Una crónica obligada y necesaria
Miguel González Ibarra
24 de Junio de 2016
Estoy en la obligación de hacer la crónica sobre el evento presidido por el alcalde de Tepic, Polo Domínguez, llevado a cabo el pasado miércoles 22 de junio del presente año, en la colonia 15 de mayo de la ciudad capital, al inaugurar la obra pública ejecutada por esta administración, misma que, al parecer, está considerada por este gobierno municipal, de gran relevancia.
Horas antes preparé el discurso que pronuncié. Lo dejé listo. Lo digo con honradez: me preocupaba fallarle a mi esposa, Guillermina, no por ser mi compañera de toda la vida, sino, por ser la líder indiscutible de la población que vive en este asentamiento y mostrar un comportamiento político y verticalidad, en verdad, fuera de serie, propio de personajes que militan en y abanderan grandes causas.
No siempre he estado de acuerdo con ella en las decisiones que al respecto toma, no por los riesgos, sino por ella, por su condición de mujer, de abuela, de madre y, porque, ya rebasa los 60 años de edad y, en una batalla de tales dimensiones, la fuerza física de los seres humanos que la abrazan, puede, en momentos, ser determinante.
Al final, termino aceptando sus decisiones y decirle, sin titubeos, que me muero con ella, entregando la vida, a su lado, por lo que ella defiende. Hemos vivido así, los dos, momentos muy gratos, muy satisfactorios, concluyendo que son las ideas lo que unifica y funde a dos personas.
Llegué a la cancha a la hora exacta. Con la llovizna, entré con mi capote negro ensartado. Percibí de inmediato, presente ya, a parte de la burocracia municipal. Muchos me vieron y observaron con suspicacia y recelo, musitando: “Ya llegó este a hacernos la masa aguada”.
El alcalde, al entrar, esquivaba mi encuentro. Cómo que adivinaba mis intenciones. La maestra de ceremonias, arranca el evento. La concurrencia, casi llena el local, ya cubierto por un techo, una de los obras por inaugurar.
El nerviosismo del Presidente Municipal, era evidente, no lo escondía. Cómo que no está acostumbrado a la disidencia y al cuestionamiento en público. Ya antes, meses atrás, habíamos estado con él, en una mesa, examinando el negocio que se puso a un lado de nuestra casa, el cual, nos acabó la tranquilidad que teníamos en el barrio. Era otro Polo. Hierático. Poco agradable, más bien, antipático, como son los fascistas. Rostro endurecido, autoritario, con desplantes pinochetescos y somocistas. “Éste, no sirve, no le sirve al pueblo”, pensé. Al ir saliendo de Palacio Municipal, fue lo primero que le comenté a Guillermina.
Con determinación y arrojo, lancé la consigna. Mucho me sirvió aquella interpelación en el Teatro del Pueblo, siendo gobernador Celso, yo diputado, con las tramoyas del inmueble, repleto de policías, apuntando sus armas contra mi persona, en el afán de intimidarme, tal y como lo hacen los clásicos represores. Yo sólo, contra el mundo. Bueno, mi mujer, mi única aliada, como poste de concreto, entre aquella rabiosa multitud.
---¡Pido la palabra, Polo!
El alcalde me miró. No lo creía. Si, era realidad, un vecino solicitaba hablar y usar la voz, en un acto dónde el munícipe, creía que iba cortar orejas y rabo y saldría por la puerta grande, como los grandes matadores de la Plaza México.
El Presidente Municipal, resistió y resistió, hasta el último momento. Me presionó con su masa, la cual, en estos casos, siempre, muestra perfiles de irracionalidad. No le quedó de otra, más que pasarme el micrófono, con la advertencia que “fuera respetuoso” y me limitara al espacio de solamente tres minutos. Esa, me la sé bien, muy bien. La carrera parlamentaria se construye en la práctica, como dice el poeta, “se hace camino al andar”.
Me sentía como pez en el agua. A quién le dan pan que llore. Estaba yo en mis moles. Un amigo entrañable, me dijo minutos antes, “Miguel, ponte con uno de tu peso. Polo no es de tu peso. Tú eres de peso completo y, él, ni a peso pluma llega. Apiádate de él”. En fin, me tendieron la mesa. Aproveché el banquete. Es de los actos políticos que más he disfrutado y gozado a lo largo de mi trayectoria como militante político.
Cumplí. Denuncié lo que tenía que denunciar. Declaré que llevar niños a destruir doscientos árboles, equivale a un crimen de lesa humanidad, aún más grave que el de Ayotzinapa, Orlando y Nochixtlán, de igual modo, al expresar que el comportamiento del alcalde en los sucesos de la colonia 15 de mayo, coincide plena y absolutamente, con Rodrigo, el Secretario, al decir que a él le divertía que los vecinos del fraccionamiento se agarraran a balazos y si “hay muertos, mejor”.
La historia que juzgue, a quien tenga que juzgar.
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