Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

El terrorismo internacional y el terrorismo nacional.

Manuel Aguilera Gómez

29 de Agosto de 2017

A lo largo de la historia, siempre han existido actos terroristas. Sin embargo, el término adquirió jerarquía de causante de acciones apocalípticas cuando en junio de 1914, fue asesinado el Archiduque Francisco Fernando de Austria a manos de un joven nacionalista serbio. Si bien, se trató de una maquinación mortal concebida y ejecutada por los altos miliares austriacos y alemanes interesados en expandir las fronteras imperiales, el suceso fue la excusa para desatar la Primera Guerra mundial, la masacre de enormes dimensiones que llevó a la muerte a millones de seres humanos en Europa. Desde entonces, el término terrorismo se ha empleado para calificar acciones cruentas de alcances masivos.

En nuestros días, los actos terroristas se inspiran en la interpretación anticristiana del Corán y se mueven por el rencor ancestral de los pueblos de euro-asia hacia los gobiernos inglés, francés y estadounidense, principalmente, interesados en seguir controlando el petróleo del medio oriente. ¿Acaso se nos ha olvidado de Osama bin Laden era socio de los Bush en negocios petroleros?

En un mensaje que me envió mi amigo Jesús Martínez Álvarez aparece la   declaración de una mujer psicóloga árabe-norteamericana que hace una severa crítica a la interpretación anticristiana del Corán. Con valentía encomiable afirma que el islamismo no puede ser interpretado como una lucha de civilizaciones, sino como una confrontación entre dos eras de la evolución humana: la civilización y la barbarie, la modernidad y el atraso. Al expresar su respeto por las diversas religiones, la psicóloga reconoce que el islamismo, como lo interpretan y practican algunos de sus profesantes, mas que una filosofía es una consigna política que, con fanatismo irreductible, ha propalado la versión de la ira de Alá en contra de los infieles, en contra de quienes no comparten las creencias religiosas postuladas en el Corán. Desde esa perspectiva se ha convertido en una lucha de extinción, tendiente a instituir un Califato universal.

La destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York fue el testimonio de este terrible drama que dio lugar a la aprobación de la Ley Patriótica estadounidense, un esquema policial claramente violatorio de los derechos humanos. En Europa, las medidas de persecución del terrorismo tienen ya un sesgo peligrosamente xenofóbico, acentuado por los criminales ataques en contra de los paseantes en numerosas ciudades de Londres, Niza, Barcelona, Bruselas y otras.

El ambiente bélico se propaga por todo el oriente medio a partir de la invasión de Irak por parte de tropas estadounidenses, bajo la presunción nunca comprobada, de que el gobierno encabezado por Hussein estaba fabricando armas de destrucción masiva, lo que ha dado lugar a la emigración de millones de árabes deseosos de escapar de las guerras civiles desatadas por las pugnas --alentadas por los fabricantes de armas-- entre facciones político-raciales en varias regiones del oriente medio. Su destino ha sido Europa donde encuentran hostilidad y menosprecio, actitudes que se recrudecen merced a los actos de terrorismo protagonizados por fieles practicantes de islamismo, embelesados por la promesa de una vida pletórica de placeres después de su muerte.

Si bien, América Latina está aparentemente a salvo de estas confrontaciones, el clima de violencia imperante en sus calles tiene dimensiones inimaginables de atrocidad, especialmente en México y Centroamérica. Azoradas por los índices de criminalidad imperantes en sus países natales, miles de familias centroamericanas y haitianas pretenden emigrar a Estados Unidos a través de la frontera con México. Como alguna vez dijo Ignacio Ramírez “El Nigromante”: salen de Guatemala y entran a Guatepeor.  

La presencia de estos desamparados de la Tierra es ostensible en las calles de las principales ciudades del país donde se instalan para pedir limosnas a los automovilistas; cuando arriban a las ciudades fronterizas del norte se topan con la “migra”. Así se están creando barrios de emigrantes desempleados, sin destino.

Al igual que miles de jóvenes mexicanos sin trabajo, son reclutados por la “economía ilegal”, por las numerosas bandas de delincuentes que asuelan el país.   Padecemos un terrorismo interior más cruel y sanguinario que ha convertido al territorio nacional en un gigantesco cementerio clandestino; una violencia incontrolada propia de los estados fallidos, que sólo se puede combatir con eficacia mediante la aplicación regional de la suspensión de garantías prevista en el art. 29 constitucional, apoyada por una intensa labor de inteligencia. ¿Será?

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