Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

AMLO representa la esperanza de los mexicanos

Octavio Camelo Romero

06 de Marzo de 2017

Cuánta razón tiene Pablo Gómez  cuando afirma que el “principal factor de desunión de las izquierdas ha sido el oportunismo, entendido como hacer a un lado el programa propio, meterlo en un cajón, y practicar la política sin objetivos de fondo”. Peor aún, le faltó decir que, estos partidos si se unen con alguno de los partidos de la derecha bajo programas más a la derecha que sus programas propios y con el preciso objetivo de incrustarse en el aparato de gobierno. O sea, los programas propios de tales partidos no se proponen modificar en la práctica el régimen de producción capitalista, lo cual simplemente nos conduce a confirmar que en México no hay partidos de izquierda. Sin embargo, desde Miguel de la Madrid se inició el proceso de desmantelamiento del Estado de la economía mixta, el cual culmina en el presente periodo presidencial de Enrique Peña Nieto con la conformación de un Estado Transnacionalizado al servicio de los capitales transnacionales de Canadá, de Estados Unidos y de México, como ha quedado claro en el conflicto con el presidente Donald Trump.

La transmutación del Estado mexicano fue aparejada con regresiones en el bienestar individual, familiar y social de los mexicanos. No solamente se vendieron los bienes de la nación sin preguntarles a los habitantes de este país si estaban de acuerdo o no. Peor aún, se reprimió a quienes tuvieron la osadía de oponerse públicamente. Pero además se dio marcha atrás a las conquistas sociales que se habían logrado desde la Revolución Mexicana hasta el periodo cardenista. Por eso, resulta que aquellos logros perdidos son considerados de izquierda en relación con la situación actual hacia nos ha conducido el gobierno de la República. Ese es el motivo por el cual la acentuación de las propuestas políticas en recuperar los logros perdidos, se dice que es de izquierda. Sin embargo, tales propuestas no plantean da un paso fuera del régimen capitalista de producción, por lo cual, no son de izquierda. Más no obstante esto, y ante la crisis estructural del capitalismo transnacional, no se puede dejar de luchar por la democratización de la vida social y de la toma de decisiones políticas en los órganos de gobierno, así como, por la moralización del ejercicio de los Poderes Públicos y del aparato del Estado Mexicano, ya no digamos por la desmilitarización de la vida social del país. Desde luego que en cada uno de estos renglones se engloban muchas situaciones.

Andrés Manuel López Obrador ha sabido interpretar las genuinas aspiraciones de la mayoría de los mexicanos. Sin embargo, en ningún momento se ha planteado cambiar el régimen capitalista de producción. Sus planteamientos van en el sentido de moralizar la vida política, en combatir la corrupción, la impunidad y la inmoralidad de los funcionarios; otros apuntan hacia la democratización de la vida sociopolítica, en  transparentar el ejercicio del poder, el ejercicio de las finanzas públicas, etc. Empero, no se puede invalidar la lucha democratizadora de AMLO, más aún, no existen condiciones para en estos momentos plantear la creación de una sociedad distinta a la capitalista. Más no obstante lo anterior, si es válido proponerse como una tarea nacional la formación de un frente amplio que se proponga la democratización de la vida sociopolítica de México, la moralización del Estado Mexicano, el respeto a los derechos humanos y el bienestar de los mexicanos. Por eso AMLO se ha convertido en la esperanza de los asalariados y de algunos capitalistas mexicanos. En fin.

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