Tepic, Nayarit, viernes 19 de abril de 2024

Talento universitario y sentimientos de la nación

Manuel Aguilera Gómez

28 de Marzo de 2017

La semana pasada de celebró la Convención Nacional Bancaria en el Puerto de Acapulco. Fue la ocasión propicia para que funcionarios, banqueros y algunos invitados extranjeros expusieran sus puntos de vista respecto a la  situación y perspectivas del país. Las opiniones oficiales se centraron en un tópico: enaltecer las virtudes del neoliberalismo económico y alertar a la opinión pública acerca de los peligros de escuchar las voces de las sirenas del populismo. Involuntariamente se convirtió en una plataforma para el debate  sobre el presente y porvenir de nuestro país, plataforma que, desde la modestia de esta tribuna, voy a aprovechar para precisar algunos conceptos.

Durante 48 años de desarrollismo, a partir de Cárdenas hasta López Portillo, la economía del país creció persistentemente: en eso lapso, el tamaño de nuestra economía se multiplicó por 17 y llegó a ocupar el número ocho en el concierto mundial. En los 36 años de neoliberalismo, de Miguel de la Madrid hasta Peña Nieto, el tamaño de la economía mexicana apenas alcanzó a duplicarse y quedó situada en el número 15 en el concierto internacional, es decir, descendimos siete lugares en el ranking mundial. Es el fruto concreto de una política económicamente empobrecedora y moralmente aniquiladora.

Se afirma que, bajo el neoliberalismo, si bien la economía mexicana ha crecido lentamente, en cambio ha traído estabilidad en los precios y no ha habido devaluaciones. Tal afirmación no se compadece con la realidad. Durante los gobiernos  desarrollistas, los precios se duplicaron y el precio del dólar pasó de 3 a 57 pesos. En el periodo del neoliberalismo, los precios casi se sextuplicaron y el precio del dólar se elevó de 57 a 18,300 pesos. Debe recordarse que debido a los altos niveles de inflación fue necesario quitar tres ceros a los billetes en 1993. Si bien es cierto que en los tres lustros recientes la inflación se ha controlado (por lo menos estadísticamente), no se han controlado las devaluaciones deslizantes.

Veamos a México en comparación con el resto del mundo: en 1934, la economía mexicana representaba el 0.7% del PIB mundial.; en 1982 equivalía el 2.2% mundial. Hoy, se ha achicado pues representa el 1.6%. ¿Cuales  son las consecuencias de este “achicamiento” de México? En 1982, el PIB por persona en México representaba el 1,74% del promedio mundial, casi el doble. Ahora, tenemos un PIB per cápita inferior al promedio del mundo: .94%. Vamos como los cangrejos.

Estas cifras son contundentes. Si bien la economía mundial a partir de los años   80s ha evolucionado más lentamente respecto al auge de la posguerra,  el país se ha venido rezagando aún más.

Nuestro mediocre desempeño en el marco del neoliberalismo significó, adicionalmente, el debilitamiento progresivo del  Estado Mexicano. De un lado,   todos los activos propiedad de la Nación fueron malbarataron en aras de lograr el adelgazamiento del “Estado Obeso” y enriquecer a los influyentes preferidos; y, por otro, el Ejecutivo federal fue despojado de  importantes instrumentos de fomento económico. Hoy tenemos un Estado empobrecido y  endeudado, y un Ejecutivo inerme, contemplativo, incapaz de brindar, por lo menos, la seguridad a las vidas y patrimonios de sus gobernados.

La gente se lamenta –y con razón—que despilfarramos el patrimonio nacional. Ahora estamos más pobres y desvalidos que antes. Esa es la razón de la inconformidad, del llamado “mal humor social”. ¿El gobierno y sus voceros esperan respaldo para una política económica empobrecedora en lo interno y a la vez, sumisa ante los intereses extranjeros?  ¿Adhesión para una conducción política errática que se ha traducido en un número de muertos superior al de la Guerra Cristera? ¿Conformidad ante un clima económica y políticamente aniquilador de la esperanza colectiva?

En el terreno electoral, el descrédito y desmoronamiento  del PRI fue causado por el menosprecio de la nueva generación de gobernantes al Pacto Social previsto en la Constitución de 1917. Fue sustituido por el Consenso de Washington, la sumisión voluntaria a los designios de los financieros internacionales.

De ninguna manera mis opiniones deben ser interpretadas como un respaldo al Proyecto López Obrador-Romo de  inspiración populista, neoliberal y cristiano. Lo  que estoy recomendando es leer y reflexionar sobre los diversos documentos elaborados por  el Grupo Universitario acerca del Nuevo Curso del Desarrollo. Surgidas de la reflexión colectiva de universitarios calificados, son propuestas alejadas del aventurismo electoral, que establecen un rumbo cierto para el país, un rumbo apegado a nuestras raíces y congruente con nuestras esperanzas colectivas. Sus propuestas surgen del talento universitario y recogen los sentimientos de la nación.

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