A 21 años de su muerte, Colosio sigue agonizando
Ulises Rodríguez
23 de marzo de 2015
Como cada 23 de marzo, las dirigencias estatales y la nacional del Partido Revolucionario Institucional, se desgañitan la garganta lanzando vivas y organizando vistosos eventos conmemorativos al aniversario luctuoso de quien fuera su candidato presidencial los primeros meses de 1994. Todos esos eventos bajo el lema de “¡Colosio vive!”, una frase hueca y falta de respeto que en lugar de convocar al recuerdo, genera honda tristeza entre quienes sentimos una genuina admiración por el político sonorense.
Sin embargo esta actitud no debiera sorprendernos. El 24 de marzo –un día después del asesinato-, durante el homenaje de cuerpo presente que se le rendía a Colosio en la sede nacional del PRI, flanqueaban su ataúd varios de los personajes que mucho tuvieron que ver con su asesinato. Otros hicieron la guardia de honor sólo para aprovechar los reflectores de los reporteros, que durante aquella jornada no tuvieron ojos para otra noticia que no fuera el funeral de Luis Donaldo. Aquella tarde de miércoles la recuerdo vagamente, viendo las noticias con Jacobo Zabludovsky quien hacía enlaces telefónicos con Talina Fernández que se encontraba en el hospital de Tijuana, lugar donde se dio el atentado. La casa estaba a obscuras y apenas iluminaba la sala un pequeño televisor a colores que mi mamá se había sacado en una rifa en diciembre pasado, mi abuelita y mi mamá lloraban en silencio durante aquella transmisión y lloré también, cuando finalmente se dio la noticia de que Colosio había muerto. Yo tenía 4 años en aquel entonces, no entendía la magnitud de ese hecho ni sabía a ciencia cierta el por qué mi admiración por aquel político sonriente y de cabello chino, lo cierto es que me caía bien y acostumbraba dibujarlo en mis tareas de preescolar, me agradaba lo que decía la gente sobre que con él “México cambiaría”, aunque no entendía precisamente qué era “el cambio” al que se referían. Muchos, muchísimos estoy seguro, sentimos la muerte de Luis Donaldo Colosio.
¿Qué habría pasado si Colosio hubiese protestado el 1 de diciembre de 1994 como presidente de México? Nunca lo sabremos. Se habla de que una condición para su postulación a finales de 1993, fue que durante su gobierno reformaría la constitución para permitir la reelección presidencial y dar paso con ello el regreso de Carlos Salinas a “los pinos” en el año 2000. Ya no supimos si fue verdad aquel rumor. Lo que sí sabemos es que hubo un distanciamiento real en los primeros meses de aquel año, entre Salinas, su clan y Colosio. Raúl Salinas de Gortari se molestó a grado sumo cuando el candidato presidencial del PRI no palomeó su postulación al senado por Nuevo León y le adelantó –en una reunión ampliamente documentada- que durante el sexenio colosista, Raúl Salinas no sería ni senador, ni gobernador de Nuevo León y mucho menos secretario de estado. Colosio interfirió también con la influencia de José María Córdova Montoya, el poderoso francés naturalizado mexicano que se desempeñó como secretario de la presidencia durante el gobierno de Salinas y quien siempre mostró predilección por la candidatura del entonces secretario de educación, Ernesto Zedillo. Colosio, el candidato del sistema, incomodó también a los narcotraficantes a los que les rechazó dinero, vehículos, mujeres y todo tipo de obsequios, actitud que mostró la diferencia del sonorense con personajes como Raúl Salinas, cuya relación con el capo Juan García Ábrego mostró en toda su magnitud un reportaje de la revista Newsweek en junio de 1995 y que relataba una fiesta en Monterrey en 1992 en la que el anfitrión era García Ábrego y el invitado especial era el hermano mayor del entonces presidente, Raúl Salinas de Gortari, quien funcionaba como vínculo entre el capo y algunos gobernadores de su partido –Manuel Cavazos Lerma, Sócrates Rizo y Rogelio Montemayor-, así como con el procurador de justicia, el fallecido Doctor Jorge Carpizo y si somos un poco mal pensados, quizá la infiltración en el gobierno llegaba aún más arriba. El reporte de Tim Padget para Newsweek es revelador por los detalles que muestra, que evidencian la estrecha relación entre los Salinas y García Ábrego. Colosio incomodó a aquellos que estaba acostumbrados al poder absoluto, cuando afirmaba que el poder debía reformarse y hacerse más democrático, apegado a sus orígenes republicanos. Creo que el Colosio que recorrió el país entre el 10 de enero y el 23 de marzo de 1994, el que sintió la marginación, la injusticia, el olvido, la pobreza… ese fue el verdadero Colosio y cuando surgió su verdadera personalidad, alguien decidió matarlo.
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