junto con mis primos jugamos a la casita, y nos fumamos una cajetilla de cigarros de mi abuelita; situación que desde luego, fue descubierta por la madre de mi papá, ofreciendo que no nos pegaría si decíamos la verdad, y ahí voy yo de metiche a decir que sí nos habíamos fumado sus cigarros. Mi abuela, en efecto, no nos pegó, pero tanto la madre de mis primos, como la mía, nos han dado una cintariza que después de muchos muchos años seguimos recordando.

Con este filósofo descubrí en todo su esplendor mi gran habilidad como metiche, y como nunca, me reproché ser una activista tan acérrima en ese rubro. Aquí les cuento otras anécdotas que conseguí  “gracias” a esta inclinación mía:

En cierta ocasión, ya siendo periodista; una amiga solicitó mi intervención para que las autoridades del ayuntamiento no cambiaran de lugar a una mujer que vendía fruta en la vía pública (y ahí voy de metiche). Hasta eso que mi gestión dio resultado, logrando la vendedora quedarse con el espacio que quería. Hasta ahí todo iba bien, pero, resultó que la comerciante aunque tenía marido y familia, le gustaba batear pal otro lado, por lo que emprendió una ardua campaña para conquistarme, y  yo tenía que cuidarme hasta de mi sombra, salir y entra con sigilo a mi casa, porque la muy endina me plantaba guardia, convirtiendo mi vida en un verdadero infierno.

La compasión me llevó a ayudar a una familia donde una de sus integrantes padecía de los riñones, durante un año anduve de metiche; hice una colecta para recabar fondos para que tuviera servicio médico, y conseguí  que amigos, familiares, y hasta políticos apoyaran con dinero y en especie. Resultado: en cuanto me atranqué poquito, me dejaron de hablar, y hace tiempo que ya no sé qué será de su vida.

Unos vecinos que llegaron a vivir cerca de mi domicilio me hicieron saber que no podían trabajar ni entrar a la escuela, porque no tenían sus actas de nacimiento, según esto que porque nunca habían sido registrados, ni los padres, ni los hijos; todos tenían nombre, pero ninguno contaba con documentos. Ya sabrán que “me di gallo” andando de metiche, casi quería ser yo la jueza  del registro civil para darles sus documentos sin más trámite, pero como no se podía, tuve que acudir a las autoridades y después de algún tiempo las nueve o diez gentes que eran tenían sus actas, y yo casi lloraba de la felicidad. Como yo era su heroína preferida, en cuanto tenían algún problema acudían a mí, que si se casaron ahí andaba de testigo, que si se enfermaban, o parían, ahí andaba en el seguro popular, y así durante un buen tiempo, pero en cuanto ya no estuve disponible para ponerles el remedio y el trapito, y amarrarles tantito, también les caí gorda, y ya ni en cuenta me tomaron, que al cabo ya estaban bien encarrilados.

Pero eso no fue lo peor, si no que la oficial del registro civil del Estado no los había querido registrar porque ya habían ido con ella, y se le hicieron sospechosos los nombres, y cuando yo fui a alegarle, me dijo que esos nombres eran de más para allá de México, y que no había encontrado nada que los identificara como ciudadanos de este bello país. Yo me ofendí, porque les estaba negando la oportunidad de estudiar y trabajar, y corrí al registro civil del municipio, donde finalmente expidieron sus actas. Recientemente me acabo de enterar por una misma familiar de ellos, que ni son de aquí, son de Guatemala, y a mí me vieron la cara de maje. Todavía más muina me dio, pues aparte de metiche he sido muy necia, y eso ya es agravar el asunto.

Mi papá vive en la URS, (la comunidad de Úrsulo Galván, municipio de Compostela) y de un terreno grande iba a hacer tres lotes, para darnos a dos de mis hermanas y a mí; como tenía ciertos problemas el terreno, anduve de metiche para que se hiciera el juicio, el croquis, la división, se pagaran los servicios y el predial, y cuando ya todo estaba casi listo, mi papá me habló para decirme que él me daría otro terreno, que el que estaba en trámite sería para mis dos hermanas, y por mí no hubo ningún problema. Eso fue hace cuatro años, y yo sigo esperando mi terreno. Aquí comprobé que aparte de metiche también soy mencha.

Como ya estoy viendo que son muchas mis metidas de pata, me estoy encorajinando, y creo que sólo les contaré esta otra situación, nomás para que no quede duda de que merezca la medalla de oro a la metichez…

Trabajando como vendedora de enciclopedias, mi jefe me comentó que su mujer le era infiel, me platicó con lujo de detalles la traición de su amada, y cuando terminó de desahogarse, le dije que ya todos sus empleados lo sabíamos, así es que, agarrando de escudo mi metichez, le dijo a la esposa que yo le había dicho, y el pleito estuvo en grande, pero la cosa no paró ahí, la susodicha me metió una grita, y les hizo saber a los demás empleados mi versión de los hechos a lo que todos fingieron demencia, y se enojaron conmigo, me torcieron la boca, y hay quienes a estas fechas todavía no me hablan. No tengo que decirles que salí juida de ahí, que mis jefes siguieron casados, y la única que salió con su pata verde, fui yo.



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