Cota y el circuitazo
Oscar González Bonilla
21 de Marzo de 2017
Con antelación, vía telefónica, fui invitado para estar presente en la convención de delegados que el PRI realizó el domingo 19 en el Auditorio de la Gente para designar su candidato a gobernador de Nayarit, como así sucedió en la persona de Manuel Humberto Cota Jiménez.
Llegué muy poquito después de las diez de la mañana. Al exterior del edificio enorme era el bullicio por acreditación con gafete a las personas que arribaban de los diversos municipios de la entidad. Las puertas de acceso abiertas de par en par, sólo para darse cuenta que en la zona de gradas no cabía un alma más.
Me fui a la buena de dios, sin nada capaz de autorizar el pase al interior. En el graderío había asistencia hasta de ocho mil personas, aunque pudieran haber sido muchas más. Para mi fortuna, en ese instante llegó a mí Lourdes Vázquez, responsable de comunicación social del CDE del PRI. Le dije que fuéramos a la zona de ras de piso, sitio para invitados distinguidos. Los jóvenes que cuidaban la entrada dieron paso sin chistar.
A reforzar acciones llegó Paola Vargas, enlace de Cota con representantes de los medios de comunicación, misma que nos entregó pegote de Prensa y nos ubicó en respectivos asientos, como a diez metros de distancia del enorme presídium, un gran pasillo de por medio. Éste casi se abarrotó con personas que permanecieron paradas frente a nuestros lugares, impidieron visualizar la intervención de los oradores.
Según se supo, los de gradas (la altura marea) llegaron al recinto antes de las nueve de la mañana, parte del cual fueron ubicados delegados de CNOP, CTM Y CNC, entre otras organizaciones del partidazo. El acarreo en todo su esplendor, cosa muy natural para comunicadores que durante años cubren actos del PRI, aunque ahora casi todos los partidos recurren a este procedimiento.
Minutos antes de las doce horas dio inicio la convención de delegados con el anuncio de la presencia de personalidades de la clase política nacional. Por citar algunos: 6 actuales gobernadores priistas, 15 senadores, pero también los exgobernadores nayaritas Rigoberto Ochoa Zaragoza y Ney Manuel González Sánchez, este último por primera vez asiste a un acontecimiento priista en casi los seis años de gobierno de Roberto Sandoval.
Luego el presidente de la comisión de elecciones internadas dio lectura a la renuncia presentada un día antes, por razones de unidad, de Juan Ramón Cervantes Gómez a la aspiración de ser candidato del PRI a gobernador del Estado. Se une a la candidatura de Manuel Cota (al deponente lo premian con la Secretaría de Organización del CDE del PRI). Juan Ramón fue el primero en hacer uso del micrófono luego de que la votación unánime de los miles de delegados favoreció a Manuel Cota, quien protestó ante el presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza.
Enseguida vino Cota para mencionar, en un discurso como de 15 minutos, que quiere ser gobernador de Nayarit porque siente madurez, experiencia y bastantes deseos.
Mientras Enrique Ochoa Reza sostuvo que el PRI en Nayarit ganará carro completo.
En este momento el Auditorio de la Gente ya estaba semivacío. Después de tres horas o más de permanecer aplastados, los supuestos priistas se retiraron por cansancio y hambre. Al gobernador Roberto Sandoval le tocó dirigirse a las honorables gradas y asientos en el momento de clausurar el acto priista.
Antes me habían notificado que Enrique Ochoa Reza al final daría conferencia de Prensa. Un tipo que portaba libreta de anotaciones pedía saber qué le preguntaría al presidente nacional del PRI. No lo sé, le dije. Esa manipulación me re’ncabrona. Como borregos nos llevaban enseguida al sitio del encuentro, momento que aproveché para escabullirme, pues con mi mujer tenía el compromiso de asistir a la fiesta de cumpleaños de uno de sus primos.
A la salida pensé dirigirme a la avenida Insurgentes para abordar camión que me transportara cerca de Infonavit El Mirador, al norte de la ciudad, pero me alcanzó Bernardo “El Venado” Macías Mora. A dónde vas me preguntó. A mi casa, contesté. Y tú? Al centro, me dijo.
¿En qué te vas?
En el camión, contesté. Pero si quieres nos vamos en un taxi.
Ahí va uno, pero en lo que El Venado encendía un cigarro, el chofer ni caso le hizo y se largó.
Era intenso el tráfico de vehículos en la avenida frente el auditorio de la gente. Sin esperar más El Venado cruzó la calle, y yo detrás de él. Vámonos en un camión, al cabo todos van al centro, me dijo. Pero no podíamos distinguir entre cuál hacía servicio de pasaje y el montón de camiones que regresaban gente a sus lugares de vecindad. Por fin, después de casi 10 minutos de espera se paró uno que al frente decía Jazmines. Rápido lo abordamos, iba lleno. Era la una de la tarde con diez minutos.
A mí me dejaron un asiento, mientras que El Venado se la aventó parado. El camión se dirigió a la zona de La Cantera, y cuando hubo la oportunidad, porque en el trayecto los viajeros se apeaban, quedamos juntos. El recorrido fue por varias colonias y fraccionamientos de aquella zona de la ciudad, el calor insoportable, mientras que la plática del Venado fue sin parar, de múltiples temas me hizo saber. Hubo momento que los únicos pasajeros éramos los dos.
Después de una hora de mamalonche, el camión de servicio urbano llegó al preciso punto donde lo abordamos. Total, como a las tres de la tarde a mi casa llegué sofocado, como si hubiera estado horas parado bajo el sol. Sentía la necesidad de beber agua helada y descansar. Pero como mi mujer estaba al borde de la histeria, no hubo más remedio que salir de inmediato al sitio de la reunión social.
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