Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

¡Los nayaritas no corren!

Lorena Orozco

26 de Agosto de 2016

Dos nayaritas que se encontraban trabajando en Jalisco, fueron invitados a formar parte de un grupo que pretendía adueñarse de varias hectáreas de tierra, para no seguir como simples jornaleros, sino como propietarios, pues querían hacer honor a una de las máximas de Emiliano Zapata: “La tierra es de quien la trabaja”.

Uno de los líderes les explicó que ese mismo fin de semana se iban a plantar en el lugar donde se encontraban las tierras, y que no se iban a mover hasta conseguir su objetivo, pues no era justo que un solo hombre tuviera tanto, mientras ellos apenas tenían para mal comer.

Uno de los nayaritas desistió del intento, pues por esos días a viajaba a su pueblo, para estar con su familia, mientras que el otro aceptó gustoso la propuesta y se anotó para seguir un rol de guardias.

En el primer grupo estaba el nayarita, y acordaron que se plantarían desde el atardecer, hasta la media noche, y que después llegaría otro grupo para relevarlos.

Así lo hicieron, pero el dueño de las tierras fue avisado del movimiento que se estaba gestando en su contra, y acompañado de algunos pistoleros se apersonó frente a quienes querían quedarse con su propiedad, y los amenazó, les dijo que sí antes de la media noche no se retiraban del lugar sufrirían las consecuencias, y se fue.

El grupo de hombres sintió algo de temor, pero ya habían dado su palabra de que estarían ahí cuando llegaran sus compañeros, y no iban a desistir tan fácilmente de su empeño.

La noche cayó, el frío empezó a calar los huesos, así es que hicieron una fogata y se sentaron alrededor; para matar el tiempo contaron historias, algunos chistes, mientras tomaban café con “piquete”.

De pronto, la armonía que se había establecido entre los manifestantes fue interrumpida, era el dueño de las tierras que llegó para cumplir su amenaza; ahora traía a “la ley”, pues los policías judiciales armados hasta los dientes alzando la voz los empezaron a maltratar, y acto seguido dispararon las armas que llevaban.

El poco valor que tenían se esfumó, y empezaron a correr atropelladamente; los gritos y el caos que se generó se fue calmando de a poco. El dueño de las tierras se fue, esperando que los atrevidos sujetos hubieran aprendido la lección.

Cuando ya todo estaba en calma, ignorando lo sucedido, llegó el grupo de relevo, ahí encontraron sentado al nayarita, y asombrados le preguntaron qué había pasado, y éste los puso al tanto de lo sucedido.

¿Y sólo tú te quedaste? Le preguntaron, y él respondió afirmativamente. Aquel acto de valor los hizo recuperar el ánimo y mientras le ofrecían un trago (y se tomaban otro), le decían: ¡Los nayaritas no corren! Y pues si los nayaritas no corrían, menos iban a correr los valientes de Jalisco.

Lo que nadie supo, es que a la hora de la estampida, el nayarita quiso salir huyendo como todos, pero se lo impidió una vieja lesión de las rodillas, que si bien no se notaba, no le permitía correr, y quedó tirado buen tiempo panza a tierra.

Cuando se recompuso, se sentó y se sacudió el polvo del cuerpo, y poco después llegaron los compañeros, que, con su ejemplo, se dieron valor para continuar con su lucha, misma que lograron concretar unos meses después.

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