Francisco Cruz Angulo
08 de marzo de 2016
Los festejos de la clase política priísta para celebrar el 87 aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Institucional (PRI) celebrados el pasado 4 de marzo en el Auditorio “Plutarco Elías Calles” de ese partido en esta ocasión fue austero, sin tanta pompa como era tradicional en los tiempos de su época de partido hegemónico y omnipresente a donde concurrían miles de priístas de los tres sectores de ese partido procedentes del interior de todas las entidades del país.
Naturalmente el personaje protagónico a quien le rendían pleitesías era al primer priísta del país, esto es, al Presidente de la República.
Aquellos tiempos quedaron atrás cuando el PRI tenía en su poder todos los hilos políticos desde la presidencia de la república. Nada se movía sin la voluntad férrea del gran tlatoani priísta.
Si bien continúa gobernando en la mayoría de las entidades de la república y en los Congresos locales, no es el partidor aplanadora de aquellos tiempos.
En los últimos 15 años el poderío electoral de ese partido ha decrecido considerablemente. El primer golpe a su poder hegemónico fue en las elecciones federales de 1997 cuando perdió la mayoría calificada en el Congreso de la Unión. Luego el segundo golpe mortal lo vivió en la sucesión presidencial del 2000 cuando su candidato Roberto Madrazo fue relegado al tercer lugar con el 23% de la votación nacional.
A partir de esa derrota propinada por el panista Vicente Fox y más tarde en el gobierno de Felipe Calderón se confrontaron aún más sus corrientes internas a grado tal que las decisiones esenciales del PRI eran tomadas por los gobernadores de los estados, lo que derivó en cacicazgos políticos regionales.
Otro fenómeno que originó las dos derrotas presidenciales del tricolor fue el éxodo oportunista de cuadros de alto nivel político al partido Acción Nacional (PAN) y al Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Se pensó, entonces, que durante los 12 años de gobiernos presidenciales panistas el Revolucionario Institucional (PRI) ya no regresaría a la silla presidencial.
Sin embargo, la crisis interna lo decantó. Se reagruparon sus corrientes internas y en alianza con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) retomaron el poder presidencial en las elecciones federales del 2012 en torno al liderazgo del hoy presidente de México, Enrique Peña Nieto.
Pese a este triunfo el poder presidencial disminuyó. Para darle gobernabilidad al país tiene necesariamente que compartir el poder con la partidocracia negociando y cediendo espacios de poder.
En este intercambio de negociaciones lejos de fortalecer a nuestro sistema democrático lo ha debilitado dado que se sostiene por la corrupción y la impunidad de sus principales dirigentes políticos. De allí la crisis de credibilidad a la figura presidencial y a los partidos políticos.
La política es hoy en día como una puta que se entrega al mejor postor.
Ante esta descarnada realidad las organizaciones no gubernamentales toman la iniciativa para recuperar los valores democráticos de nuestra sociedad, entre otros, mediante la movilización ciudadana en temas cruciales como el respeto a los Derechos Humanos, transparencia y rendición de cuentas de todos los servidores públicos, la aplicación del Estado de Derecho, el combate a la violencia del crimen organizado, seguridad pública, ampliación de los derechos de la mujer, protección y apoyo a las minorías y otros temas que están en la palestra pública y que nuestra clase política se hace de la vista gorda.
No es casual que todos los partidos políticos no son bien calificados por sus electores.
En las elecciones federales intermedias del 2015 los tres grandes partidos PRI, PAN y PRD tuvieron una caída estrepitosa en su votación.
El PRI si no fuera por su alianza con el PVEM y el PANAL no tendría hoy mayoría simple en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
El blanquiazul no termina por recuperar su unidad interna iniciada por sus pleitos cuando perdió la silla presidencial Josefina Vázquez Mota, derrota que se la achacan a las intrigas palaciegas del ex presidente nacional Gustavo Madero por los calderonistas.
Por su parte, en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) continúan sus disputas internas. Se desgaja el PRD en más tribus. Hace varios meses el hoy diputado Guadalupe Acosta Naranjo rompió con la corriente que lo amamantó durante años -“los chuchos”- y creó su propia tribu la denominada -“los Galileos”-.
Los perredistas están más preocupados por mantener sus cotos de poder que la recuperación de los valores ideológicos y programáticos de su partido.
Respecto al PRI se entiende que esta añeja organización está más ocupada y preocupada por ganar la mayoría de las gubernaturas que se disputarán durante el proceso electoral que culminará el 5 de junio de este año, pues de sus resultados dependerá cuál será su fuerza electoral para enfrentar con éxito la sucesión presidencial en el 2018.
Así pues, la celebración de su 87 aniversario no fue tan pomposa y masiva como hace años. Esto explica por qué no estuvo en la celebración el primer priísta de la nación, Enrique Peña Nieto, el que guardó una sana distancia de su partido.
La mejor celebración de los priístas será, sin duda si rinden buenas cuentas en los 12 procesos electivos de este año…