Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

AEG: el tigrillo que no ha rugido

Ulises Rodríguez

15 de diciembre de 2015

Antonio Echevarría García es el heredero natural del capital político –y económico- de sus padres, el ex gobernador Antonio Echevarría Domínguez y la actual senadora panista Martha Elena García. Desde hace años se le ha mencionado como posible candidato a diversos cargos de elección popular y en distintos partidos políticos, pero siempre, la expectativa electoral que causa una eventual candidatura del joven empresario, se queda en eso: en expectativa y en anécdota.

Sin embargo, desde hace casi un año, Echevarría García parece encaminado a buscar competir por el cargo que su padre abandonara en septiembre de 2005, aunque a decir verdad, en “Toñito” –como lo conocen- no se advierte el empuje de su padre ni mucho menos su carisma, el muchacho es agradable pero se le ve apático, desganado, sin una oferta política definida. Y es que Echevarría hijo no está peleado con nadie, lo mismo se sabe de sus constantes desayunos con el gobernador Roberto Sandoval y del reconocimiento que hace del “trabajo” del fiscal Edgar Veytia, que se le ha visto en fotografías al lado del ex presidente nacional perredista Carlos Navarrete o bien, saludando a los asistentes al festejo por el aniversario del PAN, en septiembre pasado en el casino “Los Fresnos” de Tepic. Es decir, no hay en el comportamiento del aspirante, un norte a seguir que nos permita pensar en lo que los nayaritas podríamos esperar de una eventual administración suya.

Por otro lado, sabemos que Toñito tiene amplias posibilidades de ser gobernador, pero saltan a la vista dos interrogantes cruciales: ¿Quiere ser gobernador? ¿Para qué quiere serlo?

La primera pregunta, la hago porque no he visto en su mensaje ni en su comportamiento, la emoción social, ni el hambre de cambiar las cosas –cambio verdadero, no las pantomimas que suelen ser homónimos- en Nayarit, parece que transita sin mucho entusiasmo por el camino que sus padres le van señalando. Debo narrar en este punto una anécdota: a principios de este año, don Oscar González Bonilla, siempre fiel a su generosidad y ánimo de hacer buen periodismo, me invitó a un desayuno que la UCAN –Unión de columnistas a la que pertenezco con orgullo, a pesar de no asistir con frecuencia, por cuestión de horarios, a las actividades a las que amablemente soy invitado- llevaría a cabo en “La casa del Tigre”, con Antonio Echevarría García, quien además de ser el anfitrión, es el dueño del negocio. La mesa se llenó de periodistas interesados en saber los puntos de vista de quien ya se mencionaba con insistencia como un aspirante más para el relevo de Roberto Sandoval en 2017, los coordinadores de dicha reunión fueron el ex dirigente de la UCAN, Marco Vinicio Jaime y el director de Álica Medios, Arturo Guerrero, quien sin duda tenía el entusiasmo que le faltaba al aspirante. Mientras yo comía unos ricos chilaquiles acompañados con agua de guayaba, escuchaba atento la exposición del empresario, lo analicé a cuidado cuando hablaba de Nayarit y de su empresa, cuando respondía cuestionamientos y daba sus opiniones… en ningún momento vi en su mirada ni en su expresión la determinación, la emoción, ni las ganas de alguien que está luchando para ser gobernador del estado. Toñito fue muy claro al hablar de la empresa que dirige, fue contundente al reconocer al fiscal Edgar Veytia por la seguridad que a decir del propio Echevarría, gozamos los nayaritas. Pero al hablar de los problemas que enfrenta nuestro estado y de una posible solución, se perdió en lugares comunes, habló de ambigüedades. Es un hombre inteligente, preparado y agradable, sin duda alguna, pero no le vi por ningún lado las ganas de ser gobernador de Nayarit.

No transmite el entusiasmo que su padre en las vísperas de la elección del 99, cuando Echevarría Domínguez, aun habiendo sido parte del sistema priísta en Nayarit desde mediados de los años setenta, encabezó una cruzada que ofreció la alternancia en el gobierno y logró incorporar a su causa a aquellos que se sentían agraviados por el gobierno. No se me ocurre mejor ejemplo de lo anterior, que el desayuno que organizó el 28 de enero de este año, Antonio Echevarría García, para conmemorar aquel desayuno “entre amigos” que se llevó a cabo en la misma fecha, pero de 1998 y en la que por primera vez se planteó la posibilidad de que su padre buscara la gubernatura. A pesar de una buena convocatoria –aproximadamente 1,500 asistentes-, lo más destacado del evento no fue el mensaje del aspirante, que mal leyó un documento que, para variar, estaba lleno de ambigüedades, sino el discurso del ex gobernador, quien tuvo que salir al quite y rugir discursivamente como hace 17 años, para emocionar a los asistentes que venían de todo el estado.

A Antonio Echevarría García todavía le quedan 15 meses para definir bien si de verdad aspira a ser gobernador de los nayaritas y si así fuere, definir también el por qué quiere serlo. Hay encuestas que lo colocan ahora como el aspirante más competitivo dentro de un frente opositor, pero recordemos que las encuestas son fotografías que reflejan un momento social y que son cambiantes, no debe confiarse y sobre todo, debe entender que Nayarit es mucho estado, como para estar soportando a improvisados.

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