Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Priismo sexenal

Ulises Rodríguez

26 de agosto de 2015

“No todos los priístas son robertistas, ni todos los robertistas son priístas”. La anterior afirmación la hizo Karla Morán –quiero pensar que es su nombre-, una bella mujer de cabello negro y ojos brillantes, dueña de una inteligencia y agudeza que no pasan desapercibidas. A Karla, por una extraña fortuna, la tengo como mi contacto en Facebook, lo cual me ha permitido aprender de sus puntos de vista, como del de muchos otros contactos que nos permiten, a quienes deseamos aprender, de retroalimentarnos con los diferentes puntos de vista de distintas personalidades. ¡Las bondades de las redes sociales!

Tiene mucha razón Karla en su sentencia. Yo soy militante de otro partido, pero no creo que las “disciplinas” o las “cargadas” sean prácticas que abonen a nuestra democracia, que de por sí, es más simulada que real. Mucho menos creo en las imposiciones. Sin eximir a otras instituciones, estos conceptos tienen su origen y su destino frecuente en el PRI, donde el presidente de la República ejerció el control a modo, no sólo del país sino del llamado “Partido de Estado”. Lo mismo ocurría en cada una de las entidades federativas, donde el liderazgo recaía sobre el gobernador –militante siempre de ese partido-, mismo que era llamado “el primer priísta del estado”. Entre las facultades de los gobernadores, no sólo estaban las que le otorgaba la constitución, sino que las reglas no escritas de la política le permitían quitar y poner dirigentes priístas en el estado y en los diferentes municipios.

La práctica, que debiera haber quedado en desuso, hoy sigue vigente. Si acaso ha cambiado en que los políticos y dirigentes priístas de la actualidad carecen de oficio político, de inteligencia y de un mínimo conocimiento requerido para el cargo que ostentan. Su virtud es la de ser personajes que gozan de toda la confianza –y acaso complicidad- del gobernador en turno, hombres como Juan Carlos Ríos Lara y recientemente el ex diputado Carlos Saldate, que pese a haber sido impuestos en las dirigencias estatal y municipal del PRI, respectivamente, fueron favorecidos con la cargada de “militantes priístas del sexenio”, que desesperados, no desaprovechan oportunidad para quedar bien con el gobernador, en busca de alguna oportunidad laboral o política.

Hoy se desgarran las vestiduras y presumen a lo grande los logos del PRI los mismos que en 2011, cuando no existía la certeza de que Roberto Sandoval fuera el candidato del PRI y se cabildeaban otras posibilidades, decían que antes que priístas eran “Robertistas de Corazón” y estaban dispuestos a seguir a su jefe político al partido que se fuera. Son priístas de oportunidad, jóvenes ambiciosos la mayoría de ellos que como ya he afirmado antes, no tienen más vida política después de septiembre de 2017.

Sandoval parece estar llamado a convertirse en uno más de los gobernadores que no han podido imponer a su sucesor. Pierde poder a cada día que pasa y junto con él, sus esbirros y “robertistas de corazón” deben sentir un escalofrío atravesarles el pecho cada que la gente les dice, a manera de saludo matutino: “Menos días”.

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