Tepic, Nayarit, martes 16 de abril de 2024

Autonomía sin violar

Sergio Mejía Cano

22 de Febrero de 2017

No recuerdo bien si fue allá por 1968 cuando oí por primera vez voces clamando en señal de protesta porque supuestamente el ejército había violado la autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al haber ingresado a sus instalaciones. Y de ahí pal real en diversas ocasiones cuando ya no el ejército, sino alguna otra corporación policíaca entraba a las instalaciones de alguna otra universidad o escuelas preparatorias del país, hay siempre quien diga que se violó esa autonomía.

Sin embargo, desde aquél fatídico año para la juventud mexicana de 1968, una maestra de la secundaria en donde yo estudiaba, nos comentó a sus alumnos que esas voces que señalaban violación a la autonomía de la UNAM estaban mal, pues no había tal violación, porque eso de “autónoma” significaba otra cosa dentro de la propia UNAM, porque era cuestión de autonomía para su propio gobierno interno en cuestión didáctica, académica, decidir quién sería su rector y demás autoridades universitarias sin la intervención del Estado que, eso sí, éste le tenía que proporcionar los recursos necesarios pero no decirle cómo tenía que manejarlos, porque para eso también contaba la autonomía universitaria: decidir cómo invertir los recursos que recibía de la federación.

También recuerdo que la maestra puso énfasis en que para que comprendiéramos un poco más su explicación, que esas voces que gritaban que había sido violada la autonomía de la UNAM, tal vez pensaban o tenían la convicción de que al ser autónoma era algo así como El Vaticano, un Estado dentro de otro, pero no era así, porque en determinado momento, el gobierno mexicano podría intervenir en la UNAM en caso de haber conflictos graves pero de seguridad, no en lo académico ni lo didáctico, sino hechos delictivos o crímenes, etcétera; y sin tener que pedir permiso para entrar porque a fin de cuentas, la UNAM o cualquiera otra universidad del país eran en todo caso públicas.

Y respecto a esto último, hoy en día es entendible que una universidad sí puede ser investigada respecto al manejo de recursos que recibe del erario y más, cuando estos recursos desaparecen a veces no tan misteriosamente. Porque al recibir dinero público, pública es una universidad y por lo mismo la ciudadanía, el pueblo ya sea por cuenta propia o a través de sus legítimos representantes podría pedir cuentas claras de cómo se está invirtiendo el dinero con el que ha contribuido a través de sus impuestos. Sin embargo, esto de que algún ciudadano por cuenta propia exija que le expliquen qué hacen con su dinero, porque si bien ya está la Ley de Transparencia y la de Información Pública o algo así, es probable que a quien pregunte por cuenta propia se le pongan infinidad de trabas o que al  menos lo traigan vuelta y vuelta o ya de plano para quitárselo de encima le den documentos superficiales y nada más.

Y si ese alguien se atiene a sus sacrificados representantes, es decir, los diputados, pues también pocas esperanzas podría tener de que le hicieran cuentas claras, así que mejor esperar hasta cuando truena el cohete y se comienza a destapar la cloaca en una universidad y empiezan a aparecer anomalías al por mayor y que como ahora está pasando en la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), mientras más se estén dando explicaciones referentes al cómo y porqué del incendio en el edificio de finanzas en el interior del campus universitario, claramente salta a la vista que ya se les empieza a hacer bolas el engrudo.

Por más que se quiera, es prácticamente imposible detener las especulaciones al respecto del incendio en cuestión, porque desde el primer momento en que se supo del siniestro el sentido común de gran parte de la opinión pública, sin ver, como en un juego de naipes, apostó a que había sido un incendio intencional, cosa que ya confirmó la Fiscalía General del Estado.

Y esta explicación lleva a otra cuestión: ¿es tan fácil andar por los jardines de la UAN cargando bidones de gasolina o de algún otro solvente en la madrugada? ¿No tienen seguro y candado las puertas de acceso a la UAN y tampoco entonces quién cuide dichas puertas? Y si brincaron la reja que rodea la UAN, ¿en vez de bidones quienes ocasionaron la lumbre, pasaron el líquido inflamable en botellitas de cinco o mínimo de un litro? Porque para dañar de tal forma las instalaciones quemadas, de acuerdo a las imágenes que se han hecho públicas, se requirieron varios litros de combustible para rociar de bien a bien y que se consumiera lo máximo posible. ¿O no?

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