Manuel Aguilera Gómez
27 de junio de 2017
Ilustrativa de la infatigable tarea injerencista del gobierno de Estados Unidos en la vida nacional, es oportuno trascribir una anécdota relatada por el entonces Secretario de Industria y Comercio, el Lic. Raúl Salinas Lozano, en el gobierno del Presidente Adolfo López Mateos.
“Acudí a la Casa del Presidente Adolfo López Mateos en San Jerónimo –comenzó su relato-- para celebrar el acuerdo habitual conducente a recibir las instrucciones acerca de las cuestiones encomendadas a la Secretaría a mi cargo. Ya me encontraba en el despacho presidencial tratando los asuntos correspondientes cuando intempestivamente ingresó su secretario particular, el Lic. Humberto Romero, quien de inmediato justificó su interrupción con el siguiente argumento: Acaba de llegar a mi oficina el embajador norteamericano Thomas Mann, quien de antemano pide disculpas por acudir a estas oficinas sin haber solicitado previamente la cita correspondiente. La razón de su urgencia la justifica con el argumento de tratarse de un asunto extremadamente delicado. Su presencia en estas oficinas responde a las instrucciones recibidas del Departamento de Estado.
“Con el desagrado reflejado en su rostro, el Presidente López Mateos instruyó al Lic. Romero a franquear el paso al embajador al tiempo que me pedía permanecer en el despacho, sentado en torno a una pequeña mesa situada en una esquina de la oficina.
“Lo recibió de pie, con un frio saludo de manos y, así de pie, le pidió que explicara cual era el asunto a tal grado importante, capaz de justificar su premura. Un tanto desconcertado por la inocultable frialdad presidencial se apresuró a dar el siguiente informe: Desayunamos el día de hoy el licenciado Virgilio Garza y yo. El licenciado Garza tenía el encargo de entregarme en propia mano un acuerdo firmado por una docena de prominentes empresarios mexicanos, fundadores del recién creado Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, organismo que congregaba a los hombres de empresa más prominentes del país. Firmado por cada uno de ellos, el documento estaba dirigido a la atención del Presidente de Estados Unidos. Tras una larga relatoría sobre el cúmulo de empresas productivas en poder del Estado, los firmantes argumentaban la ilegalidad en que había incurrido el gobierno al comprar recientemente empresas como las eléctricas propiedad de empresas norteamericanas y británicas, compras realizadas sin mediar reformas legales al presupuesto de la Federación, pues implicaba desviar los fondos provenientes de los impuestos pagados por todos los mexicanos a fines distintos. Tales acciones evidenciaban la clara intención del gobierno de llevar a México, en forma sigilosa, rumbo al socialismo.
“La solicitud es muy delicada –subrayó el embajador-- por que están solicitando a la Casa Blanca evitar que el gobierno mexicano sucumba a la tentación de implantar el comunismo, por lo cual reclamaban al gobierno de Washington tomar medidas necesarias para impedirlo, incluso la intervención militar.
“Al Departamento de Estado –afirmó el embajador—le ha parecido tan delicada la solicitud de los prominentes empresarios, que instruyó a la Embajada de inmediato poner en manos de las más altas autoridades del país una copia del documento.”
De pie, sin inmutarse, el Presidente López Mateos recibió el documento, solicitó al embajador agradecer al Departamento de Estado su diligente información y luego le extendió la mano en signo de despedida.
Una vez que el embajador había abandonado la oficina presidencial, el Presidente se dirigió al licenciado Salinas Lozano y le espetó un lacónico comentario: “Los norteamericanos se valen de todo con tal de inmiscuirse en asuntos mexicanos.”
En efecto, durante la Guerra Fría, Washington se ha valió de todo género de artimañas para hacer sentir su influencia en México. Han promovido la creación de numerosas ONGs como instrumentos de presión También, por conducto de entidades como el Fondo para la Democracia y la Defensa de los Derechos Humanos, brinda apoyo financiero a periódicos, revistas, instituciones privadas de enseñanza superior, programas televisivos, etc. Estos esfuerzos injerencistas siempre ha sido respaldados por sectores integrados por conspicuos personajes conocidos como los “norteamericanos nacidos en México”, comprometidos ideológicamente con la tesis del Estado Mínimo, es decir, los opositores a la presencia del Estado en la vida económica, partidarios del Estado pasivo, contemplativo: el Estado policíaco. Son los misioneros del neoliberalismo.
(Continuará)
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