Ya no sirve el modelo político mexicano, hay que cambiarlo
Octavio Camelo Romero
14 de Febrero de 2017
Desde el periodo presidencial de Miguel de la Madrid Hurtado se inició el desmantelamiento del Estado de la Revolución Mexicana para implementar el actual “modelo político mexicano”. En ese tiempo se incrustaron en la administración pública un grupo de “jóvenes tecnócratas” provenientes de las universidades norteamericanas que a la postre serían presidentes de la República algunos y funcionarios otros, cuyo objetivo central sería hacer de México un país totalmente dependiente de los Estados Unidos de América. Simplemente se trataba de debilitar al máximo la fortaleza económica del Estado Mexicano, de convertir al gobierno nacional en simple servidor de los intereses del capital transnacional norteamericano, de transformar la industria nacional en una industria accesoria de la industria estadounidense, de convertir a los mexicanos en una mano de obra barata para que los capitales transnacionales de Estados Unidos pudieran producir a bajo costo tanto dentro de México como de la Unión Americana; para ello habría que exportar mano de obra a USA como cualquier otra mercancía, etc.
Tal proceso de destrucción del Estado de la Revolución Mexicana se culmina con las Reformas Estructurales que el presidente Enrique Peña Nieto logra con el apoyo de los tres partidos mayoritarios, PRI, PAN y PRD, integrantes del tristemente célebre “Pacto por México”. Sin ningún miramiento y sin importar la opinión de los mexicanos se despoja al Estado Mexicano de sus industrias, de sus tiendas, de sus transportes, de sus medios de comunicación, de sus pertenencias para pasarlas a manos de particulares a precio de ganga y que, éstos, lograsen amasar grandes fortunas y figurar en las listas de los personajes ricos del mundo. Pero al lado de este fenómeno se da la quiebra de las micro, pequeñas y medianas empresas, surge la desocupación masiva, brota la pobreza alimentaria y la pobreza extrema, se desarrolla el bracerismo, los jóvenes se enlistan en los instrumentos de la violencia, ya sea en el ejército, policías, narcotráfico, etc. El país se polariza, los pocos se hacen multimillonarios y los muchos se hacen pobres.
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos de América y de sus políticas anti-inmigrantes, anti-importadoras de productos “mexicanos”, anti-envíos de remesas, anti-tránsito de mexicanos a USA, etc., ha quedado de manifiesto lo débil y enclenque de la economía del país, y el gran daño que hicieron a México los presidentes desde Miguel de la Madrid hasta el actual. El trumpismo estadounidense ha servido para darnos cuenta de la falacia, de la falsedad del actual modelo político, como un modelo de bienestar para la economía y los mexicanos. Tampoco se puede caer en las falsas ilusiones como las expresadas por el coordinador de Asuntos Internacionales del Gobierno de Ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, de que con el desarrollo del capitalismo se resolverán todos los problemas que aquejan al país. Ciertamente que México requiere dar empleo no solo a los desempleados que viven en el territorio nacional, sino también a los deportados e inmigrantes que no puedan pasar la frontera. El Estado de la Revolución Mexicana tenía mucha claridad sobre este asunto y por eso creo, generó las empresas del Estado y de participación estatal. Y a la par, tenía programas sociales de asistencia para garantizar el abasto de alimentos y para dar empleo en los lugares donde las circunstancias lo requerían. En este sentido debemos entender lo dicho por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano que se deben cambiar las condiciones e impulsar medidas para fortalecer la economía mexicana. Y a partir de allí, poder ofrecer empleo. No importa si el empleo es formal o informal, lo importante es que los mexicanos tengan empleo. El Estado debe volver a ser un Estado económicamente fuerte. En fin.
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